Opinión

Inmigración, por Carmen Echarri

La inmigración es nuestra gran asignatura pendiente. Llegará el tiempo, porque todo tiene su momento en esta pasajera vida, en el que nos arrepintamos de tantas cosas que hemos visto, que hemos vivido, que hemos podido parar pero hemos optado por vivir mirando hacia otro lado.
Nada se hace bien cuando miles de personas (me quedo corta en la cifra) mueren sin salir siquiera en las noticias. Cuando los desaparecidos ni se cuentan ni se reflejan en estadísticas. Cuando las imágenes medievales se reproducen al otro lado de la frontera, ante nuestras miradas, con escenas de hombres a caballo persiguiendo a jóvenes heridos que ni tienen fuerza para huir y que siguen siendo golpeados.
Cuando los Estados creen que la mejor de las soluciones posibles es levantar vallas con alambradas en las que ha muerto gente pero aún así las consideran válidas. ¿Qué ponemos entonces?, te preguntan retándote a un posicionamiento sin sentido que termina con el machado: ¿acaso te los vas a llevar a tu casa? Los más envalentonados añaden eso de ¿guarrilla?
No somos consciente del mundo-sistemas que estamos creando a nuestro lado. Mientras nuestros niños ‘se mueren’ por ingerir su cuarto Dipper azul de la tarde, otros se mueren (sin comillas) arriesgando sus vidas en la búsqueda de otra oportunidad. Ni siquiera en el espacio entre fronteras pueden aflorar las decisiones judiciales justas ¡Pues que se queden en sus casas!, reprocha la dubitativa madre que no sabe si comprar el Dipper rojo o azul. Gracias a Dios que sus reflexionadas ideas no cruzan al otro lado de la valla, porque las imbecilidades de turno se quedan en eso, en el mundo de los que las crían, alimentan y engrandecen.
No. No podemos estar orgullosos de lo que pasa en nuestras fronteras. Ni en la nuestra ni en las nacidas a su imagen y semejanza. Donde muere gente, donde se cometen las mayores tropelías imaginadas, donde los veredictos judiciales se ahogan porque en el espacio entre fronteras ni siquiera aflora la justicia... no pueden nacer el orgullo, la tranquilidad ni el espíritu pausado.
Llegará un día en el que miremos atrás y nos lamentemos de todo lo que vimos y no generó posicionamiento alguno en nuestros corazones. Llegará un día en el que la intimidad de nuestras conciencias nos torture de tal forma que pensemos que aquello, quizá, no estuvo bien. Replicar con el ‘ellos son salvajes, mira lo que hacen con nuestros agentes’... aderezados con estudiados y maquiavélicos comunicados de la Delegación del Gobierno, artista de la manipulación en estos cometidos, no vale.
No merece la pena ni razonar por qué no, porque si a estas alturas no lo han entendido es imposible avanzar en el camino. Es como chocar contra un muro y ya somos demasiado mayorcitos para eso, ¿no creen?

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