Yo deshojaba la margarita. No sabía si hablar directamente con la persona de la tercera edad que tenía junto a mí o por el contrario hacerme el ignorante y pasar de el. Pero no tuve elección. Me empezó a hablar ese hombre de complexión grande, con unas lágrimas evidentes en su cara. “Sí. Estoy emocionado. Yo no soy una niña que se tira muchas fases de su vida limpiándose las lágrimas. Soy un anciano atrapado en un cuerpo que hace pocas fechas iba yo asimilando. Pero ahora que me han dicho que tengo una enfermedad incurable y que me queda poco de estar en este mundo es cuando me he dado cuenta de una serie de cosas que nunca había caído. Pero como dice un viejo refrán: Más vale tarde que nunca”. Tengo unos hijos preciosos. De ellos nunca me he arrepentido de haberlos criado. Mis nietos han sido formidables. Buenos estudiantes y me han querido y respetado también. Lo que les he achacado mucho es que tengan una edad en la cual podrían tener hijos y hacerme bisabuelo pero no quieren. Siempre me hablan de que primero está la diversión y luego la devoción de tener una responsabilidad. Yo siempre discrepo de que tener un hijo sea eso. Ya que tienen a mucha gente junto a ellos. Pero no están por tomar esa decisión.
Yo les he contado muchas veces que cuando conocí a Paquita, mi mujer, supe que sería la madre de mis hijos. Nos casamos jóvenes. Eran otros tiempos. Como se animan en decirme. Pero también nos divertíamos. Íbamos al baile y allí nos hinchábamos de lo que había. El tinto, calimocho, los brandis, el anís, etc. Pero si no nos reprimíamos los padres echaban el hombro para ayudar a la joven pareja. Hoy se ve un rato con los niños y mucha diversión por su lado. Creo que no es muy normal. Pero no quiero que me llamen carcamal. Nunca pensé en desear un bisnieto. Pero pensando ahora. En el momento que me han dicho que me quedan pocos telediarios, es cuando veo más claro que estoy encerrado en una cubierta que no tiene repuestos. Eso no debería de ser así. Igual que los coches cuando se van averiando se le van cambiando las piezas, nosotros también tendríamos de optar por lo mismo. A mí me haría falta la verdad una reforma total. Han sido muchos años de dejadez. Sólo pensar en los míos. Estar con este que le hace falta tal cosa y al otro otra. Y yo no tenía tiempo de verme como he hecho esta mañana. Me he visto en el espejo de mi baño hecho un viejo. Ese la verdad que no puedo ser yo. Me encuentro hecho un chaval. Pero todavía tengo en mis oídos el eco de mi médico.
“Juan disfruta lo que puedas. No te quedan muchos días”. Yo he salido disparado de allí. No pienso decirle a nadie lo que me ha pasado. Y pensándolo bien confío en tu discreción. Yo sólo le brinde una sonrisa y el siguió hablando. “Mi vida ha sido muy densa, pero esperaba durar un poco mas. Ahora que tengo los días contados, la verdad que no se que hacer. Pero como tengo la costumbre no me debo de derrumbar. La guadaña la tengo encima. Pero me iré al otro barrio con una sonrisa. Eso lo tengo muy claro. Lo que pienso ahora es ponerme a escribir para que mis pocos dineros se los repartan en iguales términos mis hijos. Que nadie piense en quedarse con algo más que otro. Ya no puedo repartir más amor. No tengo tiempo. Pero eso sí. Quiero hacer una fiesta. Aunque todos pensarán que hay tomate. Pues bien se tendrán que comer las palabras ya que no pienso decir nada de mi mal. Eso que se diviertan. Y que me recuerden con una sonrisa en la boca. Anda vente que te voy a invitar a ti a una cervecita y a unas tapas”.