Ceuta tiene una deuda histórica con unos hombres y un país: Cuba. Aprovechando que en estos días ese país es actualidad, tendríamos que recordar que a finales del siglo XIX fueron deportados a Ceuta, durante la Guerra de la Independencia más de 600 ciudadanos de aquel país. Y encarcelados en la fortaleza del Monte Hacho y en otros departamentos militares de la Ciudad, y todo esto por querer un país en libertad, fuera de las órdenes de la corona Española.
Sería interesante saldar esta deuda histórica y organizar algún encuentro cultural, jornadas, congreso ¿y por qué no, el Día de Ceuta, dedicado a esos hombres?
En un viaje que realicé a Cuba hace unos años, pude comprobar cómo está grabado en el sentimiento de los cubanos la desgracia y las penurias que tuvieron que pasar en nuestra ciudad sus conciudadanos, por luchar por una Cuba libre. El nombre de Ceuta en Cuba suena a penas, prisión, penurias…
Cientos de ellos fallecieron y están enterrados en el cementerio de Santa Catalina tal y como se refleja en los libros de defunciones de la Iglesia de los Remedios. Los más afortunados, los que pudieron sobrevivir a las muchas penurias quedaron en libertad, algunos fueron posteriormente grandes personajes de la política, entre ellos, destacar a Alfredo Zayas, presidente de Cuba (1921-25), estuvo deportado en la fortaleza del monte Hacho desde 1897. Miembro destacado en la lucha por la independencia, regresó a la isla en 1898, momento que retomó su carrera política. Así, fue sucesivamente juez municipal, concejal del Ayuntamiento de La Habana; subsecretario de Justicia; delegado y secretario de la Convención constituyente; senador, y vicepresidente del Senado. Accedió a la vicepresidencia de la República entre los años 1909 y 1913. En el año 1920, como candidato del Partido Popular, ganó las elecciones, lo que le llevó a ocupar la presidencia de la República.
Como testimonio de este paso cubano por nuestra ciudad tenemos un diario escrito entre 1895-98, por uno de los deportados, Pablo de la Concepción: “El verdadero objeto de este diario no es otro que dar a conocer al pueblo cubano los sufrimientos experimentados por los prisioneros de guerra y deportados por medida gubernativa, que el Gobierno de España nos recluyó en Ceuta durante la Guerra de Independencia. Muy lejos de nuestro ánimo está la idea de despertar odios entre cubanos y los que combatieron y odiaron su libertad por cuya razón, suplicamos al que nos honre leyendo este diario, que juzgue los tristes sucesos que en él se relatan, como la consecuencia natural de la tempestad de pasiones que la guerra desató sobre la Isla…”
En las primeras hojas el autor del diario narró su lucha por la Independencia en Cuba, el lo tituló “De la Manigua a la cárcel”, es una sencilla narración donde con la mano firme describe el acto de ser hecho prisionero, y lo ocurrido en los accidentes que precedieron a la infortunada acción de guerra. Continúa con su conducción como prisionero al pueblo cubano de Alquízar, el panorama sombrío que se observa en dicha población está bien trazado, es una verdadera fotografía de la reconcentración de campesinos en los poblados, era la marcha a la más horrible miseria y a la muerte. También describe en este diario su permanencia, antes de ser trasladado a Ceuta, en la fortaleza del Morro, en la Habana, narrándonos los largos días en la prisión, en sus oscuros calabozos, donde vio a muchos compañeros suyos fusilados. Nuestro autor del diario, tras un consejo de Guerra fue condenado a ser deportado a Ceuta, tal vez, contó a su favor, para no ser fusilado, que tan solo contaba con 17 años.
Aires de libertad en 1898
Al terminarse la guerra permitieron de nuevo la entrada de los periódicos en las galeras, y durante el mes de septiembre pudimos seguir el curso de los acontecimientos, disipando un tanto la impaciencia que nos consumía. El día primero de octubre de 1898 se reunieron en París los comisionados a las conferencias de paz, y el día 3 llegó a Ceuta la orden de ponerlos en libertad, la primera exigencia de los comisionados norteamericanos fue la inmediata libertad de los prisioneros cubanos. Queremos suponer que jamás el cable, desde su instalación, había sido portador de una noticia que produjo más alegría. La orden llegó por la tarde, y fue comunicada como a las cinco y media, cuando llegaron de trabajar fuera del Hacho. Los compañeros que estaban en las galeras, les esperaban cerca del cuerpo de guardia, y al divisar la cabeza de la columna, prorrumpieron en vítores de libertad, y algunos más lanzados: “Cuba Libre” “Cuba Libre”… lo que fue tolerado por los jefes y soldados de la escolta. A medida que llegaban las cuadrillas de las diferentes secciones, se repetían aquellas escenas de intensa alegría. Después del rancho fueron llamados al patio, y en formación, les comunicaron que habían recibido la orden de poner en libertad inmediatamente a los que tuvieran recursos para costearse el viaje, y que los restantes tendrían que esperar a que el Gobierno contratara con la Compañía Trasatlántica el traslado a Cuba. Que los que pudieron pagar su viaje deberían estar listos para ser conducidos al día siguiente a la ciudad, donde tomarían el vapor correo para ir hasta Algeciras, donde los ponía el Gobierno gratuitamente.
Día de Ceuta 2017 ¿dedicado a Cuba?
En muchas ocasiones, en el Día de Ceuta, se buscan coincidencias para invitar alguna comunidad, país o personalidad política para celebrar el 2 de septiembre. Creo que esta deuda historica con el pueblo cubano podríamos saldarla dando ejemplo de cordura, convivencia y respeto y sobretodo de deuda histórica con esos cerca de un millar de hombres que pasaron muchas penurias entre nuestros muros a finales del siglo XIX.
