Parafraseando al mítico grupo “Golpes Bajos”, no corren precisamente buenos tiempos para la lírica, ni muchísimo menos. Nos sigue tocando respirar unos extraños aires, cada vez más contaminados, en los que sacar los pies del tiesto equivale al guillotinazo social. El mero hecho de intentar pensar contra corriente se está convirtiendo en una práctica socialmente inviable, sólo tolerada en estériles elites pseudo intelectuales, que apenas si arañan la superficie de lo evidente. Yermo panorama a la vista.
Pero a pesar de los pesares, no puedo menos que seguir afirmando, todo lo alto que pueda, que lo que se anhela va ya mucho más allá de lo que puedan aportar las sempiternas ópticas de toda la vida que ofrecen, una y otra vez, un mismo enfoque de la Sociedad, sólo diferenciado por poco más que un infantil cambio de siglas. Ver a los distintos líderes políticos y caer en la desilusión del “todos son iguales” (aunque no sea literalmente así) es todo una. Se lo han ganado a pulso, tod@s.
Mientras, y en todos los ámbitos, la brecha es cada vez más evidente, la fractura cada vez más brutal entre quienes lo tienen todo y quienes, a pasos agigantados, se van quedando sin nada. La reforma laboral es uno de los estandartes más significativos de lo expuesto. Esta norma, sin duda, es la mejor representación de caída en los abismos. En un par de años, si no lo remediamos, se habrán acabado, por ejemplo, los convenios colectivos y con ellos los derechos de los trabajadores…aunque cierto es que siempre nos quedarán los culebrones de La Primera para soñar en un mundo color de rosa y amores bajo palmerales tropicales. Algo es algo.
Así pues, la guerra está abiertamente servida entre siervos y Señores…o mejor dicho, de Señores contra siervos. Se recorta en Educación minimizando, y desvirtuando sin rubor, (cuando no ridiculizando) el trabajo de la comunidad docente. Se impone el aumento de horas en la jornada laboral de profesores y maestros pero, al más mínimo rechazo, el potente aparato de “agit-prop” contamina el ambiente con imágenes de vagancia y señoritismo en los enseñantes. Enérgicamente se afirma que la protesta es, en realidad, un pretexto de los funcionarios que no están dispuestos a aceptar trabajar un puñado de minutos de más, con la que está cayendo aseguran falsamente apesadumbrados. Lo cierto es que la verdadera lectura confirma que hay menos medios humanos y materiales para nuestros hij@s, hecho que está condenando a las aulas de la Pública a transformarse en verdaderos parkings para futuros parados donde, quién menos recursos tenga se preparará, concienzudamente, para acabar siendo “carne de cañón”. Para el que tenga posibilidades económicas, el horizonte será radicalmente opuesto. Favorecer las castas, se llama la canción. ¿Les suena verdad?
Misma historia en Sanidad. tal y como se ha hecho en Cataluña, se aprobará el sobrepago (me niego a hablar de copago, eso es lo que se venía haciendo hasta ahora con nuestros impuestos) y la Sanidad pública estará condenada a ser residual a medio plazo mediante la presión de los Lobbys de las aseguradoras privadas. Esto sí que va a ser fácil de comprender: tienes y te curas, no tienes y siempre te quedará la fe en las estampitas, pero poco más. El “deseado” modelo USA está pegando a la puerta.
Es, sin duda, todo un institucional, legalizado y asumido atraco a mano armada. Permítanme un rápido apunte paralelo: ¿Alguien se ha molestado en cuantificar cuántos de nuestros miles de millones de Euros se han evaporado en las cuentas opacas de los corruptos? Parece que no. ¿Por qué no se articulan entonces drásticas medidas para recuperarlos? Quizás si se fuese por esa vía lograríamos tener más medios para Sanidad, Educación, Justicia y el largo etcétera duramente recortado.
Pero no, no parece que las cosas vayan por ahí. Tema tabú donde los haya, la corrupción es algo que sólo pasa en casa del vecino político aunque, eso sí, al final, la pagamos nosotros. Definitivamente, nos siguen tomando por gilipollas…con nuestro consentimiento, claro.
Así, podríamos seguir con una interminable lista de agresiones que, al final, nos llevarían a un mismo punto: no queda espacio para las medias tintas, ya no. Ahora que los “cizallazos” a los derechos son una constante, las palabras “Ellos” y “Nosotros” han aquirido, de pronto, un evidente significado; hasta ahora los dos vocablos no habían desdibujado tan rudamente la salvaje realidad, o no lo habíamos sabido/querido ver. Tampoco, hasta ahora, dos palabras habían dejado tan a las claras las posiciones de cada cual en el tablero.
Evidentemente, esto es, en toda regla, una guerra social no declarada en la que el Poder establece el campo de batalla y determina las armas de los contendientes, al tiempo que, como todo buen estratega, emplea la confusión y la mentira como bombas de destrucción masiva. Por su parte, los partidos políticos de izquierda son inoperantes y hacen muy poco, o nada, para ofrecer sólidas alternativas a tanto atropello (demasiado ocupados en sus guerras cainitas supongo con pesar). Desarmados pues ideológicamente, y sin apoyo en el que sustentarse, los de abajo ven cómo el foso que les separa de los de arriba es cada vez más insalvable.
Ya no es, pues, tiempo de pensar si los movimientos tipo 15-M carecen de legitimidad o si piden, a fuer de carteles y pintadas, utópicas soluciones para un mundo convulso. Eso ya pasó. Ahora sólo nos queda espacio para determinar si estamos dispuestos a aceptar ser tratados como ganado o si, por el contrario, vamos a ser realistas pidiendo lo imposible, es decir, un mundo mejor.
Como ya hemos repetido en otras ocasiones, en unos tiempos en los que pagar la hipoteca o llegar a fin de mes es toda una heroicidad, podría creerse que el hecho de pedir una toma de conciencia para ponerle freno a este ataque frontal sea, en sí, del todo descabellado. Sin embargo, no queda otra salida; ya lo dijo en otro momento el pensador italiano Camilo Berneri: “ahora -dijo- no nos queda posibilidad de elección. No se trata de pensar en transformar la Sociedad o, por el contrario, pensar en defenderse; o la defensa es una transformación en sí, o nada será ya posible”. Más evidente no puede ser.
Tenebroso panorama pues en el que, aquí, Al Sur del Edén, estamos inmersos. Nos estamos jugando el futuro en una mesa llena de tahúres y con las cartas marcadas. La pregunta sigue siendo ¿por qué aceptamos sus reglas sin rechistar, a sabiendas de que no sólo nos van a desplumar, sino que, además, nos vamos a transformar en sus esclavos, y ello por la imposibilidad material del pago de la deuda? ¿Es que no lo vemos? ¿Tan listos son ellos y tan torpes nosotros?
Ya lo dice mi mañica preferida en un tono poco filosófico, pero sí muy directo: de tanto agacharnos no nos va a quedar ni culo que enseñar. Lo dicho, directa sí que es la de Pina de Ebro.
Visto lo visto, queda poco espacio para el optimismo ni para otra cosa que no sea la oposición frontal a una dicotomía social que acabará, a poco que lo permitamos -y camino de ello vamos- por enviarnos al 1984 de Orwell. ¿Exageraciones? Más quisiéramos…