Ceuta cuenta con unas magníficas condiciones para realizar actividades al aire libre. Nuestro clima es benigno y nuestra naturaleza generosa y diversa. Ofrece oportunidades de ocio tanto a los que les gusta el mar, como a los que prefieren el monte. Hace algunas décadas eran pocos los que paseaban por el campo, pero de un tiempo para acá el panorama ha cambiado de forma importante. Aún recuerdo los primeros pasos de la asociación Senderista Anyera, encabezada por entonces por un pequeño grupo de entusiasta personas, entre las que cabe citar a Alberto Ferrero, Paco Escobar, Narciso Colmenar y Luis Cortés. Con el tiempo surgieron otras entidades con similares inquietudes, como la muy activa asociación Manada. A día hoy contamos en Ceuta con una Federación de Deportes de Montaña y Escalada (Fdmec) que agrupa a siete asociaciones relacionadas con ambas modalidades deportivas.
La propia Fdmec, a título colectivo, -como las asociaciones de forma individual-, ofrece un calendario de actividades muy completo y variado. El número de inscritos a estas pruebas no deja de incrementarse con el paso de los años. Un ejemplo ilustrativo son las más de ochocientas personas que participaron en la III Integral Sierra Bullones, celebrada en el año 2015. Se trata de una prueba muy exigente, aunque no menos atractiva. No estamos ante un paseo campestre, sino ante una competición de alto nivel incluida en el Copa Hércules Trail. Esto hace que cada día sean más los participantes procedentes de otros puntos de la geografía española contribuyendo, de este modo, a la promoción turística de nuestra ciudad. En la misma línea hay que hablar de la Carrera cívico-militar Cuna de la Legión que en su última edición contó con cerca de tres mil inscritos.
En términos generales podemos hablar de un auténtico boom de los deportes que tienen como escenario principal a la naturaleza. Resulta casi imposible no salir al campo a pasear sin cruzarte con un corredor o un ciclista. Los aficionados a estos deportes, junto a los senderistas, han contribuido de forma importante a la señalización de los senderos y a la apertura de nuevas rutas. Los fines de semana los montes de García Aldave y Hacho son un hervidero de gente andando, corriendo o montando en bicicleta. Sin duda este tipo de actividades contribuyen a la salud física y psíquica de la población. Necesitamos abandonar el sedentarismo y el distanciamiento de la naturaleza.
Desde nuestro punto de vista aún estamos atravesando una fase intermedia entre el alejamiento del medio natural y su disfrute pleno. Sin ser plenamente conscientes de ello, hemos trasladado la competitividad y las prisas a un ambiente, como el de la naturaleza, que invita a la contemplación y el sosiego. Desde el respeto a todas las personas para las que el deporte es una parte fundamental de sus vidas, yo me considero un alumno de Juan de Mairena, el célebre profesor ideado por el genial Antonio Machado. Decía mi maestro que “para crear hábitos saludables, que nos acompañen toda la vida, no hay peor camino que el de la gimnasia y los deportes, que son ejercicios mecanizados, en cierto sentido abstractos, desintegrados, tanto de la vida animal como de la ciudadanía. Aun suponiendo que estos ejercicios sean saludables, -y es mucho suponer-, nunca ha de sernos de gran provecho, porque no es fácil que nos acompañen sino durante algunos años de nuestra efímera existencia. Si lográsemos, en cambio, despertar en el niño el amor a la naturaleza, que se deleita en contemplarla, o la curiosidad por ella, que se empeña en observarla y conocerla, tendríamos más tarde hombres maduros y ancianos venerables, capaces de atravesar la sierra de Guadarrama en los días más crudos del invierno, ya por deseo de recrearse en el espectáculo de los pinos y de los montes, ya movidos por el afán científico de estudiar la estructura y composición de las piedras o de encontrar una nueva especie de lagartijas”.
