Opinión

Discurso de Jesús en la Montaña

Myriam estaba muy contenta, pues acababa de tener una experiencia, para ella, diferente a lo habitual. Resulta que llamó como suele hacer, a la Comunidad de Franciscanos en Jaffo, y se encontró con la sorpresa de que la ponían en contacto con Regina, una señora de Bulgaria, que se ha instalado en la ciudad para organizar a los cristianos de los alrededores, a fin de que reciban catequesis y estén unidos en lo bueno y en lo malo. Le han cedido la iglesia para las reuniones y oración conjunta. Allí a los búlgaros les tienen un cariño especial, porque en la Segunda Guerra Mundial ellos protegieron a los barrios judíos, e incluso escondieron a muchos en sus casas cuando sufrían peligro extremo. Y ninguno murió en aquel país, por eso cada año hacen allí una fiesta en recuerdo y reconocimiento a tan importante ayuda. Ellas quedaron por teléfono en que se verían para intercambiar ideas sobre el trabajo de Regina. Y el martes diecisiete de enero fue Regina a por Myriam en su coche, la llevo a Jaffo, aparcaron en la zona del puerto y allí se sentaron en un chiringuito a tomar pescado frito entre el pan, unas pitas o tortas sin miga, que las rellenan además de una serie de verduras que varían según la época. “Los marineros griegos y turcos venden el pecado sobrante de la venta al por mayor en estas pequeñas tabernas cerca de la playa, y por poco dinero comimos. No terminábamos nunca de hablar y cantar canciones en ladino, y los que estaban cerca, luego nos felicitaron por esa conversación tan amena sobre las Escrituras. Ella quiere que yo participe en esas catequesis, pero ya no puedo, me encuentro mayor y cansada. No obstante, de forma esporádica, nos veremos. Pasamos un día maravilloso”. (Y yo con ellas, pues a Jaffo hemos ido siempre juntas los domingos, en algunos veranos en que fui a visitarla, así que la ahora ciudad forma parte de mis vivencias anteriores). Guarda una historia importante. Por ejemplo, en Hechos se lee que cuando Pedro se hospedaba en casa de Simón el curtidor, junto al mar, el Centurión romano Cornelio, de Cesárea, hombre de gran piedad y temeroso de Dios, que daba muchas limosnas, sobre la hora nona tuvo una visión. Un ángel de Dios le decía que enviase hombres a Jaffo, y “haz venir a un cierto Simón, llamado Pedro”. Llamó a los soldados y los envió hasta allí. Al día siguiente, mientras venían por el camino, subió Pedro a la terraza de la casa para orar, hacia la hora sexta. Tenía hambre, quiso comer y le sobrevino un éxtasis. Vio el Cielo abierto, mientras bajaba un mantel grande sostenido por las cuatro puntas. Una voz le decía:”levántate Pedro, mata y come”. Él se negó hasta tres veces, porque eran toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves. La voz le dijo: “lo que Dios ha purificado no lo llames impuro”… Luego, los recién llegados le pidieron que fuese con ellos a Cesárea, porque el Centurión quería escuchar su palabra. Entonces Pedro comprendió el significado del sueño. Hasta el momento, a un judío no le era lícito entrar en casa de un extranjero para no contaminarse. Por otro lado, Jaffo tuvo una influencia decisiva en la importación del armamento cuando se avecinaba la guerra del cuarenta y ocho. Argumentaban que eran piezas de maquinaria agrícola, y desembarcaban todo en el puerto sin ningún problema, según se lee en “Oh, Jerusalén”, de León Uris. También hemos decidido concluir la historia de José.
Como continuaba la sequía por Egipto y su entorno, tomaron la decisión los hijos de Jacob de regresar a por trigo. Tenían que llevar a Benjamín, para obedecer a lo que había dicho José. Llevaban además el dinero del trigo que no se pagó la vez anterior. Jacob los bendijo y les pidió que volvieran pronto. Cuando llegaron a Egipto recibieron un caluroso saludo del Primer Ministro, que les preguntó si aún vivía su padre. Al verse con Benjamín tuvo que contener su emoción. Los invitó a comer y luego  ordenó José a su mayordomo que en los sacos de trigo les pusiese ocultos el dinero y su copa de plata. Cuando se iban los once tan contentos, el mayordomo les obligó a abrirlos y allí estaban la copa y el dinero. Los llevaron a José, que les preguntó: “¿Por qué pagáis bien con mal?” Y como se había encontrado en el saco de Benjamín, dijo que él se quedaría en Egipto. Ellos imploraban perdón, para que su padre no muriese de pena. Entonces José se descubrió ante ellos, los abrazó y pidió que fuesen a buscar a Jacob; allí en Egipto tendrían abundantes pastos. Cuando Jacob supo que su hijo vivía quiso ir enseguida a verlo… Allí vivió aún diecisiete años.
