Si tuvieras cáncer ¿preferirías saberlo? Una pregunta que ha sido casi un tabú durante décadas. Era la palabra innombrable que anunciaba la sentencia de muerte. Corría el año 1979 y España fue el primer país de Europa que dejó de tratar a la enfermedad más mortal del siglo XX como parte de la medicina interna.
Desde entonces mucho se ha avanzado. En lo sanitario y en lo social. Hay conciencia y los que lo padecen le ponen rostro y voz porque se puede. Se puede luchar, se puede combatir y se vive.
El cáncer de mama es el tumor maligno más frecuente en las mujeres y su principal causa de muerte por cáncer y, pese a que se ha pasado del 70% al 90% de éxito en dos décadas y esta cifra aumenta en un 14% cada año, las cifras continúan siendo escalofriantes. Sobre todo cuando se recuerda que detrás de cada número hay un rostro, un nombre y dos apellidos, una familia que quedará rota al perder a un ser que ama.
En España se diagnostican cada hora a tres mujeres con cáncer de mama, unos 26.000 casos al año, de las que fallecen 6.000, una cada 90 minutos. Una cifra nada despreciable que pone de relieve lo mucho que aún queda por hacer. Se han dado pasos importantes.
Diagnosticarlo pronto permite actuar antes
Diagnosticarlo es más fácil y ello permite que se actúe antes. Permite conocer mejor al tumor y aplicar el tratamiento más adecuado desde el principio. La quimio es más precisa y la unión de quimioterapia e inmunoterapia permite dirigir la primera solo a las células malignas, lo que se traduce en menos efectos secundarios y más posibilidades de sobrevivir. La radio también es más rápida y eficaz. Las buenas noticias comienzan a hacer frente a esas cifras alarmantes.
Pero no todas las mujeres lo viven de la misma manera, ni con la misma intensidad. Es normal sentir cierto grado de depresión, ansiedad y miedo, mucho miedo, cuando el cáncer es parte de su vida, cuando les comunican que algo va a cambiar su vida. Pero ¿qué pasa el día después? ¿Cómo lo viven las mujeres que atraviesan o han pasado por este proceso?
Hoy, 19 de octubre se celebra el Día Mundial de Lucha contra el cáncer de mama, algunas de las protagonistas hablan abiertamente de un proceso que ha marcado su vida pero no ha acabado con ella. Luchadoras y heroínas que salieron vencedoras en su cruzada, aunque ya no volverán a ser las mismas. Seguramente habrán llorado, pataleado y se habrán preguntado por qué a ellas, pero salieron victoriosas y hoy cuentan su historia.
Maribel Sánchez: “Nadie esperaba que llegase hasta aquí”
“Tengo una familia muy bonita. Tengo dos hijos y un marido. Levantarme todos los días y ver lo que tenía… ¿Te merece la pena vivir? Por supuesto”, afirma con los ojos empapados en lágrimas Maribel Sánchez. Ese fue su motivo, su impulso y su aliciente para plantar cara al cáncer y machacarlo. Desde entonces han pasado once años y su caso es bien particular, porque si el diagnóstico sanitario se hubiese cumplido, hoy no sería protagonista de este reportaje.
De hecho, ni los propios médicos a esta fecha se explican su evolución. “Mi tumor era un triple negativo, que es de los más agresivos que hay ahora mismo y, además, tenía metástasis en la axila con 11 ganglios, en la cabeza, la calota, el parietal derecho y el hígado”.
Sin embargo su respuesta fue totalmente positiva al tratamiento. Una mastectomía radical y quimioterapia han sido causantes, en parte, de que Maribel salude con una sonrisa a todas las mujeres que acuden a ACMUMA. Acudió a la asociación hundida, con un pecho menos y, gracias a las prótesis que facilitan a las afectadas, “salí con media vida” y hoy forma parte de su junta directiva.
“Tienes que buscarte otra salida y la mía fue la suerte de dar con la asociación”. El camino fue, cuanto menos, arduo y tortuoso. “Fueron muchos años de incertidumbre. El ir muy a menudo y esperar. Yo estaba esperando a ver cuando se iba a manifestar otra vez”. Los bajones y depresiones son habituales.
Un cáncer, por mucho que no se quiera, cambia. “Yo trabajaba. Mi trabajo me gustaba y me lo quitó mi enfermedad. Ahora tengo una serie de limitaciones”. Confiesa que fueron muchos los momentos en los que se cobijaba en el sofá, “decía que era mi mejor amigo”. Pero se sobrepuso a todo ello, se agarró a lo que más quiere: su familia, y hoy su rostro brilla y acaricia el hilo de una vida que no está dispuesta a que se lo corten hasta un futuro muy lejano.
Hilda Castro: “Poder ayudar a una mujer es un objetivo muy grande en mi vida”
Trabajadora incansable, voluntaria… En su lucha ha conseguido llegar a muchísimas mujeres ceutíes informando sobre las practicas de detección precoz. La misma que la salvó hace ya 27 años. Casi tres décadas desde que se percató que tenía un bultito en el pecho. Entonces corrían otros tiempos, en Ceuta no había especialistas y tuvieron que tratarla en Sevilla.
