Maruán Yacub saca del bolsillo siete folios escritos en árabe por una cara, doblados en acordeón. Es su "diario". En él, este sudanés relata su experiencia en la tragedia de Melilla, donde vio la muerte a pocos metros. Lo hace en seis capítulos: desde "El comienzo", hasta "La masacre".
Escrito a bolígrafo, a veces negro a veces azul, nos lo enseña en un café del barrio pobre de Rabat donde malvive este joven de 29 años, uno de los veteranos en el intento de salto más mortal ocurrido en la valla que separa Marruecos de la ciudad española, con al menos 23 emigrantes fallecidos.
Maruán quiere publicar su diario. Es su manera de contribuir a dar a conocer lo que viven las personas migrantes que, como él, recorren miles de kilómetros huyendo de la guerra y la pobreza en busca del sueño europeo.
Éste de siete páginas es solo de los cinco días desde que salió de Rabat hasta la tragedia de Melilla, una pequeña parte del camino. "Os puedo escribir tres más sobre Egipto, Libia y Argelia", se ofrece.
Licenciado en Filosofía en Jartum, Maruán huyó de su país en julio de 2019 tras recibir una bala en una manifestación de protesta contra el expresidente Omar Hasán Ahmad al Bashir. Le rozó el hombro y, de la impresión, se desmayó. "Fue el día más largo de mi vida", dice enseñando la pequeña cicatriz.
Desde allí, con lo poco que tenía y el dinero que le prestan amigos que trabajan en el extranjero, llegó a Egipto, donde vivió hasta hace cinco meses cerca de El Cairo. Entonces decidió ir a Marruecos para cruzar a España.
El primer capítulo de su diario narra su salida de Rabat, donde vive -antes en la calle y ahora en una pequeña habitación compartida con unos compatriotas-, y su viaje hasta Seluán, una localidad industrial de la provincia de Nador.
"Salí de Rabat con tres personas el 19 de junio. Pensaba que íbamos a ser los únicos negros en el tren, pero había otros 150 viajando a Nador", escribe.
El segundo explica su llegada a Nador, la localidad marroquí fronteriza con Melilla en cuyos bosques y montañas se esconden los emigrantes esperando a pasar a la ciudad española.
"Bajaron todos del tren y se pusieron a correr. No se a dónde corrían. Nos dividimos entonces en pequeños grupos para que no nos detuvieran. Después de mirar el móvil, descubrí que estábamos corriendo en sentido equivocado. Les avisé que teníamos que volver a la estación para irnos hacia la montaña".
Maruán describe entonces tres montañas de Nador, bautizadas por los emigrantes con diferentes nombres, y cómo las recorrió en busca de otros subsaharianos para juntarse con ellos e intentar cruzar a Melilla.
"Buscamos en tres montañas: la montaña quemada, la montaña 'Morocco' y la montaña Kosovo. La montaña quemada mira hacia Nador, Bini Enzar (donde está el paso fronterizo) y Melilla. El monte 'Morocco' se asoma sobre Nador y desde allí el paisaje es espectacular. La montaña Kosovo es donde suelen vivir los africanos". Por esta última empezó su búsqueda.
"Fuimos juntándonos con los que nos íbamos encontrando. Ya éramos once personas. Un señor que sacaba agua de un pozo nos dijo que la policía había intervenido el día anterior contra los emigrantes. Nos sorprendieron sus palabras, pensábamos que arriba nos encontraríamos con el grupo. Aún así, subimos y al llegar al pico no había nadie. Eran las diez de la noche (del día 20). Dormimos y luego nos fuimos al 'Morocco', donde nos encontramos con dos personas más, ya éramos trece. Perdí mi mochila".
Llama al cuarto capítulo "desgaste", en un intento de transmitir lo difícil que fue encontrar a los demás en las montañas. En él narra su camino del 'Morocco' hasta la tercera montaña: "Fuimos a la montaña quemada. Escuché pasos de tres personas perdidas más, buscaban también al grupo principal. Eran chadianos. Eran las siete de la tarde (del día 22) y encontramos a otro grupo perdido desde hacía cinco días.
El día anterior al cruce masivo, el jueves 23, Maruán encontró al grupo en la montaña quemada: "Me sorprendió mucho la cantidad de personas que había. Algunos estaban sentados, otros de pie, comiendo, fumando y riéndose. Estaban seguros de que el viernes llegarían a Melilla", escribe.
"Escuché que había habido enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Hice mis cálculos y llegué a la conclusión de que el porcentaje de éxito de entrar a Melilla era del 1 %. Uno se levantó y entendí que era el momento de la partida de la caravana".
"Al amanecer, nos movimos del pico de la montaña hacia Melilla. Había mucha gente. Me recordaba a las caravanas de Omdurmán durante la revolución", escribe Maruán en referencia a las manifestaciones contra el expresidente en esa ciudad pegada a Jartum.
"Fuimos a Beni Enzar y las fuerzas de seguridad estaban esperándonos. Pudimos llegar hasta el paso y entrar. Abrieron las puertas, pero yo pensaba que tanta gente no podía pasar", dice en referencia al recinto donde se acumularon los emigrantes y algunos murieron aplastados.
En su diario, Maruán califica a los cuerpos acumulados como "escombros". "Yo estaba dentro con los escombros de personas", escribe. "Algunos murieron por asfixia, otros no hubieran muerto si hubieran traído ambulancias en lugar de darles golpes salvajes".
"En medio de los escombros, vi a personas muriéndose", sigue relatando Maruán en los últimos folios.
Cuando le preguntamos por ese momento, sentado en el café, explica que él consiguió salir de entre los cuerpos y mantener el tronco fuera, sin pisar suelo, y entonces vio a una persona a un metro y medio de él girada al grupo pidiendo que volvieran atrás.
"Yo repetí sus palabras a la gente de detrás, pero todavía presionaban más hacia adelante. Entonces le cambió la cara, le salió sangre por la nariz y sus ojos se volvieron blancos", relata entre cigarrillo y cigarrillo.
A él, aficionado a las series, lo que pasó en la tragedia de Melilla le recuerda al episodio "La batalla de los bastardos" de "Juego de tronos".
Y continúa describiendo de palabra cómo un zapato que se había puesto en la cabeza, atado con un pañuelo, le protegió. "Un policía me daba golpes como cuando quieres romper una madera. Cuando vio que le había dado al zapato, me golpeó en el otro lado".
Luego le metieron en un autobús, desde donde, sobre el mediodía, vio a una persona morir. "En el autobús pensaba: ¿dónde están las asociaciones humanitarias? ¿dónde están los periodistas?", se queja al recordarlo.
El autobús partió sobre las tres o cuatro de la tarde (la incursión ocurrió a las ocho de la mañana) y le llevó hasta Chichaoua, a 900 kilómetros de Nador.
La llegada a esa ciudad antes de volver a Rabat, adonde viajó gracias al dinero que le dieron mendigando, es el último párrafo de su diario.
"Nos dejaron en las calles de la ciudad, en el frío, y dormíamos al raso. Algunos tenían los huesos rotos y no podían andar. Otros no podían ni sentarse, pero todavía veía en ellos la esperanza de poder rozar el otro lado".
A pesar de lo vivido, Maruán tampoco se plantea volver atrás: "De todas las vías para llegar a España, optaré por la más fácil. Salgo de aquí para buscar la libertad".
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