Cuando iba a morir reunió a sus doce hijos y los bendijo en términos proféticos. Trasladaron su cuerpo a Canaán al lado de Abrahán, Isaac y Rebeca. José murió cincuenta y cuatro años más tarde, y también llevaron allí sus restos, al Valle de Mambré, junto a sus padres.
José es figura del Mesías, porque fue aborrecido por los suyos, vendido por veinte monedas a los ismaelitas, estuvo tres años en prisión y fue llamado Salvador del mundo. El Mesías fue aborrecido y perseguido por Su Pueblo, vendido por treinta monedas, al tercer día resucitó lleno de gloria y se elevó triunfante al Cielo en Su Ascensión…Así acabamos Myriam y yo y a continuación hemos seguido hablando de nuestras cosas…
Jesús ha vuelto a convocar a la multitud en el mismo lugar que el día anterior. Es extraño, un romano vestido según su costumbre, se ha colocado discretamente aparte, para no causar repugnancia. También están Esteban y Hermas. No demora el Señor su discurso. “Recordad, no vine a destruir la Ley. Siempre os he dado valor para seguirla, porque quiero que lleguéis al camino luminoso, no por temor al castigo, sino con la alegría, seguridad y confianza del premio, que consiste en la conquista del Cielo. No cambio una tilde de la Ley, que os la dio el Altísimo en el Sinaí. Sacó la Ley de Su Pensamiento y Su Amor. Pero la Ley la hicieron los hombres indescifrable, imposible de cumplirse con el paso del tiempo, con preceptos y más leyes humanas, de este modo sepultan entre escombros la Ley Santísima de Dios. La planta aplastada por escombros, se muere. Así también la Ley. Pero Yo vengo a resucitar la Ley, arrancando todo lo que no es de Dios, sino del hombre. Yo la completo poniendo en su cima la corona de los Consejos Evangélicos. Yo la perfecciono y la hago santa, con las virtudes necesarias que hacen al hombre santo, cuando ya ha conseguido sabiduría y riquezas celestiales. El Verbo Divino no se fatiga, aunque es Creador continuo, pues continuamente Él es alimentado. Comprende el Altísimo el dolor del mundo, pero también se alimenta de las alegrías del Cielo. Se nutre de Dios, y en Él se regocija. Por eso, atended. Yo no cambio, ni recorto la Ley, ni la corrompo, sino que la completo. Así será hasta el último día; no cambiará una palabra, ni se anulará un precepto. Quien quiera salvarse que la acepte tal como fue dada, así tendréis unión inmediata con Dios. Yo hablaré para las almas sencillas, para que nadie hable de que está en la oscuridad y todos comprendan el significado de la Ley. Y quien viole algún Mandamiento, en el Reino de los Cielos tendrá su merecido. Y también los que perviertan a otros. Aquel que invite a los demás a la obediencia, será santificado en el Cielo. Yo no puedo mentir aunque me odien los enemigos. Los escribas y fariseos creen ser más justos aumentando los preceptos, sin cambiar por completo sus corazones, pues son falsos profetas y doctores del equívoco. Son lobos feroces, que se acercan con piel de cordero y vestiduras que aparentan santidad. Se burlan de Dios diciendo que aman la verdad, y están en la mentira. Observad sus hechos antes de seguirlos. El hombre puede hacerse pasar por un santo y luego ser un ladrón, fornicador, lujurioso y mentiroso. En ese caso, su oración es hipócrita, falsa, capaz de matar la fama del prójimo. Para dar testimonio del Señor hay que ser un siervo verdadero. El árbol bueno, produce frutos buenos y el árbol malo produce frutos malos, con flores rodeadas de espinas. El hombre injusto sólo es reverenciado por temor, o miedo a sus represalias. Yo no os digo “matad a los falsos profetas y fariseos hipócritas”. Dejádselos a Dios, pero “gastad cuidado y apartaos, no vaya a ser que os envenenen”. Ahora os diré cómo debe ser amado el prójimo. Pues bien, antes se os dijo “amarás a tu amigo y odiarás a tu enemigo”, porque era bueno que así fuera, cuando el hombre aún no tenía el consuelo, ni la sonrisa de Dios. Ahora son tiempos nuevos, en los que Dios manda a Su Hijo por amor al hombre