En esta ciudad las críticas tienden a confundirse con persecuciones, maniobras perversas y, en el escalón más bajo del infantilismo, con la manía. Cuando las críticas se extienden a buena parte de la ciudadanía, estos argumentos pierden peso y es entonces cuando uno debe hacer un ejercicio de reflexión para, aunque cueste, sospechar siquiera que algo está fallando, que algo no se hace bien. Resulta que la gestión del delegado del Gobierno está siendo criticada por muchos ciudadanos entre los que me incluyo, por supuesto. Y no porque le tengamos manía, nos caiga peor o queramos amargarle el puesto. Esas excusas servían cuando en Primaria acudíamos a la seño a protestar por quien nos incordiaba, pero no para una ciudadanía que primero salió a la calle para protestar por la inseguridad y ahora está viendo cómo el problema de la frontera le está afectando de forma sangrante. Si uno sale a la calle y pregunta, se enterará de cuál es la crispación general.
Vivas se equivoca. Se equivoca cuando confunde la gestión de su también delegado con las simpatías mayores o menores que le tenga. Por eso responde a las críticas ciudadanas con la frase de que “el delegado no puede hacer más, se está entregando en cuerpo y alma y trabaja mucho”. El presidente quizá no quiera enterarse de que los demás ciudadanos también nos entregamos en cuerpo y alma a nuestras funciones, también trabajamos mucho y si no podemos hacer más en nuestros trabajos lo que recibimos es una manita en la espalda y la carta con nuestra próxima dirección laboral: la cola del paro. Y fruto de la gestión de un delegado que se atreve a decir que la frontera no es caótica o solo sabe culpar de la situación a los empresarios, es la situación que vive hoy la ciudad: con hoteles con menor ocupación, con tiendas a donde no llegan los clientes porque se quedan atrapados 12 horas en la cola, con vecinos que no pueden hacer su vida normalizada porque se quedan atrapados, con trabajadores de empresas que ya temen por sus puestos de trabajo. Y estos, señor Vivas, son también sus ciudadanos, le hayan o no votado. No trabajan en el Ayuntamiento, que parece que es la única estabilidad que le preocupa, sino en la empresa privada afectada por unas normas inaplicables en una frontera como la que tenemos, atrasada, sin medios suficientes porque desde Madrid no han hecho caso ni, parece, que se lo hagan ahora, teniendo en cuenta que tuvo que implorar al director general de la Guardia Civil su ayuda ante los sufrimientos padecidos.
Por eso don Juan se equivoca, porque cree que esto es un juego de niños cuando lo que está en juego es la ciudad y su futuro. Que nos guste más o menos el delegado del Gobierno puede formar parte de las tertulias domingueras no del debate que necesitamos escuchar.