Las cenas de Nochebuena pueden llegar a ser auténticas manzanas de la discordia en las que se puede armar el Belén (nunca mejor dicho).
Pensamos durante 500 noches y ejecutamos en 19 días la plinificación de este ágape anual que celebramos con un comedero de coco que asusta al más pintado.
Invitados, comensales, sillas que pedimos a los vecinos, mesas supletorias de playa, vajillas del año de la Polca, servilletas con filigranas y cubiertos que tendrán las iniciales de la familia de los tatarabuelos. Son los preparativos del ágape, de la cenorra del año.
Sentar en la mesa a los comensales también tiene su pelendengue, al igual que señalar a las personas que se presenciarán en festín para celebrar el nacimiento del Niño Dios.
Padres, suegros. Cuñados, abuelos, hijos y algún descarriado de turno que se colará entre las viandas. Siempre hay que sentar a “un pobre en la mesa” como marca la tradición.
Los fogones a todo meter, los aperitivos : gambas, gambones, chuletas, chuletones, hostiones, percebes y cefalópodos a feira.
El plato fuerte: cochinillo lechal con una naranja en la boca y destruído a platazos como hacía el famoso Cándido.
Abanico de caldos: vinos de la zona, champagne Catalán, refrescos de siempre para los niños.
Luego los frutos secos, los escarchados, los turrones EL lobo, Xixona, el almendro, 188O ( el más caro del mundo). Polvorones la Estepa, Alfajores de la Reina Mora y bombones Ferrero Roché. Para terminar unas aguas de Vichy para un eructo educado.
Ya las bebidas espiritosas y que llegarán a las tantas.
Los más píos irán a misa de Gallo (que vale para todo el año) y los jóvenes abandonaran la bacanal para mover el esqueleto en cualquier botellón.
Antes de empezar, seguiremos en la tele el “Discurso del Rey” que nos dirá lo mismo que en todas las Nochesbuenas.
Será complicado evitar discusiones por cosas pasadas y rencillas no superadas. Hablar de política es venderle el alma al diablo y el socorrido tema de fútbol también nos puede dar alguno que otro susto. Ya ha habido muertos en estas reuniones. Lo vi en un programa de Iker Jiménez.
Los víveres sobrantes pulularán por la nevera todas las fiestas hasta que terminen en el contenedor pasando los 19 días de Sabina.
Habrá villancicos; en la tele darán paso a la momia de Raphael que nos indicará el camino que lleva a Belén y se resucitarán a algún que otro artista más viejo que carracuca o de la época de Maricastaña ya pasados a mejor vida.
Brindaremos por los ausentes que van dejando sus sillas a las nuevas generaciones y, acabado todo, pasaremos la melopea como mejor podamos.
Mi abuelo Carlos era muy gracioso: para espantar al personal decía “vamos a acostarnos que esta gente querrá irse”.
Yo, que soy un filósofo existencialista recuerdo una letra de estos villancicos populares “la Nochebuena se viene, la Nochebuena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más.”.