y para redimirlo. Quien os habla es el Verbo, como una Gracia especial que se derrama sobre el que cree en el Mesías. Y Yo os digo que améis a los enemigos. Aunque se os calumnie, perdonad y amad. Poned la otra mejilla cuando se os abofetee, pues vais a estar preparados para  soportar la ira. Si se os roba, pensad que el hermano tiene necesidad; dadle la túnica si os quitó el manto, así no tendrá que robarla a otro. Aunque sea un vicio y no una necesidad, dadlo igualmente, que Dios os recompensará y el ladrón pagará por su pecado. Porque si sois mansos, el pecador aprenderá de vosotros, y controlará su vicio. Sed siempre generosos con ellos, pues si tú te encuentras un día en necesidad, te gustaría ser socorrido. Haced con los demás lo que os gustaría que se os hiciese a vosotros. Antes se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”, que es una venganza, pero esta fórmula no está en los Mandamientos. Por tanto, queda anulado por esta otra máxima: “Ama a quien te odia, ruega por quien te persigue, disculpa a quien te calumnia, bendice a quien te maldice, haz bien a quien te hace daño, sé pacífico con el furioso, transige con el intransigente, socorre a quien te necesita y no te aproveches de él. No critiques, no juzgues. No sabéis los importantes cambios que tendréis en vuestra vida al obrar de este modo. Sed generosos y tened misericordia con los demás. Cuanto más deis, más se os dará, que Dios lo ve todo y os dará mucho más. Intentad amar y que os amen. Los pleitos cuestan más que un arreglo amigable. Así os quiere vuestro Padre del Cielo, que os da la lluvia y el sol a todos por igual. No es ningún mérito amar a los que os aman y de los que esperáis algún regalo. Eso hacen los publicanos y paganos. Pero vosotros amad porque sois semejantes a Dios, y Yo quiero en vosotros la perfección del Amor. Sed perfectos como vuestro Padre que está en los Cielos. Pensad que todas las acciones son vistas por Dios. No sirven para nada las limosnas, si antes no hemos eliminado rencores por amor a Dios, sabiendo perdonar de corazón. No guardes rencor al que te ofendió y reconcíliate con tu hermano. Luego ven al encuentro con Dios. Este sacrificio te traerá santidad. Ponte de cuerdo cuando negocies, pues si continuamente y con obstinación te metes en pleitos, puedes perder, tener que pagar los gastos que producen estos pleitos, e incluso ir a la cárcel. Levantad la mirada hacia Dios para solucionarlo todo. Él os salvará siempre. Y os diré más: alguien aquí Me odia, quiere curarse y no se atreve a pedírmelo. Hágase lo que deseas y que de tu corazón salga el rencor. Idos. Mañana os seguiré hablando”. Nadie se atreve a preguntar quién ha sido curado. Pedro Le pregunta, pero Jesús no dice nada. Ante la insistencia responde: “sus ojos están sanos. Su alma que odia, sigue enferma, pero el Señor mandará siempre Su Misericordia hacia él”. Y se lamenta de los corazones tenebrosos que Le rodean. “Ven Conmigo, Simón, que necesito tu compañía. Y contemplaremos a solas el bello mar de Galilea desde la cima de la montaña”. Al día siguiente hay aún mayor gentío en el lugar donde el Señor habla. Comienza: “El hombre peca por no tener honradez y sinceridad. Para no ser un caballo desbocado intenta ponerse un freno con el juramento. EL octavo Mandamiento dice: “No dirás falso testimonio”, pues Dios os quiere sinceros. En Deuteronomio (23,23) se dice: “Debes mantener la palabra que una vez salió de tus labios, haciendo cuanto prometiste al Señor Dios tuyo”. El que siente necesidad de jurar es porque no es sincero, y su prójimo le hace jurar, ya que desconfía de él. El perjuro se burla de Dios, es un farsante que pone a Dios por testigo, o invoca el nombre de sus seres queridos para inducir al prójimo a que lo crea. Por eso, es un sacrílego, ladrón, traidor y homicida de Dios, pero cuando aparezca Aquel a quien se le ha dado pleno poder, con Su mirada os fulminará y os marcará con Su maldición, ya que el hombre que es  ladrón, se