Dicen que las nanas tienen un poder mágico sobre las bebesas… y probablemente sobre quienes las cantan.
Cuentan las especialistas que se han encontrado canciones de cuna de origen babilónico y asirio, pero desde la poesía de Borges por bulerías, pasando por Mozart o Brahms, hasta las adaptaciones más originales hechas sobre la marcha, todas tienen la misma función: inducir al sueño.
Buena prueba de que el sistema funciona es que es el más utilizado en el mundo, desde África hasta Oriente Medio, desde Europa hasta América pasando por Asia y Oceanía. Una cosa queda clara: las canciones de cuna activan unos mecanismos que permiten que la recién nacida encuentre rápidamente el sueño.
El cantante francés Julien Clerc, compositor de la música de sus canciones, empezó a obtener un notable éxito en su carrera cuando, poco antes de que se desencadenase el mayo francés del 68, se encontró con el ya fallecido anarcosindicalista español Étienne Roda Gil (a su vez, hijo de anarquistas refugiados en Francia).
Roda Gil escribiría al intérprete de “Útil”, “Amazona” o “Molestar a las piedras” los temas más mágicos del panorama musical francés. Pero en 2008 afirmó tener la imperiosa necesidad de cantar una nana. Con 60 años acababa de ser nuevamente padre.
Para el texto, Clerc buscó a otro grande de la canción francesa, su amigo Maxime Le Forestier, quien en menos de veinte minutos escribió la letra de “Dormez” (dormid). Esta canción de cuna, que sigue siendo un exitazo en el mundo francófono, estaba destinada en principio a dormir a su hijo Leonard, demostrando una vez más que las nanas son la mejor manera de dormirnos plácidamente, pase lo que pase, más allá de las notas que dulcemente nos ronronean.
Y en estas seguimos. El presidente de la República Francesa y líder de la formación “En Marche”, Emmanuel Macron, acaba de lanzar una propuesta que está haciendo las delicias de los sectores más neoliberales de la economía.
Envuelto en unas hábiles operaciones de comunicación en las que ha vendido el resurgir de “la grandeur” de Francia y la emergencia de la figura de un nuevo líder carismático mundial, Macron se ha ido acercando a los postulados de una dirigente de la derecha pura y tradicionalista en lo económico y en lo social.
El que fuera persona de extrema confianza del ex presidente socialista François Hollande (empezó como redactor de sus discursos económicos en campaña hasta llegar a ser ministro de Economía, Recuperación Productiva y Asuntos Digitales) ha anunciado que va a poner en marcha un plan para la supresión de 120.000 puestos de funcionarias. Tal cual.
La medida, que estaría basada, en principio, en incentivar el abandono voluntario de la función pública, es argumentada desde el Elyseo de la siguiente manera: reflexionar sobre el papel del Estado y de la esfera pública, repensar los gastos del Estado, ganar eficacia, mejorar el servicio a las ciudadanas, acabar con el déficit, permitir más contratos temporales en el ámbito funcionarial y basar las retribuciones en los resultados. Nada más y nada menos. Por ahora los sectores de la Administración afectados serían la sanidad, el área sociosanitaria y las administraciones penitenciarias. Es decir, todo aquello susceptible de ser privatizado a corto plazo. Ni Trump y sus consejeras ultraconservadoras lo hubiesen planteado mejor. Macron pretende dibujar un horizonte puramente basado en las teorías de Milton Friedman y su teoría del shock. Todo lo que pueda dar beneficios debe pasar drásticamente al ámbito de lo privado. Si después la mayoría de las ciudadanas no tienen medios para pagar tal o cual tratamiento en un hospital privado, “pues haber ahorrado” como diría nuestra Celia Villalobos patria. Si las residencias de mayores están saturadas y debe pagar lo que no tiene en una privada, mejor no se jubile. Lo de las prisiones es la misma historia, pero con un componente aún más perverso. Al transformarse la gestión en privada, las presas serán una mera mercancía que podrá ser explotada en un submercado negro del trabajo. Para hacerlo corto: lo que se suele ver en los telefilms de Antena 3, pero con carta de naturaleza.
Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene. Sin embargo, considerar las iniciativas del nuevo capitán francés de la nave europea sólo como singulares ocurrencias del vecino galo, es algo tremendamente peligroso. Si estas propuestas ya resultan tan brutalmente escandalosas como inaceptables, ¿cuál será el siguiente paso? ¿Privatizar la policía, el Ejército, los bomberos, la Educación o las ayudas al desempleo?
Quizás no se dé cuenta, pero a poco que mire con un poco de atención, se dará cuenta de lo cerca que estamos de todo este panorama orweliano. Sí, las canciones de cuna son la mejor herramienta para dormirnos plácidamente mientras todo se viene abajo. Como dice la mágica canción de Julien Clerc: “Había un pequeño navío que no sabía nada de estrellas, había un pequeño almirante que no veía cómo el viento crecía. Dormid, dormid, dormid… todo tiembla, y soñáis”.
¿Cuánto tiempo piensa seguir esperando a que la solución a tantos atropellos venga de las que, machaconamente, le prometen el cielo pero que invariablemente le entregan las catacumbas?
En fin, usted sabrá si prefiere despertar o seguir soñando con las cadenas aprisionándola de pies y manos. Nada más que añadir, Señoría.