He visto las letras nacer, y he visto las palabras arrugarse, vencidas por el silencio. Me siento bien con los dedos manchados de tinta, mientras busco una forma que distraiga mi ser.
Llegué tarde a la edad de los libros, es verdad, cuando el alma aún joven se llena de conocimiento, y descubre los secretos de la vocación.
En vez de atender los cuadernos del periodismo, me dedique a atesorar vivencias en la continua búsqueda de la belleza. Pero, ¿de qué sirve ser un experto de los caminos en esta sociedad de las prisas y de la competencia?
Cuando quise darme cuenta ya estaba fuera de juego, y con el alma quebradiza por el fracaso existencial; o al menos, esa era mi justicia.
Ya solo quedaba consultar a la luz de las estrellas sobre como jugar la carta del destino.
Entonces, me reuní con mis pensamientos y di con una posibilidad, que aunque pequeña, me hizo sentir esa fiebre que es la ilusión, y más allá, una placentera sensación de esperanza. “¿Por qué no emplearse en la expresión de las ideas? ¿Por qué no darle palabra a tus viajes de leyenda?” A fin de cuentas, ¿cuánto cuestan unas libretas?
Las entrañas albergan felicidad cuando ves que el horizonte se acerca.
Ya solo quedaba la magia, y así pude comprarme un escritorio de madera; recipiente que llené con mil horas de espera.
Pasaron los días, las noches, y la luz de las velas; y en la juventud tardía la madurez llamaba a las puertas. Ya no era testigo ciego, sino que era el protagonista de una historia de la que solo sabemos el comienzo.
Con la mente llena de estanterías donde depositar los recuerdos, la mejora de la salud mental es evidente, y ahora puedo afrontar mis obligaciones, y darles remedio.
Qué importante es interpretar lo que sucede en tus adentros, y darle un orden a tu mundo de emociones y de sentimientos.
La sinceridad nos desnuda, y la paciencia nos permite dar consejos; así que os invito a que busquéis en el interior los pasos que cayeron en el olvido, porque allí están las claves con que afrontar un nuevo tiempo.
Y mientras, yo aquí, resistiendo las envestidas del frío invierno, de la sinrazón, de las palabras vacías.
Ahora debo marcharme, porque la realidad pide su sitio. Pero al menos quedará la sombra de un sueño, de unos momentos que vivisteis conmigo.