Reunimos tres casos de padres coraje en la víspera del 19 de marzo
Desde 1948, cada 19 de marzo, los españoles festejan el Día del Padre. Aquella idea que surgió en una escuela madrileña continúa, después de siete décadas, celebrándose durante un día en el que los padres brillan con luz propia. Mañana será una jornada para recordar lo mucho que han hecho por nosotros aquella héroes de nuestra infancia. Y es que todos, más allá de sus particularidades y diferentes batallas, son padres coraje, que se enfrentan a situaciones que parecen inauditas con un fin común: el amor y la dedicación por sus hijos. Por todo ello, un día de homenaje se queda corto, estos grandes papás requerirán toda una vida de agradecimiento. Sin embargo, en estas siete décadas la sociedad ha evolucionado y, con ello, la familia. Mañana es indiscutiblemente el día de los padres, pero en estos tiempos esa celebración no se reduce a un miembro de la familia.
El caso de David Muñoz y Víctor Pérez: "Las dos familias teníamos claro que el fin último eran los niños"
Son la firme evidencia de que el canon preestablecido ha pasado a un segundo plano gracias a un arma que todo lo puede: el amor y la unión. Hace doce años que conformaron una familia que por aquel entonces se salía de la norma y, como manifiesta David, “los inicios fueron ni hilar hilos de oro, aunque de 8 a 9 años para aquí todo ha sido más fluido”. En realidad Víctor y David conforman solo una mitad del pastel, que completan Charo (exmujer de Víctor) y Juan ( su actual esposo), una ‘súper familia’ cuyo objetivo era el mismo. “Las dos familias tuvimos claro desde el principio que el fin último eran los niños”, expresa David. Precisamente es ahí, señala Víctor, donde su pareja jugó un papel fundamental. “Fue el nexo de unión entre ambos, el eslabón clave que fraguó la fantástica relación que tenemos hoy día”, asegura. David le resta importancia y le atribuye ese logro a la madre de los niños. Más allá de quien pudo ser el padre determinante, lo cierto es que todos caminaron en la misma dirección. “La búsqueda de la convivencia, el amor que nos profesamos y, sobre todo, el respeto entre ambos, entre los seis”. Gracias a ese clima los niños han crecido en un ambiente “ de absoluta normalidad”, sin embargo, Víctor reconoce que el mayor de los niños “sí tuvo que luchar contra la sociedad”. Un hecho contra el que los padres lidiaron e intentaron llevar a su terreno para que “hubiese amor y tranquilidad y, cuando hay riñas, porque las hay, siempre al unísono los cuatro”. Por todo ello, aseguran que su hijos están “muy contentos con la situación, tienen tres padres y una madre, nuestra casa siempre está abierta, y nunca hemos establecido un régimen de visitas, cada vez que lo desean se quedan con nosotros, aunque nos vemos mucho porque Charo y Juan viven muy cerca”. Aún así, como en toda familia, siempre hay un padre más ‘estricto’, y ese es David “y su madre”, comenta. “Porque alguien tiene que poner un poco de orden y controlar el tema de los estudios”.
Para ellos y, sobre todo, para los niños, el domingo es el gran día de la semana. “Solemos comer los siete juntos, porque hay una nueva miembro en la familia (la hija de Charo y Juan), los niños están pletóricos y felices de ver que sus padres y sus parejas lo son”, expresan. Sus caras lo reflejan, son padres orgullosos, del trabajo realizado y del resultado proyectado en sus hijos, por ello, tiene claro que el mejor regalo que podrán recibir “ya nos lo hacen en el día a día, en la magnífica convivencia y relación que tenemos, no hay mejor regalo que tenerlos”.
Manuel, padre de una familia insólita: "Nos las hemos visto y deseado para poder salir adelante"
Dice esa expresión popular que no vienen dos sin tres, pero en su caso más bien fueron cuatro y a la vez. El caso de Manuel Román puede decirse que es casi único en Ceuta, padre de una gran familia numerosa, este caballa que un día hace 20 años se enfrentó por primera vez a la paternidad por partida cuádruple vive rodeado felizmente de siete mujeres. “Él es el rey de la casa, aunque muchas veces a la hora de arreglarnos tiene todas las de perder”, confiesa su mujer Emilia Ortiz. No obstante expresa que es el cabeza de familia y “que se manifiesta y mucho”. Sus hijas lo definen como “poco gracioso” pero empecinado en conseguir la unión familiar de la que hoy puede presumir. Sin embargo no ha sido fácil. “Nos las hemos visto y deseado para salir adelante, y aún a día de hoy seguimos en ello”, asegura Manuel. Sin ningún manual o guía comenzaron a marcar su camino hace dos décadas. Tras un embarazo de riesgo llegaron cuatro niñas a la vez. “Por suerte contamos con el apoyo de las familias, pero en casa poca ayuda era poca, así que después de 12 horas trabajando fuera, la jornada continuaba cuando llegaba”. A las cuatro niñas se incorporaron dos féminas más unos años más tarde, sin embargo “apenas existen ayudas para familias numerosas” . Y a la pregunta de cómo se consigue, Manuel no tiene la respuesta. “Luchando por lo que creía, nuestra familia”. Aunque no todo ha sido un camino de rosas, ha habido luces y sombras. Una de ellas se presentó cuando una de sus hijas enfermó. A la niña le detectaron un problema en las piernas que mantuvo a los progenitores durante muchos años con constantes viajes a Málaga y posteriormente a Madrid. “La sometieron a un total de 14 operaciones, durante aquel tiempo permanecíamos días fuera de casa y cuando regresábamos las otras niñas solo querían ver a su padre”, confiesa la matriarca. Superados los muros más infranqueables, Manuel, pese a esos sentimientos que le cuesta exteriorizar se siente “muy orgulloso” del gran proyecto que inició hace dos décadas. “No se lo que ocurrirá mañana, pero hoy estoy muy feliz”. A este luchador el sentimiento le sobrecoge cuando recuerda a dos de sus vástagas que residen fuera. “Egoístamente me gustaría que estuvieran con nosotros, como cualquier padre que quiere tener a sus hijos cerca, pero es ley de vida, los hijos crecen y sabes que tiene que salir del nido, por ello lo único que deseo es que sean felices y estén bien”.
