Opinión

La dimensión ucraniana de Ceuta

En la madrugada del día 24 de febrero, el ejército ruso invadió Ucrania. A partir de ese día no solo morirían en los campos de girasoles seres humanos, también lo haría la mezquina ingenuidad europea. Cuando se acabe esta guerra, y eso no será mañana, las cancillerías occidentales deberán hacer frente a un nuevo mundo, más inseguro e inequitativo que el que siguió a la disolución de la Unión Soviética. Será el momento, si no se ha hecho antes, de lamentarse por no haber sabido aprovechar una oportunidad histórica, quizá irrepetible, para que la torturada bicefalia del alma rusa se decantase definitivamente por su vertiente europea.
No pudo ser o no se quiso que así fuera, tanto da. La frívola expansión al este de la UE y de la OTAN alimentó el secular recelo ruso, al tiempo que ambas organizaciones se debilitaban al aceptar en su seno fórmulas estatales que no habían resuelto sus inconsistencias internas. Cuando Ucrania y Georgia explicitaron su candidatura, Putin reaccionó con la anexión de Crimea y la ocupación del Donbás; y ahora le ha tocado al resto de Ucrania.

"España tiene derecho a plantear en Bruselas si lo que reclaman otros es válido también para Ceuta"

La reacción, en una Europa habitualmente tan reluctante a correr riesgos, no se ha hecho esperar. Suecia y Finlandia, dos naciones que para no irritar a su susceptible vecino habían hecho de la no pertenencia a la OTAN una de sus señas de identidad, revisarán ahora esa política. El canciller alemán Scholz ha sido el primero en reconocer que los tiempos en que la defensa ocupaba la última prioridad de gasto han quedado atrás.
Destinará este año cien mil millones de euros a esa rúbrica, unas diez veces lo que gasta España, y aceptará lo que ha sido una prédica en el desierto de sucesivas Administraciones estadounidenses: que los aliados europeos dediquen a la defensa al menos el dos por ciento del PIB. El alemán es un claro y contundente mensaje para quien quiera escucharlo, ya que se trata de una nación que acreditó el año pasado 3,5 billones de euros en esas cuentas. Mientras, aquí las cifras sonrojan: España comprometerá este año poco más de doce mil millones, un magro 1,2 por ciento del PIB.
Al anuncio finlandés y sueco, Putin reaccionó advirtiendo de que tendrá «graves consecuencias político-militares», lo que obligó a las primeras ministras Magdalena Andersson (Suecia) y Sanna Marin (Finlandia) a dirigirse al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, para que la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del pasado 11 de marzo se pronunciase sobre la disposición de los aliados a prestar la asistencia mutua que prevé el artículo 42.7 del Tratado de Lisboa. Esa llamada a la solidaridad europea está justificada por no ser ni Suecia ni Finlandia miembros de la OTAN. Si ese hubiera sido el caso, estarían obligadas a satisfacer sus inquietudes de defensa en esta última organización, como se dispone en el segundo párrafo del artículo antes citado.

"Convendría que el Gobierno de España vaya saliendo de la zona de confort en la que se encuentra"

Puede que alguien considere que esto es aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, o mejor el Dniéper por Jersón, pero España tiene derecho a plantear en Bruselas si lo que reclaman otros es válido también para Ceuta (y Melilla), como respuesta a la reiterada beligerancia de Marruecos con estas dos ciudades de acreditada y varias veces centenaria españolidad. Ni en Ceuta ni en Melilla es de aplicación el sistema de garantías de la OTAN, al no ser parte del continente europeo que menciona el artículo 5 del Tratado de Washington. Pero en cambio, y de ahí la paradoja, la membresía de España en la Alianza Atlántica le obliga a resolver sus inquietudes de seguridad en este foro, lo que perjudica a las ciudades norteafricanas.
Quizá haya llegado el momento de corregir el error garrafal que se cometió en 1982, y por razones exclusivamente domésticas. Convendría que el Gobierno de España vaya saliendo de la zona de confort en la que se encuentra, para plantear de una vez por todas si cuenta en el norte de África con la solidaridad europea. Eso sí, dada la preocupación que aquí hay por la defensa, haría bien en preparar una respuesta para cuando le pregunten por lo que la misma España está dispuesta a hacer por ella.

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