Lo adecuado, desde nuestro punto de vista, sería llevar una vida sana, comiendo de manera frugal y sin abusar de ciertos alimentos, y haciendo el suficiente ejercicio para mantenernos en una buena forma física. En este estado estaremos preparados para hacer de nuestras salidas a la costa y al campo toda una aventura. El objetivo de acercarnos a la naturaleza tendría que ser vivir experiencias significativas y gratificantes, como a las que alude el maestro Juan de Mairena. A la naturaleza hay que adentrarse con curiosidad, admiración y reverencia. Todos nuestros sentidos tienen que estar despiertos para captar el espíritu del lugar que recorremos en nuestro tranquilo y sereno paseo. Si estamos atentos percibiremos la infinitiva variedad de formas y colores que caracterizan a la naturaleza y a las especies que la habitan. Oiremos el canto de las aves, y con el paso del tiempo aprenderemos a distinguirlas e identificarlas. Escucharemos el discurrir del agua por los arroyos, el zumbido de las abejas y las carreras de los reptiles que huyen ante nuestra presencia. Oleremos la sinfonía de olores que impregna el aire en primavera. Un perfume que nos acompañará horas después de abandonar el campo. Sentiremos el tacto cálido de los árboles, y el rugoso o pringoso de algunas hojas.
Cuando el cuerpo lo pida o nos invite algún árbol nos sentaremos junto a su tronco para contemplar el paisaje, emocionarnos ante la belleza de la naturaleza y dejar volar nuestra imaginación. A algunos nos gusta dejar testimonio de estas experiencias describiéndolas en una libreta y después compartiéndolas con los demás. No hacemos otra cosa que lo que nos enseñaron nuestros maestros Virgilio, Goethe, Emerson, Thoreau, Whitman, Geddes, Unamuno o el mencionado Antonio Machado. Todos ellos practicaron lo que en el mundo anglosajón se conoce como Nature Writing (escritura de la naturaleza). Si algo tienen en común estos autores fue su adoración de la naturaleza y el reconocimiento de su carácter mágico y sagrado. Sintieron cerca el “genius loci” de los lugares en los que nacieron y vivieron. Entraron en su alma y lo que sintieron lo expresaron en palabras destinadas a perdurar hasta el fin de los tiempos. No obstante, la palabra no es el único medio de transmitir lo que la naturaleza quiere decirnos. Hay quien está más dotado para la pintura, la escultura, la fotografía, la música, el teatro, etc…Las Musas se reparten a sus elegidos y les enseñan los secretos del tipo de expresión artística que encarnan.
Con el tiempo y la práctica uno descubre que el compartir los textos escritos en la naturaleza no es lo fundamental ni el éxito editorial el objetivo de darlos a conocer. Es muy posible que pasen desapercibidos y minusvalorados, con o sin razón. Lo importante son las experiencias que uno ha vivido, la comunicación que has conseguido establecer con un plano de la realidad inimaginable para muchas personas, la comunión tan íntima que has logrado con la naturaleza y el cosmos. Henry David Thoreau emprendió la aventura de construirse una cabaña junto a la laguna de Walden y pasar allí dos años de su vida porque, según el mismo cuenta, “quería vivir deliberadamente, enfrentarse sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido”. Y lo consiguió. Vivió de manera deliberada y aprendió que no hay mayor aventura que explorar nuestro mundo interior. También aprendió que “si avanzáramos confiadamente en el dirección de nuestros sueños y nos esforzáramos por vivir la vida que habíamos imaginado, nos encontraríamos con un éxito inesperado en las horas corrientes”. El bosque le enseñó a tener paciencia y no esperar el éxito inmediato. “Por mediocre que sea vuestra vida”, -dejó escrito Thoreau entre las conclusiones de su obra “Walden”-,”aceptadla y vividla; no la esquivéis ni la denostéis. No es tan mala como vosotros”.
Lo que necesita el alma, aprendió Thoreau durante su estancia en el bosque, no lo puedes adquirir con dinero. Por desgracia, la mayoría de las personas se preocupan más de alimentar su ego que su alma. Esta porción divina que contenemos, quienes creemos en su presencia, podemos enriquecerla y, de este modo, dar un salto trascendente hacia una dimensión desconocida y eterna. El alma, como dijo Emerson, “está en el origen y es más extensa que el espacio más vieja que el tiempo, amplia como la esperanza, rica como el amor”.
Aunque todo lo envuelve y todo lo penetra, la manera más efectiva de entrar en contacto con el “anima mundi” es acercarte con veneración a la naturaleza y escuchar lo que tiene que decirte.