Esta vez no hice el camino sólo sino que me acompañaron mi mujer y un buen amigo. Hicimos una ruta matutina por la orilla del mar aprovechando la buena climatología reinante.
La playa del Chorrillo dio nuestro particular pistoletazo de salida y viendo el solecito nos quitamos las camisetas para intentar tomar la vitaminas correspondientes, con moderación, ya que teníamos nuestros cuerpos con un color que parecíamos “botes de leche”, o sea, más blancos que el producto lácteo mencionado.
Parecíamos “guiris” aprovechando cada segundo del Dios incandescente pero eso sí pensando que teníamos que poner un poco de cabeza, que la llevábamos protegida con un gorrito, y no exponernos mucho tiempo al mismo.
Tuvimos las clásicas bromas de que teníamos que hacer esto con más hábito ya que estábamos dando un espectáculo visual bastante horroroso pero nos consolamos que era bueno para intentar controlar los marcadores analíticos, es decir, el colesterol bueno y malo, el azúcar, los triglicéridos, y un largo etc., que no nos vamos a meter, por que siempre nos están recordando nuestros galenos.
Lo principal era pasar la mañana primero en buena compañía, luego riéndonos de las chalauras de cada unos de nosotros y luego buscar fuentes de información para rellenar este artículo, a parte de intentar no gastar dinero que estamos a últimos de mes aunque estemos diciéndolo desde el momento de cobrar, y hay que sacar recursos para distraernos sin mirar el bolsillo.
Vimos mucha gente tomando el sol y la verdad que dentro del agua había poquitos. Lo achacaremos a las posibles medusas que había salido en prensa aunque también le pusimos las “íes” a la temperatura del líquido elemento que todavía no estaría en la ideal, tenemos que pensar que por refrescarnos el cuerpo hoy podemos coger una pulmonía y no es plan a nuestra edad de hacernos el machote.
Luis me recordó los años buenos que tuvo el comercio ceutí cuando venían a comprar de todos los artículos que primaban como eran los relojes, radios cassettes, máquinas de fotos, etc., Fue un boom. El invitaba a los chóferes de los autocares a una ronda de lo que quisieran en un bar para traerles a clientes a su relojería poco a poco.
Eran las gallinas de los huevos de oro que se perdió por primero los precios del barco y luego porque los mismos importadores de los productos se llevaron el negocio a otro lugar con los mismos privilegios aduaneros pera que no tenían que pagar la tasa tan cara del medio de trasporte marítimo.
Tenemos que aprender de los fallos del pasado. Luego se niveló los costes por la bajada de los aranceles y ya era mucho mejor comprar los mismos en cualquier punto de la geografía española.
Pero había muchas personas que comían de este agujero aduanero. Me siguió diciendo Luis que hubo otra época, con otro repunte, que compraban en Marruecos cazadoras de cuero y la llevaban a la península.
Fue otro chollo de ingenio donde los matuteros, que era como se le denominaba coloquialmente a las personas que se dedicaban a pasar de Ceuta con dirección hacia la península esta nueva fórmula de ganar dinero fácil. Tengamos en cuenta que era una marca de distinción en vestir por aquella época llevar la citada prenda de vestir.
La forma de pasarla eran muy ingeniosos utilizaban a muchachas atractivas para invitar a los pasajeros que llevaran una chaqueta en una bolsa que era lo permitido en aquella época. Como era lógico la sonrisa era suficiente y también la ilusión de quedar algún día con la misma. Así podían pasar unas pocas y multiplicar sus ganancias.
La recogían una vez hubieran pasado el control aduanero de Algeciras, es decir en la calle. Aunque a otros les ponían las orejas levantadas y no aceptaran el ofrecimiento ya que pensaban que dentro de los bolsillos podían llevar algún regalo. Pensemos mal y acertaremos. El se refería a droga. Alguna que otra llevaba este regalito sino escondido oculto en sus partes íntimas. Mi mujer me recordó que su padre que tenía que mantener a muchas boca recogía de las calles ceutíes muchas bolsas que dejaban el ejército de compradores llenas de huevos duros, bocadillos que lo envolvían en papel de estraza, o incluso en periódicos viejos.
Esto daba a entender que estos hombres y mujeres tenían todo preparado para gastar lo mínimo en la estancia cronometrada en esta ciudad tan bonita como es Ceuta.