Dice Pedro Sánchez que quiere terminar con las devoluciones en caliente. Se ha comprometido a ello. Es, de hecho, una de las promesas que se han hecho públicas nada más conocerse que había salido adelante la moción de censura. Quienes hemos sido testigos de muchas de estas devoluciones sabemos que es una forma de proceder injusta. Inhumana. Odiosa, se mire por donde se mire. Se ha llegado a bajar a hombres encaramados durante un día entero para proceder a su devolución a Marruecos (convendrán en que el estado físico y psicológico de esa persona era inviable con lo considerado ‘normal’). Se ha llegado a aplicar criterios selectivos ordenando devoluciones de personas por permanecer solo una hora más sobre el vallado que otras, sencillamente porque había demasiados medios de comunicación siendo testigo de ello y cundía el pánico entre los mandamases.
El PSOE confirma que retirará las devoluciones en caliente pero no dice qué hará cuando el PP ataque a los socialistas de igual manera que estos han hecho durante todo este tiempo en materia de frontera. Quizá termine haciendo lo mismo, aplicando devoluciones a las que denominará de otra forma y fundamentará en la presión del momento. Y digo que lo hará porque hay precedentes de devoluciones de personas heridas, de hombres y mujeres que habían visto a sus compañeros morir disparados por la espalda, sin discriminar la existencia de menores, mujeres, solicitantes de protección. Sí, les hablo de la famosa crisis de la valla del año 2005 y de las expulsiones de heridos entre vallas y de esos espacios que se llaman ‘de nadie’ para evitar problemas.
¿Qué hará el PSOE cuando se produzca otra de estas crisis?, ¿cuándo el PP practique la misma política que ellos? Porque aquí todos dicen ejercer defender a España (?), pero en la práctica solo atienden intereses particulares/partidistas. Y así nos va. La decisión no pasa solo por derogar las devoluciones en caliente sino por plantear otro tipo de política que evite situaciones que nos avergüencen, como hoy día sucede. La decisión pasa por no jugar más con criterios que dependen del momento y de la situación, basados en marionetas vestidas de guardias civiles a los que se deja solos en un vallado, sin criterio, con protocolos cambiantes y con decisiones demasiado importantes para que tengan que depender del modelo político o de si un medio está grabando lo que sucede.