Que buenos días tan bonitos eran aquellos donde las tradiciones se cruzaban y todos nos enfrascábamos en el solsticio de una nueva estación. Era ese verano que siempre daba por sentado que las noches resultaban ser el refresco ideal de un día marcado por las altas temperaturas. Muchas recetas teníamos que tener presentes para que esta calima tenerla un poco a raya. Beber cada equis tiempo para no caer en una deshidratación típica de los más mayores. Buscar los refugios de las sombras. Encontrar lugares fresquitos. Y cuando se pueda, ir a tomar unos baños tanto en el mar como en las piscinas de nuestros municipios. Como somos una especie que necesitamos estar en sociedad toda ocasión es buena para plantear una reunión. Y esta noche donde las doce en punto dan las campanadas para pasar los dígitos al día 24, onomástica de todos los Juanes y Juanitas del universo, desde estas líneas que tengáis un feliz día de vuestro Santo, y hay un remolino donde las creencias, tradiciones y folklore se dan de la mano para hacer las mil y una cositas para intentar tener no sólo esta noche dentro de los términos de unos sentimientos positivos sino aplicando la costumbre crear un arquetipo protector para que los días que nos quedan para volver a este mismo día en el calendario, el año que viene, sean lo más felices y prometedores para todos y cada uno de nosotros.
Por eso se repiten muchas cosas. La más bonita y que este año no hemos podido disfrutar por culpa de este dichoso ‘bicho’ era la quema de un personaje hecho normalmente de madera, cartón y trapos dando la forma a los personajes más variopintos que nuestra imaginación pueda ejercer. Para este arte urbano muchos son los escultores que tienen ese salero para diseñar esas escenas o rostros. Para todos ellos también os pido un fuerte aplauso ya que son los artífices de que nuestras retinas queden preñadas por la belleza que nos hacen observar. Desde luego no habrá que darle muchas vueltas y la persona o personas que hayan hecho méritos más que suficientes serán las que salgan al primer plano esa noche. Estarán exhibidos durante un periodo de tiempo con la vigilancia muy estrecha de nuestros garantes del orden público ya que las envidias por un lado y lo fácil que puede quemarse por otro darían un resultado acelerado y que la escena que todos queríamos ver a la hora indicada fuera dado a un despropósito. El fuego es y será un altar para que purifiquemos estos signos de infortunios. También hay personas, asociaciones, grupos, etc. que montaban estas minifallas. Los más pobres o que no deseaban mezclarse con las mayorías hacían gala de su imaginación y hacían un pequeño boquete en la arena de nuestro litoral y allí quemaban lo que tenían.
Normalmente eran pequeños papeles donde los entendidos de evitar los males de ojos y otras cosas raras de nuestra España profunda escribían primero las cosas malas que le habían pasado durante este largo año, y más siendo bisiesto como precisamente este año, con un día más en el corto mes de febrero y con rabia y rezando para colaborar en que no vuelvan a aparecer estos momentos de infortunio. Lo echan a ese agujero y le meten fuego. Todo con la fuerza de confianza de que el año venidero será mucho mejor. Seguidamente cogen otro pedazo de papel y escriben lo que desean que sea este próximo año y vuelven a quemarlo y meterlo en ese lugar. Es tradición y cuando se hace todos los años es por que hay fe. Este año hemos visto que nos han coartado está tradición. Pero ha sido por un bien público. Evitar aglomeraciones y a la vez que el bicho no pueda circular con comodidad. Bueno tendremos más días que ollas para hacer estos rituales. Hoy nos conformaremos con pensar que hemos hecho algo bueno. No estar con nuestros amigos, simpatizantes o familiares. Pero días hay muchos para compensarnos. Hasta el año que viene queridos convecinos. Y lo principal feliz día para nuestros buenos y queridos Juanes y Juanes.