El coronavirus sigue presente, aunque la estampa de las calles ha cambiado durante estos días por las medidas de desescalada que ha decretado el Gobierno. Los primeros corredores y deportistas han salido respetando la franja horaria estipulada y bajo la mirada de los agentes desplegados para hacer cumplir la ley.
Después ha sido el turno de los más mayores, que con respeto y tranquilidad han salido a pasear durante las horas que tienen permitidas durante el turno de la mañana. María Teresa Gallego y Elena Esparza cuentan que no pasean por la tarde porque hace mucho calor, pero están contentas porque ven que el ambiente es relajado y en su mayor parte civilizado.
“Yo creo que el ambiente está relajado, nosotras estamos muy tranquilas y protegidas que es muy importante”, dice Gallego. Esparza le afirma la versión: “Veo a la gente que se porta muy bien, todos muy civilizados. También me da alegría ver a los chiquillos por el Paseo de la Marina. La gente se porta bien y nos respetamos. Estamos jubiladas y, aunque antes salíamos por la tarde, ahora desayunamos y salimos por las mañanas”. “Hace menos calor porque de siete a ocho…”, concluye Gallego.
Sin embargo, en opinión de Rafael García el escenario es muy diferente. Su sensación respecto al comportamiento de los demás es pesimista, incluso ha cambiado sus propios horarios por miedo. “Antes la ciudad era más tranquila, ahora parece que todo el mundo hace deporte. No lo entiendo. Yo salgo en el horario de los más mayores porque en el otro hay demasiada gente sin cuidado y sin mascarilla”, reflexiona. Además, hay personas que son de riesgo, como “mi hija que es vulnerable ante el virus porque tiene una enfermedad autoinmune y no es lo mismo que lo coja yo a que lo coja ella”, dice García que tiene miedo a contagiarla.
Algunos voluntarios de Cruz Roja han estado en las paradas de autobús repartiendo mascarillas a los pasajeros porque es obligatorio el uso de las mismas dentro del transporte público desde comienzos de esta semana.
La de este jueves es una jornada que transcurre de manera tranquila. Las personas con o sin mascarillas, con o sin guantes, han seguido con sus recados y compras. Julián Sainz y su mujer han salido a pasear durante el horario que les permiten. Respecto al movimiento de las calles, Sainz ha visto que algunos incumplen las pautas impuestas por el Gobierno y lo relaciona con el desconocimiento y la desinformación: “La gente se ha relajado demasiado, solo hay que ver el primer día que fue un espectáculo de gente por la calle e incumpliendo normas. Además hay poco conocimiento de las obligaciones porque yo no me pongo mascarilla y me miran mal, cuando no es obligatorio llevarla”. También recalca que es “muy probable” que estos comportamientos desencadenen en más contagiado. Pero habrá que lidiar con ello igual que hemos hecho “a lo largo de toda la Historia de la humanidad”, concluye.
Diferente es la situación de José Luis Malaguita. Este hombre sí que tiene una rutina, pero no puede ver a su madre al estar en una Residencia de ancianos. Por eso, no pasea con ella desde que se decretó el Estado de Alarma, “necesito darle vida porque está encerrada y aburrida en su habitación desde que comenzó la pandemia. Quiero llevármela donde pueda y pasear con ella”, lamenta.
Las obras también continúan y las actividades de limpieza, desinfección y mejora de la ciudad siguen activas por diversos puntos del centro. Multitud de obreros, limpiadores y jardineros se afanan en sus tareas para que la ‘nueva normalidad’ se note lo menos posible.
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