50 del pasado siglo. Ese señalado domingo se instalaban mesas petitorias en lugares estratégicos de nuestras calles céntricas, y los jóvenes salíamos en tropel, provistos,entre otras más corrientes,de las curiosas huchas que senos entregaban para pedir un donativo a los viandantes, colocando un alfilerito con el emblema del Domund en las solapas de quienes contribuían.
Lo hacíamos como cristianos, pero también –hay que reconocerlo-porque nos permitíaa los chicos y las chicas ir unidos durante toda una mañana llena de sana alegría. Es de aclarar que, por aquel entonces, los domingos eran los días de mayor animación en las calles ceutíes. Un bullicio que nada tenía que ver con el desangelado ambiente dominical de hoy en día.
Las famosas huchas, como puede verse en la fotografía que acompaña a esta colaboración, eran ni más ni menos que unas cabezas de cerámica, con apertura en la parte de arriba para recibir a través de ella las aportaciones, así como con un lema sobre la ayuda a las misiones, representando tales cabezas a las diversas razas originarias de los países clásicos demisiones: el “chinito”, el “negrito”,
el indio americano…
Ya no se usan, que yo sepa.
Alguien habrá interpretado,quizás, que podían conllevar un cierto atisbo de racismo.
Para aquella época, nada más alejado de la realidad. Era la forma más normal y directa de reflejar hacia quienes se dirigía en definitiva el Domund, gracias a la labor de los siempre abnegados misioneros que estaban allá lejos, con ellos, para predicar el Evangelio de Jesucristo.
Precisamente, el Papa BenedictoXVI ha proclamado ahora el Año de la Fe, a la vez que está poniendo todo su empeño en conseguir lo que se ha denominado la “nueva evangelización”, esfuerzo encaminado a lograr la recristianización de Occidente. Por desgracia, nada hay más necesario, pues la slot machines online sociedad occidental, imbuida de materialismo, está volviendo la espalda a los valores fundamentales y trascendentes de la religión cuyos principios constituyen las más profundas raíces de nuestra cultura y de nuestra civilización. Tan es así, que si siguieran utilizándose aquellas huchas, hoy tendría que añadírseles necesariamente otra cabeza, la de un blanco con chaqueta y corbata, porque –aunque sea triste reconocerlo- las naciones de Occidente se han convertido a estas alturas en tierra de misiones.
Mientras trescientos cincuenta millones de cristianos están siendo vejados, discriminados, oprimidos y hasta asesinados en determinados lugares del mundo, sin que ello les impida permanecer firmes en la fe, como demuestra el caso ejemplar de la pakistaní Asia Bibi, que sigue encarcelada y condenada a muerte en su país por supuestas blasfemias contra la religión allí oficial, los occidentales nos hemos vuelto acomodaticios, escépticos y –además-insensibles e insensibles frente al holocausto que amenaza a tantos millones de personas por el mero hecho de profesar el cristianismo. Recordemos, a título de ejemplo, las terribles explosiones en iglesias de Nigeria llenas de fieles, con tremendas consecuencias en pérdida de vidas, y, sin ir más lejos, la explosión,
antes de ayer, de uncoche-bomba en el barrio cristiano de Beirut, que ha causado ocho muertos y más de cien heridos
Por eso es verdaderamente oportuna la proclamación del Año de la Fe. Hay que empeñarse en el esfuerzo de recuperar el espíritu cristiano, hay que avivar el rescoldo que sin duda queda en el alma de tantos bautizados, hoy alejados de la religión, para encender
de nuevo en ellos la llama de la fe que nos legaron nuestro santepasados.
Porque en ese empeño nos va el futuro, resulta preciso recristianizar Occidente, sin olvidarnos de Ceuta, que por esencia forma y debe seguir formando parte de esa parte del mundo.