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Diez años de la tragedia

La madrugada del 29 de septiembre de 2005 Ceuta quedó bloqueada. La llegada de decenas de inmigrantes heridos al viejo Hospital de la Cruz Roja y a los ambulatorios hizo que se bloquearan todas las asistencias médicas programadas para aquel día. Faltaban camas, faltaba personal y sobraban demasiadas heridas abiertas producidas por las concertinas.

Era el resultado de la entrada, a la carrera y presos del pánico, de cientos de inmigrantes que literalmente toparon con la valla perimetral. Días antes se habían publicado las historias de cómo hombres, mujeres y niños malvivían en los campamentos de Beliones, de cómo eran asediados constantemente por los agentes marroquíes que hacían uso incluso de perros para forzar su marcha del lugar. Era una presión contenida que explotó esa madrugada cuando los inmigrantes huyeron de sus asentamientos y fueron tiroteados por la espalda. Cinco fallecieron. Esa fue la cifra que se dio de manera oficial. Los cadáveres y sus autopsias quedaron al otro lado del vallado. Los supervivientes siempre hablaron de más, pero sus versiones no pasaron de una crónica periodística, nadie les creyó.
Diez años después de aquella tragedia, queda por resolver la responsabilidad judicial en estos crímenes. Nadie la asumió en un claro ejemplo de que la judicialización de los casos cuando topan con esta frontera de por medio terminan siendo un imposible.
El PSOE en el Gobierno optó por tomar decisiones al más puro estilo ‘manu militari’: desplazó a los militares a la valla, ordenó que ésta fuera elevada más metros y que se reforzaran sus concertinas. Para dar la versión oficial de lo ocurrido mandó a su número 2, Teresa Fernández de la Vega, que eligió el tono más despreciativo posible a la hora de referirse a los hechos acontecidos. Su rueda de prensa en la Delegación del Gobierno se recuerda como una de las más frías, cortante y hueca de las ofrecidas por miembros del Ejecutivo central.
¿Investigaciones? Era la palabra prohibida, nuca las hubo, porque los partes internos que se enviaron entre departamentos estaban bien lejanos a tal fin. ¿Expulsiones? De aquello nada se habló, como tampoco del inmigrante que tuvo que ser descolgado del vallado después de morir desangrado por las cuchillas que coronan las alambradas. Aquella noche fue una auténtica burla a los derechos humanos. Todo se ordenó de forma precipitada. Los heridos fueron en su amplia mayoría trasladados a centros sanitarios, pero otros fueron expulsados sin miramiento.
Al frente de la Comandancia de la Guardia Civil se encontraba el teniente coronel Carlos Guitard, ahora colocado al frente del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Su voz quedó recogida en la hilera de audios que publicaron algunos medios de comunicación, entre ellos El Faro, y en los que se dejó constancia de las órdenes políticas dadas que se cumplieron a rajatabla. “Si se puede abrir la valla, ¡para afuera!”. Esa era la orden que escucharon por los equipos de transmisiones los guardias civiles y que acataron, reuniendo a los subsaharianos que estaban en el lado español y expulsándolos para que Marruecos se hiciera cargo de ellos, cargándolos en autobuses y abandonándolos en el desierto.
La tragedia de aquella madrugada dio paso a otra mayor que fue ‘emitida’ por capítulos. Nadie preguntó si entre aquellos inmigrantes había peticionarios de asilo, ni si entre los que fueron tratados como ‘masa’ había embarazadas, heridos, refugiados... Las órdenes del Gobierno que ejecutó sin contemplaciones la Benemérita fueron esas: expulsar, expulsar y expulsar.
Los guardias civiles de servicio tuvieron que asegurarse una y otra vez de las órdenes que se les daban, incluso algunos mostraron su malestar porque se veían obligados a engañar a los subsaharianos reuniéndolos en una zona cuando en definitiva lo que se iba a hacer era expulsarlos. “Los tenemos a todos aquí apiñados entre la valla y el muro de la ITV. Están un poco revolucionados y los estamos tranquilizando poco a poco. Entonces espero órdenes. Si podemos abrir la puerta por la valla y rechazarlos o nos quedamos con ellos aquí”, preguntaba un agente del Cuerpo. La orden se tuvo que repetir en varias ocasiones: expulsar.
Diez años después todo sigue igual. De las víctimas nada ya se sabe. Este episodio forma parte de la crónica de sucesos que incluso hay quienes quieren obviar. La justicia nunca se aplicó ni nadie se sentó en un tribunal para responder de los 5 asesinatos. Una vez más el silencio.

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