Hay colectivos que se oponen a rescatar del olvido y homenajear a las personas que lucharon en defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos. Llegada la democracia millones de españoles que no podían expresar sus ideas comenzaron a ejercer ese derecho y poco a poco fueron desempolvando historias desgarradoras, historias que se oponían a visualizar por pudor. Nada tenían que temer y mucho que contar para restablecer el honor y la dignidad de familiares y amigos.
Ese ejercicio de memoria no es otra cosa que hacer JUSTICIA con las personas que han sufrido y sufren por pensar de forma distinta. Pensar de forma distinta e intentar que los guardias civiles disfrutáramos de mejores condiciones sociolaborales fue el delito más perseguido en la Guardia Civil en plena democracia, de ello da fe la conocida Operación Columna contra los guardias civiles.
Los que luchaban para conseguir estas mejoras eran tachados de delincuentes, perseguidos y acosados laboralmente no sólo por la cúpula, también por mandos intermedios y guardias que veían peligrar privilegios, no derechos.
En esa lucha por conseguir derechos hubo muchos sancionados, calumniados, perseguidos y compañeros expulsados por intentar conseguir lo que, dos décadas después, disfrutamos todos los guardias civiles, es decir, el derecho de reunión y asociación.
Esos guardias civiles que fueron expulsados siguen luchando para se haga justicia, no para conseguir un indulto, porque sólo se indulta a los que han cometido un delito, un error. Ellos siguen luchando para que se haga justicia, porque su único error fue luchar para conseguir mejoras sociolaborales para los guardias civiles y sus familias.
Su delito: no resignarse ante las injusticias, pensar que expresar sus ideas en democracia no podía ser penalizado. En eso se equivocaron.
En el último congreso de la Asociación Española de Guardias Civiles se rindió un emotivo y merecido homenaje al cabo 1º Manuel Rosa Recuerda, al sargento José Morata Gargallo y al guardia civil Jose Piñeiro González, que fueron recibidos con una fuerte ovación al comienzo de la XX Asamblea de la Asociación. También estuvo presente en el corazón y recuerdo nuestro querido Manuel Linde, fallecido hace unos años. Un homenaje que, a juicio la Junta Directiva Nacional, es una deuda que tenemos con estos tres guardias civiles pioneros en la lucha por nuestros derechos y con sus esposas que lo acompañaron en ese duro y largo camino de la vida.
Una deuda que los políticos se niegan a resarcir reintegrándolos a la Institución con todos los derechos y con su honor intacto, porque, como dijo el cabo Rosa en su intervención, por entregar un escrito ante el Tribunal Constitucional fueron encarcelados y expulsados del Cuerpo. Tratados como delincuentes cuando solo reclamaban que la democracia entrara en los cuarteles.
Ellos junto a otros compañeros anónimos, como afirmó nuestro presidente Francisco Javier Benito, han sido “la piedra angular del origen del asociacionismo. GRACIAS A VUESTRA LABOR ENCOMIABLE Y A VUESTRO SACRIFICIO, tanto personal como profesional, nos encontramos hoy aquí, con unos derechos inimaginables hace 20 años en la Guardia Civil, una Institución tan especial y tan poca dada a los cambios”. Un merecido homenaje en el que estuvieron presentes representantes de las asociaciones representativas de la Guardia Civil, porque ellos son los padres de todas estas organizaciones.
Hoy, veinte años después, mandos y guardias civiles están afiliados a asociaciones profesionales -esas que eran perseguidas con entusiasmo- pero veinte años después para vergüenza de todos, esos guardias civiles generosos, valientes y luchadores siguen expulsados del Cuerpo.
Una sinrazón en la que todas las asociaciones y guardias civiles somos un poco cómplices, porque después de tantos años no hemos sido capaces de aunar esfuerzos para hacer un frente común en defensa de nuestros compañeros.
Las asociaciones de guardias civiles debemos hacer un frente común para que reingresen a nuestros compañeros, para restablecer sus derechos como guardias civiles, porque el honor lo tienen intacto. Pueden tener nuestro reconocimiento, nuestro cariño, pero no abrir un frente común para devolverle sus derechos es la peor traición que podemos hacerles a nuestros compañeros, sobre todo, en un momento donde los guardias civiles podemos levantar nuestra voz y reivindicar lo que es de JUSTICIA.
La historia siempre es generosa con las personas que han sido perseguidas y represaliadas por pensar de forma distinta, por intentar mejorar las condiciones sociolaborales de los ciudadanos, pero también es injusta, porque ese reconocimiento, en muchas ocasiones, llega cuando estas personas no están entre nosotros.
Ellos - MANUEL ROSA, JOSÉ MORATA, JOSÉ CARLOS PIÑEIRO- están todavía entre nosotros y debemos trabajar para que puedan disfrutar de ese reconocimiento, de la restitución de la condición de guardias civiles. No vamos a ignorar que habrá que hacer muchos esfuerzos para que los políticos asuman que cometieron un error, porque van a remolque de las sociedades que lo sostienen.
Sin embargo, como ciudadanos y guardias civiles, tenemos la obligación de despertar conciencias y trasmitirles nuestras inquietudes para remover los obstáculos que impiden que estos TRES GUARDIAS CIVILES honrados, comprometidos y generosos tengan el reconocimiento institucional y social que se merecen. Y, por supuesto, que Manuel Linde lo vea desde el cielo.
Las asociaciones profesionales tenemos la difícil tarea de reivindicar el reingreso de estos CUATRO GUARDIAS CIVILES. No podemos caer en el error de pedir sólo dignidad salarial, porque la dignidad no sólo va en el salario.