La UDCE vuelve a las reclamaciones identitarias del periodo en el que estuvo coaligada con IU, pero ahora con el PSPC como convidado de piedra, tras haber perdido éste la mitad de sus votantes en los últimos comicios. Ha vuelto por sus fueros, con la reclamación de una identidad diferenciada basada en la religión y el dariya, legitimando esta reclamación sobre la supuesta situación de racismo que viven y cuyo corolario sería la implantación de un sistema de discriminación positiva.
Reforzar la identidad de los musulmanes ceutíes (y por ende la diferencia con el resto) ha sido desde antaño uno de los objetivos de las élites políticas musulmanas de la ciudad. La búsqueda de un reconocimiento del dariya ha sido uno de estos ejes, para lo cual han buscado su promoción mediante conferenciantes de prestigio o concitando el apoyo de partidos como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y el PNV, que llegaron a elevar al Congreso de los Diputados, la introducción del dariya como lengua vehicular en la educación. El otro eje de actuación es la religión, porque aunque lo enmascaren bajo el ambiguo término de “cultura”, la identidad diferenciada que se reclama es la religión. La “cultura musulmana” no existe como tal, a no ser que consideremos que cualquier grupo que profese el Islam, en cualquier sociedad, posea esa “cultura musulmana”, es decir, a no ser que consideremos que los musulmanes bosnios, los musulmanes ceutíes y los musulmanes indonesios, poseen la misma cultura. Sería más apropiado hablar de la cultura de los musulmanes ceutíes, en la que habría que incluir, además de la religión, otros rasgos como los étnicos, lingüísticos, las costumbres y las tradiciones.
Pero la reivindicación de una identidad diferenciada no es algo inocuo, sino que tiene una finalidad política, la de obtener un trato preferente para este grupo, y es ahí donde se introduce la reclamación de una “discriminación positiva”. Y es que la discriminación positiva, a pesar del calificativo, no deja de ser un tipo de discriminación profundamente injusta ya que, y perdonen la autocita, “lo que distingue a las acciones o políticas de discriminación positiva de otras prácticas comunes en las políticas sociales, es que los criterios utilizados para identificar a los beneficiarios son diferentes de aquellos por los cuales se entrega el beneficio”. Es decir, para combatir la pobreza (por ejemplo) en Ceuta el criterio para “discriminar” no sería el nivel de ingresos o las carencias materiales, sino la pertenencia a una determinada religión. Profesar el Islam seria así una característica determinante para ser discriminado positivamente, lo que inevitablemente introduciría un trato desigual y numerosos interrogantes: ¿Todos los musulmanes ceutíes se encuentran en la misma situación de exclusión socioeconómica, educativa o laboral? ¿Si se establece una discriminación de trato o acceso por el hecho de pertenecer a una religión, también se verán beneficiados los conversos, a pesar de que éstos, que provienen de otro grupo, no han sufrido la posición de desventaja inicial que se atribuye a los musulmanes? ¿Qué sucederá con aquellos, escasos por otra parte, musulmanes ceutíes, que no se consideran muy creyentes e incluso son agnósticos? ¿Deberán someterse a un examen de fe para poder beneficiarse de la discriminación positiva?
Este tipo de propuestas, además de provocar el resentimiento social del resto de la población, tal y como sucedió en Estados Unidos entre los blancos de clases bajas tras la discriminación en favor de los afroamericanos, no obtienen los resultados esperados ya que siempre favorecen a los más favorecidos del grupo, como ha demostrado la implantación de las cuotas. Discriminar en razón de religión o etnia resulta un asunto especialmente espinoso y nos retrotraería a los tiempos de los estatutos de limpieza de sangre. Por último, resulta paradójico que este grupo político reclame en un mismo acto una igualdad efectiva de todos los ceutíes, a la vez que solicitan un trato preferente y diferenciado para una parte de aquellos ceutíes que profesan una determinada religión.