David frente a una batalla inesperada: "“Te sientes totalmente desamparado, eres tú frente a la nada"
“Su hijo tiene TDAH”, le dijeron, al fin, a David Gómez y a su mujer, después de meses pasando por pediatras y especialistas, después de meses de desesperación e impotencia. “Sabíamos desde el principio que le pasaba algo, él era distinto, pero desconocíamos qué era”, asegura el progenitor. Ese momento fue, quizá, uno de los más duros de su vida. “Se me vino el mundo encima”, pero a la vez, una parte de su alma descansó. Comenzaba una lucha, quizá la más complicada que fuese a emprender como padre experimentado de dos niñas. Sabía que con Iker iba a ser diferente, él lo era, y el TDAH, la mochila que acompañaría a ambos para siempre. El lastre que se sumó a la dura tarea de la paternidad, y el amor que ha unido más estrechamente a David e Iker. La tarde que el equipo de FAROTV acompaña a David es una de esas tres jornadas semanales que Iker acude al instituto Abyla donde desde hace unos meses la Asociación TDAH imparte sus talleres y terapias. “Llego super justo, se me ha hecho tarde en el fútbol”, manifiesta. Es su gran afición, el deporte, para el que saca un pequeño hueco como entrenador de un equipo infantil. Finalizado ese lapso de ‘expansión’ llega la hora de volver al trabajo. Iker acaba de finalizar sus clases y ahora comienza la dura tarea del estudio ‘conjunto’. “Lo más duro es la dedicación absoluta, independientemente de la edad que tenga, lo comparo con mis hijas que ahora tienen 20 y 16 años, y cuando tenían la edad de Iker no necesitaban de esa constante entrega”, confiesa. Una vez fuera de clase, padre e hijo se saludan, tienen una gran relación. Iker no es un niño muy efusivo ni quizá el más extrovertido. Pero es extraordinariamente maduro y, pese a lo que se pueda pensar, muy educado. Es totalmente consciente de su trastorno, lo afronta con naturalidad y confiesa que las cámaras no son lo suyo. Las terapias y talleres que recibe a través de la asociación han sido una gran ayuda, tanto para él como para sus padres que, a decir verdad, ha sido la única que han obtenido en estos trece años. “Te sientes totalmente desamparado, no hay ayudas, ni protocolos. Eres tú frente a la nada, e intentas combatirla lo mejor que puedes”, expresa. La asociación ha sido un “soplo de aire fresco, porque también tenemos vida y sentimos que hay alguien más, a la vez sabemos que Iker está recibiendo la ayuda que necesita”. Las preocupaciones del progenitor han cambiado a lo largo de los años a medida que el trastorno ha transformado los síntomas en que se manifiesta. Ahora, su mayor inquietud es que consiga ser una persona “lo más independiente que pueda y, sobre todo, que finalice sus estudios”. Iker lo tiene más complicado que el resto de sus compañeros, porque en los colegios e institutos no existe una ayuda específica para este trastorno. Pero David también aspira a que su hijo tenga una vida social. “Me gustaría que fuera más abierto, aunque bueno, tiene sus dos o tres amigos y, si así es feliz, yo también lo soy”. El TDAH ha sido la lucha de ambos, sin embargo esa enfermedad de la que tan poco se conoce, ha sido una de las mejores lecciones de vida para David. “Aprendo todos los días cosas de él, porque se toma las situaciones mejor que los mayores, y gracias a eso con el paso del tiempo me he convertido en una persona más paciente”. David mira al futuro, pero también al pasado. Es un padre orgulloso, satisfecho del camino emprendido en el que no cambiaría absolutamente nada. “Mi mejor regalo mañana será que estemos todos juntos, no pido nada más”.