En este 2024 se cumplen más de ochenta años del éxodo de la España vencida, inicialmente hacia la frontera francesa, y muy pronto hacia otros destinos europeos, africanos y americanos. Entre estos, un buen número de exiliadas ceutíes. Destacando la doctora ceutí Antonia Castillo Gómez, pero también partieron hacia ese exilio otras muchas ceutíes de las que apenas sabemos nada.
La doctora ceutí, anotar que volvió a España en 1966 desde su exilio mexicano. En ese viaje de regreso, recordaría cómo fue expulsada en 1939 pese a haber sido la primera mujer médico en Ceuta. La acompañaba su marido, el prestigioso filósofo Luis Abad Carretero.
Nació un 27 de noviembre de 1907 en Ceuta. Su padre, Enrique Castillo, era propietario de una fábrica de conservas de pescado. Antonia tuvo cinco hermanos. El 28 de agosto de 1923, con tan solo 15 años, el rectorado de la Universidad de Sevilla expidió su título de bachiller. En ese último curso (1922-1923), obtuvo sobresaliente con matrícula de honor en la asignatura de alemán. A principios del curso siguiente (1923-1924), se trasladó a Madrid para estudiar medicina, carrera que finalizó con excelentes resultados en junio de 1928 y contando 20 años.
"Golpe Militar. En la tarde del 17 de julio de 1936, llegaron a Ceuta rumores de que las tropas se habían sublevado en la vecina Melilla. La doctora Castillo comenzó a preocuparse por las consecuencias"
Hacia 1932, Antonia Castillo ya se había independizado de la tutela familiar y vivía en su propia casa, situada en la calle Camoens, 15. Allí atendía a los enfermos ayudada por su hermana África. También tuvo tiempo para pronunciar varias conferencias en la Casa del Pueblo dirigidas a las mujeres de los obreros; entre ellas, la titulada El seguro de maternidad. El papel de la mujer en la sociedad española llegaría a adquirir una gran importancia durante la II República. Hasta ese momento, la presencia femenina en la vida social y política del país era prácticamente inexistente.
La doctora Castillo y el profesor Abad contrajeron matrimonio en enero de 1936, con la Segunda República Española. La doctora Castillo continuó en su cargo de médico de la Beneficencia Municipal atendiendo en su consulta a mujeres sin recursos.
En la tarde del 17 de julio de 1936, llegaron a Ceuta rumores de que las tropas se habían sublevado en la vecina Melilla. La doctora Castillo comenzó a preocuparse por las consecuencias del golpe militar principalmente para su marido por ser un dirigente político. Afortunadamente, Luis estaba en Madrid en ese instante.
"La doctora Castillo pudo advertir que las detenciones y los fusilamientos sumarísimos eran constantes"
Oficialización los sublevados la represión conforme los días pasaban, la doctora Castillo pudo advertir que las detenciones y los fusilamientos sumarísimos eran constantes, así como las depuraciones de funcionarios. Los colegas de profesión de Antonia también sufrieron la dura represión que siguió al levantamiento. Así, el alcalde de Ceuta, Sánchez Prado, fue fusilado. Al comandante médico Rafael Castelo, destinado en el hospital militar de Ceuta, le separaron del servicio con libertad provisional. Un consejo de guerra condenó a Federico González Azcune a doce años de prisión. El joven doctor Enrique Santiago Araujo, militante socialista y miembro de la UGT, fue sacado de la prisión durante la madrugada del 21 de agosto de1936 y asesinado en la vía pública junto a otras ocho personas más. Enrique Velasco Morales murió asimismo asesinado durante los primeros días de la sublevación.
Además, el 1 de noviembre de 1936, el alcalde de Ceuta, teniente coronel José Tejero, ordenó al Servicio de Vigilancia que se tomasen las medidas represoras que hicieran falta contra el personal del ayuntamiento, cuyos miembros sufrieron la inquisición del Juzgado Especial de Depuraciones. La doctora Castillo fue una de las represaliadas.
Los procedimientos sumarísimos de urgencia, como los acontecidos a la doctora Castillo y que la legislación fijaba como fórmula ocasional, se convirtieron, sin embargo, en la única fórmula empleada por los tribunales para juzgar los supuestos delitos de los que no eran adictos al nuevo régimen.
La doctora Antonia Castillo destituida del Ayuntamiento tras el golpe militar, continuó en su puesto de trabajo, aunque Ceuta se había convertido en una ciudad llena de miedo y recelo. Las fuerzas sublevadas comenzaron a efectuar detenciones selectivas con la ayuda de patrullas de falangistas.
Como ya se ha señalado, el marido de Antonia, Luis Abad, se encontraba en la península en el momento de la asonada pudiendo salvar la vida gracias a ello. La doctora sabía perfectamente que a todos los funcionarios municipales que hubieran tenido vinculación alguna con partidos políticos o sindicatos —o solamente estado a favor del régimen republicano— se les instruía un expediente.
"Con este expediente, se pretendía castigarla por sus conferencias en la Casa del Pueblo y su compromiso social con las mujeres de los obreros"
En febrero de 1938, recibió una notificación informándola de que su sueldo quedaba suspendido en tanto su proceso se instruía. La comunicación de este expediente no le llegó hasta el 20 de diciembre de 1938 acusándola injustificadamente de «negligencia en su trabajo como médico tocólogo, o acusaciones de falta de atención a sus pacientes…», entre otras cosas.
Con este expediente, se pretendía castigarla por sus conferencias en la Casa del Pueblo y su compromiso social con las mujeres de los obreros, así como por ser la esposa de Luis Abad, presidente de Izquierda Republicana. Dicho primer expediente tan solo fue el comienzo de un tortuoso camino del que, por desgracia, aún le quedaba mucho por recorrer.