apropia de una honra que no es suya. Dios lo ve todo, no hay muralla, ni cueva profunda donde no penetre Su mirada, y sabrá juzgar según el corazón del hombre. Antes se introdujo el juramento para evitar la mentira, pero Yo os digo ahora: “no juréis jamás, ni por el Cielo, ni por la Tierra, ni por Jerusalem y su Templo, que es la Ciudad del Gran Rey y la Casa de Nuestro Señor. Ni sobre las tumbas de los muertos, ¡dejad a los espíritus en su lugar!, que no sufren, pues ya vislumbran el momento de la Redención. Dejad también a los santos en su paz y a los no santos en sus penas. La Caridad prohíbe que juréis por los muertos. Recordad que los condenados pertenecen a Satanás, por eso odian. No juréis ni por vuestros padres, ni madres, hijos o esposas, que son creaturas libres y no podéis serviros de ellos como si fuesen vuestros esclavos, para reafirmar vuestras mentiras. Y sabed que no nacen siempre hijos justos de padres justos. Ni una mujer santa se casa siempre con un hombre santo. Y de un pecador pueden nacer hijos santos. Tampoco juréis por vuestra cabeza, ojos, lengua o manos, pues todo es de Dios, nada es vuestro. Sólo sois custodios temporales de lo que Dios os ha concedido. No desafiéis  a Dios con la mentira, que podría tomaros la palabra y os causaríais el mal. Cuidado con lo que os sugiere el maligno al hablar. Decid las palabras justas, usando la brevedad y la prudencia. Los hipócritas quieren que todos los vean en las sinagogas y crean de forma equívoca que son piadosos, pero ante Dios son culpables de sus maldades. Así no conseguiréis el prestigio, sino que seréis blasfemos y perversos, llenos de vanidad y soberbia. Sólo Dios os puede proclamar santos. Desead la recompensa eterna que viene de Dios, la recompensa humana es efímera. Orad con todo vuestro ser, que Él es Padre Creador y ama mucho a Sus hijos. Entrégale de corazón todo lo que es Suyo. El hombre justo posee un corazón recto, y el bien que hace genera aún más bien, como la sangre que se renueva en las venas y regresa enriquecida de oxígeno. El perverso tiene su corazón negro, lleno de veneno, de engaño. Si un corazón es puro obtiene continuas bendiciones de Dios. No lo olvidéis. Lo que abunda en el corazón es lo que brota por los labios y se revela en las acciones. Forjaos un corazón sincero, lleno de pureza. Aquí en la Tierra no tenéis un conocimiento completo de Dios, pero cuando lleguéis a Él os llegará el conocimiento que os falta. Por ahora, cuando queráis hablarle al Rey de los ángeles entrad en vuestra habitación, en paz y silencio interior. Habladle en secreto, que es vuestro Padre, pero antes dejad fuera todo lo que es del mundo, y empezad a orar vacíos, sin nada que os estorbe. En verdad os digo que muchos oráis sólo con los labios; pues bien,  es un ruido que no llega a ninguna parte. Si quieres salvar al mundo ve a por agua de ese divino pozo inagotable, y acoge al que llega necesitado, con caridad, y socórrelo en sus necesidades. En realidad esa oración superficial es idolátrica, que no sirve, pues orar es amar. Amas cuando oras, cuando cocinas, cuando meditas o socorres a un enfermo. Sacrifica tus deseos y recógete en el Señor, sin miedo y seguro que Él te escucha. Recibiréis muchas Gracias Celestiales, aunque no las pidáis. Deja que Él actúe solo, pues sabe lo que necesita cada uno. Pedid y se os dará, buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá, porque quien pide recibe; quien busca encuentra, y quien llama se le abre. Cuando un hijo vuestro os dice  “padre, tengo hambre”, ¿le dais una piedra? Y si os pide pescado, ¿le dais una serpiente? … Si sois imperfectos y dais lo mejor a vuestros hijos, ¡cuánto más os dará vuestro Padre Celestial!”... El Rabbí ha hecho una pausa, pues  el auditorio guarda un silencio absoluto, y está ensimismado. Pero va a proseguir en un instante. BIBLIOGRAFÍA:  María Valtorta, “Poema del Hombre Dios. Antiguo y Nuevo Testamento.

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