“El mundo se paralizó, se te echa encima”. Un sensación que no se prolongó mucho tiempo, ya que fue de esas afortunadas en la que con la operación finalizó todo. Ni quimio, ni radio. “Yo tenía muy buenas perspectivas porque me lo habían detectado muy a tiempo, por eso insisto tanto en las revisiones”.
Una hija, un marido y un negocio fueron sus alicientes, que completó con su incursión en una asociación que comenzaba a tomar forma y de la que es cabeza visible desde hace 25 años.
Asegura que el cáncer la ha cambiado, que no es la misma que entonces, y que a día de hoy una de su mayor satisfacción es poder ayudar a todas esas mujeres que acuden a la sede perdidas y derrotadas. “Soy muy feliz cuando entra una mujer y la pueda ayudar, y la veo mucho más animada cuando se va que cuando entra, para mí eso es un objetivo muy grande en la vida”.
Carmen Molina: “Mi hija con discapacidad fue el motivo de lucha”
Carmen Molina es un terremoto de mujer. Si la enfermedad se asocia a una persona débil o abatida, esta no es su cara. Enérgica y llena de vitalidad destapa el capítulo más complicado de su vida al que le ha ganado la primera batalla: un cáncer de mama con seis ganglios con metástasis.
Después vino la quimioterapia y la radioterapia, esta última todavía más agresiva. “Se me abrió una herida en pleno verano y el pulmón se me quemó, hoy lo tengo grapado”. Pero ni tuvo miedo entonces, “hay que luchar aunque te digan que tienes el peor. El mío era un tsunami, de 4,8”, ni lo tiene a día de hoy que sigue luchando.
“Aún tomo quimio y tengo para siete años. Tengo uno en el músculo del estómago y lucharé como el primer día”. La simpatía que desprende fue la misma con la que afrontó la enfermedad. “Me lo tomé a guasa, porque tengo mucho humor”. El mismo que usó para disfrazar la petición que le hizo a su especialista sobre la necesidad de agarrarse a la vida.
“Le dije, soy capricornio y quiero seguir siéndolo, ya no hubo nada más, me puse en sus manos. Lo tuve con 53 años y hoy tengo 58 para 59”. Aunque su hija fue el verdadero motivo para plantarle cara al cáncer. Con 38 años se encuentra en silla de ruedas, “y cada vez va a peor”. “Es el principal motivo por el que no me pudo ir. Ella me necesita”. Y se entrega a diario para que así sea.
“La vida te pone baches, pero hay que exprimir cada gotita. Es levantarte a diario y sentirte viva. Es ponerle fuerza y decir porqué no me voy a arreglar, porqué no voy a salir”. Sin embargo, advierte que no hay que bajar la guardia, “tienes que superarte a diario, porque todo es un proceso in crescendo”. Para Carmen la clave es ponerse en manos de un buen especialistas y vivir. “Hazlo todo, diviértete al máximo y vive a tope”.
Ana Fernández: “No me quería morir, no comprendía que me tenía que marchar”
“Parece que la vida se acaba, sientes que vas a morir y no hay nada que hacer”. Es la sensación que recorrió a Ana Fernández cuando le comunicaron que tenía dos tumores malignos. Una situación que empeoró, porque, como afirma, el cáncer es una palabra que todo el mundo conoce, “pero luego está el apellido”, y dependiendo de su naturaleza así será el calibre de la enfermedad.
“Al principio la especialista me dio muchas esperanzas porque según el diagnóstico estaba muy localizado, pero luego me metieron en el tubo... y vieron que tenía metástasis en el centinela”. Fue un proceso duro, muy duro. “Lo llevé muy mal, había días que me levantaba y no me creía que me hubiera pasado a mí”. Incredulidad, desconcierto y pérdida. ¿Ahora qué? Son las preguntas más frecuentes.
“Una vez que empiezas con el tratamiento es como si te sumerges en el agua y sientes que estás a punto de ahogarte pero intentas salir como puedes y, al final, sales”. Pese a la angustia que la sumió en los comienzos y durante meses, “estuve llendo al psicólogo de la asociación”, Ana tuvo algo claro desde el principio. Desde aquella primera consulta en la que miró a su médico y le dijo que tenía cáncer.
“Yo no me quería morir. Consideraba que era muy joven y tenía todavía mucho por vivir y disfrutar. No podía comprender que me tenía que marchar”. Su familia fue el salvavidas al que se agarró a lo largo de una travesía que aún no ha terminado.
“Fue esencial. Primero porque estuvieron siempre conmigo y, además, porque no me trataron como a una enferma”. Hoy los tiempos oscuros han quedado atrás, por muy gris que se tiña el día ve una intensa luz que le impulsa a luchar y que comparte con todas las que están atravesando tan duros momentos. “Yo soy el ejemplo de que se sale”.