Marruecos atraviesa una de las mayores presiones migratorias de su población. La fuga de marroquíes en patera aumenta, sobre todo la protagonizada por jóvenes y menores que acostumbran a difundir sus marchas grabando las travesías con sus teléfonos móvil. Youtube hace el resto. Las redes sociales ayudan a extender, a modo de logro, unas particulares hazañas que en demasiadas ocasiones terminan de forma trágica o con expediente de expulsión, tras ser interceptadas por la Guardia Civil.
Esta semana la Benemérita pudo detener a hasta 4 patrones de embarcaciones que trasladaban a magrebíes cobrándoles más de 2.000 euros por plaza. En otras no hay siquiera piloto, son los propios inmigrantes los que se turnan después de hacerse con semirrígidas para cruzar el Estrecho. Algunos llegan a su meta, engordando las listas de sin papeles que se entremezclan entre las bolsas de irregulares que se desperdigan por la península. De otros nunca se sabe su destino o sus cuerpos terminan apareciendo sin vida en el mar.
Las cifras de inmigrantes marroquíes interceptados en el mar por la Guardia Civil de Ceuta superan las de los subsaharianos. En datos globales, el repunte es evidente. Y no solo está vinculado con el conflicto en la zona del Rif, sino también con la crisis cada vez más sangrante que vive una población sin futuro, unos jóvenes que no encuentran trabajo ni alternativas.
Antiguamente la visión de los magrebíes que habían conseguido trabajo en Europa a su regreso vacacional con motivo de la OPE constituía ese efecto llamada que provocaba la salida de aquellos que querían tener ese mismo futuro. Hoy, las redes sociales hacen el trabajo al difundir imágenes en las que, extasiados, los protagonistas de estas travesías muestran eufóricos su marcha de Marruecos esperando unos logros que no siempre se producen.
Sin datos sobre su paradero, todavía hay familias que esperan llamada de los que partieron. A pesar de la publicación de sus historias y de las gestiones de las oenegés nada se sabe de jóvenes como los hermanos Achraf y Nabil, desaparecidos el 8 de agosto junto a sus amigos Hamza y Mohamed después de embarcar en una patera. Las familias denuncian la presión de las mafias que juegan con la desesperación de un reino que no ofrece alternativas a su alto índice de población joven.
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