Esta es una de las entradas que hay en el barco del timonel del Katrine Krog, Jorge Mejía. Se trata del tripulante que ya tiene concedida la incapacidad laboral, que accedió encantado a mostrar los papeles en los que ha manuscrito los pormenores del viaje.
Las narraciones se hacen más extensas conforme avanza el bloqueo, mostrando diferentes estados de ánimo, pero siempre con un estilo resumido, en el que se anota sólo lo esencial. Desde la madrugada en vela del martes 7 de diciembre, el séptimo día anclados, hasta momentos de más calma. Sólo dos días después de recibir la primera ayuda que espontáneamente organizó el Diving Center, Jorge Mejía escribe: “Ahora creo que fue vuestra Virgen la qué nos trajo a este pueblo tan bondadoso, la virgencita se la encontró mi compañero Omar en Marstal, el la tiene incrustada en una piedra que encontró en Marstal”.
El diario, que comienza el sábado 13 de noviembre con un escueto “salimos de Marstal, Denmark, a las 10.00 de la mañana”, registra con detalle los problemas que han llevado al Katrine a no poder completar su travesía. Un día después, notifica que en el puerto de Scagen no cargaron “ni fuel ni oil”, como lo único relevante del día. El Katrine, según las notas de su timonel, entró a España el 20 de noviembre, a través del Golfo de Vizcaya.
El primer problema mecánico llega el 23 de noviembre, frente a Lisboa: “Capitán, Chefmate(cocinero), Chief enginer (jefe de máquinas), deciden parar máquina, no tiene oil, por no romper engine (motor) y comenzamos a derivar hacia South desde paralelo 38’31’’N y 9’54’’W”. Al día siguiente continuaron igual entre los paralelos 9 y 10 oeste, ya que no podían encender las máquinas. Algo que no consiguen hasta el jueves 25 de noviembre: “La fragata Pegaso de la Navy (armada) portuguesa nos suple 100 litros de agua a las 7.00 de la mañana y por la tarde la policía marítima, y cogieron reporte de lo que necesitamos a bordo”.
Aun así, el barco seguía “derivando” todos los días, tal y como se refleja en el diario. Es en un trabajo rutinario de esta última etapa del viaje cuando Mejía se lesionó intentando hacer una reparación con mar picada, con olas de dos metros de altura. “Chief enginer necesita mi asistencia para colocar una bomba [...] En la maniobra me deslizo y caigo de espalda en la cubierta de popa golpeándome la cabeza y la parte baja de la espalda”.
Al final, el capitán decidió encender la maquinaria el día 30 de noviembre “rumbo a Ceuta, Marruecos”. Al menos, eso es lo que el armador creía, que ni siquiera estaba al tanto de la soberanía de esta ciudad. Aquí se ve que, dos horas después de decidir ir a Cabo Sines, se opta cambiar para echar el ancla en Ceuta, donde las dificultades no paran. En concreto, cuando se instalan en aguas ceutíes. El día 1 de diciembre echan el ancla, y al siguiente Mejía tiene que intervenir para reparar el “power para motor del ancla no funciona”(sic). Ese mismo día, tras todos los inconvenientes registrados en el viaje, Jorge Mejía empieza a pensar que algo va a ir mal de verdad. “La situación se está volviendo más crítica”, concluye antes de acostarse e intentar conciliar el sueño.
El 3 de diciembre entablan por fin contacto con la civilización a través de Cruz Roja, que le desembarca en Ceuta. “Yo fui diagnosticado cervicalitis y lumbargitis en un Hospital de Ceuta y me pusieron un collarín”. El diario hace referencia a su dolor varias veces, que no le deja dormir por la noche. No sólo el día 7, cuando se encuentra con Omar tomando café, sino también la madrugada siguiente, la del 8, cuando a las cuatro de la noche toma “tres pastillas para calmar el dolor, y todavía permanece”.
En el diario también se aprecia, por fin, la sensación de alivio que invade a la tripulación cuando ven que en Ceuta han recibido una amplia ayuda de la población. Primero la mención a la Virgen de Omar. Al día siguiente, 12 de diciembre, una simple pregunta: “¿Por qué siempre alguien tiene que sufrir antes de que la Verdad salga a la luz?”.
El diario, cuya última entrada es el 13 de diciembre, termina con un mensaje más que esperanzador. “Hoy tenemos un mes de haber zarpado de Marstal. [...] He pasado recordando a mi familia, hijos y amigos y en especial una persona que me dijo antes de marcharme ¡que tuviera fe en nuestro creador que él nos cuidaría! - pero además de eso quiero decir: Málaga, gracias por escuchar los gritos de tus hijos en medio del Mar, y a ti Ceuta no tengo palabras de agradecimiento por habernos tendido Vuestras manos, nos diste de beber cuando teníamos sed y de comer cuando teníamos hambre. Gracias Madre Patria”(sic) .
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