“Hoy se celebra la I Jornada Mundial de los Pobres, instituida por S.S. el Papa Francisco como una llamada a todos los corazones con el fin de que nos acerquemos a los pobres”
El día 19 de noviembre de 1999, la Asamblea General de la ONU acordó que esta fecha quedase instituida como “Día Mundial del Hombre” ¿Sabe alguien que hoy se celebra ese concreto Día? Sin embargo, es más que posible que hayan oído o leído que hoy es también el Día Internacional de la Mujer Emprendedora, bajo el patrocinio de la Fundación de las Naciones Unidas. Cuando llegan el Día de la Mujer (8 de marzo) y el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (precisamente el próximo domingo), todo son reivindicaciones, a veces festivas, y no digo nada de la que se organiza el 28 de junio, Día Internacional LGBT (iniciales de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales), más conocido como Día del Orgullo Gay. Pero el del Hombre pasa sin que se sepa y sin que le importe a nadie.
Vivimos en una época en la que la virilidad parece ser culpable de casi todos los males, incómoda situación que refleja muy bien --desnudo, triste, cabizbajo y meditabundo- “el Pensador” que esculpió Rodin. Mientras se reconocen con plena normalidad las asociaciones feministas y las de homosexuales ¿se imaginan cómo sería recibida una “Fiesta de la Virilidad”, o una asociación “masculinista” (valga la palabreja, pues la de “machista” cae fatal)? El revuelo alcanzaría caracteres épicos, y las airadas protestas se extenderían por todo el mundo, si bien con notables excepciones, pues hay países que, al respecto, se las traen. Y no quiero ni pensar en lo que sucedería si esa supuesta asociación organizase cabalgatas exaltando el “Orgullo Viril”, similares a las del “Orgullo Gay”, o montara protestas, similares a las que, desnudándose de cintura para arriba y descubriendo así sus pechos, llevan a cabo las militantes de la asociación feminista “Femen”. Mejor será pasar un tupido velo ante lo que pudieran descubrirse los del supuesto “Orgullo Viril”. Cuanto más tupido, mejor.
Los romanos creían necesaria una especial protección en favor de la mujer, a la que consideraban afectada por la “fragilitas sexus”, la fragilidad del sexo femenino, necesitado de la tutela y protección del hombre. Podrá creerse que tal discriminación rigió únicamente durante la época en la que Roma dominaba gran parte del mundo entonces conocido, pero no fue así, porque precisamente el acervo de normas del Derecho romano sirvió de base para las posteriores legislaciones de los países de su ámbito. Ahora ya no, pero en los años en que estudié la carrera y durante parte apreciable del tiempo en que ejercí la abogacía, las leyes mantenían viva esa supuesta debilidad de la mujer. Un solo ejemplo: sin la firma del marido nada podía hacer la esposa, mientras que el esposo podía hacer lo que quisiera con su sola firma.
Desde finales del siglo XIX, las sufragistas lucharon denodadamente para lograr la legalización del voto femenino. En España, ese derecho se alcanzó durante la II República, gracias al empeño de la diputada Clara Campoamor y a pesar de la reticencia de diputados de diversos partidos, entre ellos algunos socialistas, quienes temían la posible influencia de los párrocos sobre las feligresas ¡Qué tiempos aquellos! El sufragio de la mujer quedó legalizado, por fin, al aprobarse la Constitución de 1931.
Pero la que abrió definitivamente el camino contra la discriminación fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU el día 10 de diciembre de 1948. En ella se consagra el principio de la igualdad de todas las personas, sin que deba prevalecer distinción alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra circunstancia personal o racial, un principio íntegramente recogido en el artículo 14 de la vigente Constitución Española.
¿Y qué decir, por añadidura, de quienes forman parte de ese conjunto LGHT al que antes aludí? Baste recordar que, en la época de la Inquisición, la homosexualidad era considerada “pecado nefando” y los condenados por dicha causa acababan en la hoguera. Hoy, la profunda evolución producida en materia de igualdad y no discriminación ha propiciado en muchos países occidentales la legalización del matrimonio entre homosexuales –caso de España- o su unión con derechos similares –caso, por ejemplo, de Italia-. Por el contrario, fuera de Occidente son numerosas las naciones que siguen castigando la homosexualidad hasta con pena de muerte.
Respecto a la llamada “violencia de género”, o más bien “violencia contra la mujer”, es indudable que viene siendo perseguida en todo el mundo occidental, empeñado en erradicarla a través de la educación. Su vertiente más problemática se encuentra en lo que podría denominarse “violencia de pareja”, pues será harto complicado borrar de la mente humana tanto ese instinto casi innato que llamamos celos como igualmente la ciega furia del que está demencialmente decidido a matar y, acto seguido, suicidarse, suceso que, por desgracia, viene repitiéndose con frecuencia.
Total; que a los hombres de ahora nos ha tocado pagar el precio de la dominación ejercida por nuestros antepasados y cargar, por dicha causa, con el papel de malos de la película. En definitiva, igualdad para todos, pero cuidando de no pasarse hasta el punto de que, a la postre, tenga que ser el hombre quien invoque el artículo 14 de la Constitución para solicitar que se le trate sin discriminación por razón de su sexo.
No quisiera concluir sin destacar que hoy se celebra también la I Jornada Mundial de los Pobres, instituida por S.S. el Papa Francisco como una llamada a todos los corazones con el fin de que nos acerquemos -no solo de palabra, sino con hechos- a quienes padecen a causa de la pobreza, fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada.
Aunque en el anterior párrafo escribí “se celebra también”, es obvio que el Día Mundial del Hombre no se celebra de ningún modo. Confío en que el llamamiento a las conciencias de la I Jornada de los Pobres obtenga mucha más repercusión y más provechosos frutos que el tristemente olvidado Día del Hombre con el que coincide.