La doctora ceutí se vio obligada a volver a comenzar y luchar por su supervivencia en un ambiente que le era hostil, que no le perdonaba su reciente pasado. La promulgación de la ley antes mencionada permitió, además, que la represión económica se extendiera.
Antes de salir de Ceuta, fue recibida un escrito, la Comisión Depuradora le aclaró los fundamentos del expediente sancionador: «1º Haber dado en cierta ocasión un mitin en la Casa del Pueblo, 2º Ser simpatizante de la política de izquierdas y 3º no ser de confianza para el Movimiento Nacional».
El juez instructor solicitó diversos informes sobre su comportamiento profesional a diversos estamentos de la ciudad. El más extenso y acusador de todos ellos fue redactado por el delegado de Orden Público de Ceuta el 10 de diciembre de 1938, y en él se puede leer:
«Fue vicepresidente de la Asociación de Empleados Municipales y aparece en una fotografía reunida con los más significativos socialistas de esta Plaza con ocasión de un mitin celebrado en la Casa del Pueblo. Se ignoran antecedentes masónicos. Está casada con el catedrático Sr. Abad (socialista furibundo), que se encuentra en la zona roja haciendo campaña contra la Causa Nacional. Se la considera, como su esposo, de ideas extremistas. Dio conferencias en la Casa del Pueblo en propaganda electoral en el año 1933 no volviendo a actuar al contraer matrimonio con el Sr. Abad, diciéndose que se debía a que este era excesivamente celoso. Ha observado buena conducta pública y privada y se comporta bien en lo profesional, se ignora su forma de pensar con respecto al Movimiento Nacional».
Camino del exilio mexicano finalmente, las diversas sanciones impuestas a la doctora la obligaron a marcharse de Ceuta y buscar una alternativa de futuro. Así pues, causó baja en el Colegio de Médicos de Ceuta el 30 de julio de 1939. La siguiente noticia que se tiene de ella, según el historiador López Gómez, data de finales de 1940 y la sitúa en Burgos, aunque antes permaneció en Madrid durante algunos meses; a día de hoy todavía se ignora con qué fin.
Este refugio le permitió madurar la idea de marcharse al exilio mexicano, donde podría reencontrarse con su marido, que se hallaba internado en un campo de concentración en Orán. En abril de 1946 ya se encontraba trabajando como facultativa en la ciudad de Tampico, puerto del noreste de México perteneciente al Estado de Tamaulipas. Una vez establecida, se especializó en el campo de la oncología ginecológica llegando a convertirse en una prestigiosa pionera en el estudio del cáncer en este país.
Posteriormente, viajó a Nueva York con el objeto de ampliar sus conocimientos. La doctora Antonia Castillo, se abre camino como una prestigiosa oncóloga. Reencuentro con su marido tras 18 años Antonia no había vuelto a ver a su marido, el prestigioso filósofo Luis Abad Carretero, desde el golpe de Estado de julio de 1936, que les obligó a separarse al temer ambos por sus vidas. A finales de 1952, su marido, Luis abad se traslada a México. Se afinca en la capital. Participa en varios seminarios en el Colegio de México. En esta época, publica muchos libros destacando el titulado Una filosofía del instante, en 1954. En 1956 es nombrado profesor titular de la Cátedra de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Todo eran éxitos para ambos en México, pero añoraban España y, en 1966, emprendieron viaje a Madrid con la esperanza de que la dictadura no les exigiese saldar viejas cuentas. Marcharon a Almería y se ignora si la doctora ceutí volvió a pisar su ciudad natal. El matrimonio compró una casa en Gádor. A finales de 1970, la doctora Castillo advirtió un importante barruntamiento de su salud y, en vista de su progresivo empeoramiento, decidieron regresar a Madrid. A principios de 1971, falleció y Luis Abad decidió enterrarla en Gádor, adonde regresó para morir a su vez el 13 de noviembre de ese mismo año.
Las acusaciones de falta de atención a los pacientes eran poco sólidas dada su excelente formación clínica y más que probada dedicación a los enfermos. La charla que impartió en la Casa del Pueblo era simplemente educación para la salud. En cualquier caso, fue destituida de su cargo en febrero de 1939 por desafecta al Movimiento Nacional. En mayo de 1939, la comisión gestora del ayuntamiento de Ceuta, en la sesión del día 8, acordó aprobar la propuesta recaída en el expediente de depuración iniciado por el juzgado instructor especial a funcionarios. El 20 de noviembre de 1939, se le incoó expediente de responsabilidades políticas, uno de los instrumentos fundamentales para dar cobertura legal a la represión practicada en la España de Franco. En su primer artículo, la Ley de Responsabilidades Políticas declara la responsabilidad política de las personas físicas y jurídicas que, desde el primero de octubre de 1934 y hasta el 18 de julio de 1936, «contribuyeron a crear o agravar la subversión del orden, y de aquellas personas que después de julio del 36 se hayan opuesto o se opongan al Movimiento Nacional, ya sea de forma activa o con una pasividad grave». Las personas a que esta norma se refería eran todas las relacionadas con organizaciones del Frente Popular y aquellas otras que no participasen activamente en el nuevo orden político. Por si su expulsión del ayuntamiento no hubiese sido suficiente, la represión continuó ejerciéndose sobre la doctora. El 5 de diciembre de 1940, el director general de Sanidad trasladó un escrito disponer la inhabilitación para el desempeño de puestos de mando o de confianza, postergación en el escalafón durante cinco años y traslado forzoso con prohibición de solicitar cargos vacantes en igual periodo de tiempo.
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