Es hora que rectifiquemos, y se alivien las heridas de ese triste pasado y una revisión para sus familiares. Junto a esta celebración, el Instituto de Estudios Ceutíes, podría organizar unas jornadas sobre ese pasado, con grandes historiadores tanto españoles como cubanos. Tan solo es una idea que lanzo, tal vez, si se llega a realizar y el nombre de Ceuta en Cuba ya no sonará a penuria, cárcel, sufrimientos, sino a cultura, hermandad, agradecimiento… nuestros políticos tienen la palabra.
Pero volviendo a su paso por Ceuta, recordaremos lo escrito en esos últimas horas, tras comunicarle que quedaban en libertad “Cuando atravesábamos la ciudad a nuestro regreso del trabajo, llegó hasta nosotros, trascendiendo del público, la grata noticia de que España había pedido la paz. Cuando llegamos al Hacho, ya sabían allí la noticia, aunque extraoficialmente. Indescriptible fue la alegría que ensanchó nuestros corazones. Aquella noche casi no dormimos, porque las negras nubes que encapotaban nuestro cuelo, empezaban a disiparse, y el inefable consuelo que invadió nuestros corazones, satisfizo las necesidades del organismo, y el sueño huyó de nuestros ojos. No teníamos una idea definida de cómo sería nuestra libertad, pero no nos cabía la menor duda de que, siendo los norteamericanos los vencedores, seríamos reclamados tan pronto principiaran las negociaciones de paz. Al día siguiente fue confirmada oficialmente la noticia de la terminación de la guerra, y los jefes del Hacho operaron un verdadero cambio en su trato para con nosotros”.
“… Disminuyeron rápidamente los castigos y accedían con facilidad a las peticiones de rebaja de los trabajos. Los forzados españoles dulcificaron un tanto sus relaciones para con nosotros, oyéndoseles expresarse favorablemente a nuestra libertad. ¡Así con las masas inconscientes de los presidios y de los pueblos! Hoy apostrofan al que ensalzaron ayer, y mañana colmarán de honores al que hoy insultan y maldicen. Algunos compañeros lograron su rebaja de los trabajos, pero la mayoría preferimos seguir trabajando, porque la vida en el trabajo era inmensamente preferible a la que se hacía en las galeras, el trabajo entretenía y producía seis centavos diarios y la galera lo que producía era hambre e impaciencia. A fines de septiembre llegaron las primeras cartas de Cuba, escritas después de acabada la guerra. Eran mensajes de felicitación de los padres a los hijos, de las esposas a los esposos, de los hijos a los padres, de las hermanas a los hermanos. La inmensa alegría atravesaba el Océano y llenaba de gozo los corazones. Algunos compañeros recibieron de sus padres dinero para que compraran ropa para el viaje, pero la mayor parte nos veíamos precisamente a hacerlo con el denigrante uniforme de presidiario, calzados con las repugnantes alpargatas”.
“No hay palabras para describir la intensísima alegría que invadió nuestros corazones y el profundo agradecimiento que sentíamos por el pueblo y el Gobierno norteamericanos, que tan humanitariamente se portaban con nosotros, sacrificando vidas e intereses nacionales, para darnos la anhelada libertad, arrancándonos por la fuerza, puede decirse, de las inmundas prisiones donde hubieran bastado muy pocos años para que el último bajara a la tumba triste y solitaria, en aquella agreste península, asiento de todo mal. Tan pronto cerraron las galeras después del recuento, principiaron las deliberaciones sobre la forma de libertad que se nos ofrecía. Como las circunstancias habían variado completamente, la mayor parte de los que la otra vez habíamos sido partidarios de la libertad en cualquier forma, éramos en aquella ocasión decididos oposicionistas del viaje a Cuba por nuestra cuenta. Habíamos sido reclamados como prisioneros de guerra, y lo justo y equitativo era que se nos condujera a Cuba”.
Cubanos enterrados en Santa Catalina
Al menos 300 cubanos están enterrados en el cementerio de Santa Catalina en Ceuta. Según un magnífico y minucioso estudio del ceutí Emilio Barranco Cazalla, se cita que la primera inscripción data del 10 de agosto de 1869, y la última del 25 de julio de 1909, por lo que se entiende que están incluidos los prisioneros de la primera guerra, desde la Guerra Grande o de los Diez Años hasta mas de 10 años después de terminada la Guerra de Independencia de Cuba en 1898.
Muchos de estos deportados cubanos colaboraron con los ceutíes, dando clases, comerciantes, médicos, entre los muchos detalles que nos da en su diario Pablo de la Concepción narra la intervención en el hospital de Ceuta de un médico cubano… “Recordemos un caso que nos causó verdadera admiración. Un militar de alta graduación tenía una niña que había nacido ciega, y habiendo tenido noticia de la fama de oculista de que gozaba el doctor Montalvo, fue a la prisión del Hacho en busca de sus servicios. Una difícil operación seguida de un cuidadoso tratamiento, hizo brillar la luz en aquellos ojitos que había nacido apagado, y el padre vio con tristeza la retirada del ilustre deportado, cuando aún su hija necesitaba de su ciencia. Con verdadero patriotismo y desinterés curó el doctor Montalvo a todos sus compañeros de prisión que necesitábamos sus servicios. Sufriendo en pleno rostro el embate del terrible cierzo helado, lo veíamos acudir diariamente durante cierto tiempo, a la Ayudantía, donde con permiso solicitado por el, curó la vista a un compañero de mi misma galera. Aquella su hermosa obra de patriota no fue hecha en vano, porque Dios lo premio en su familia. Mientras el sufría el infortunio del destierro en el Hacho, alejado del hogar querido, donde su familia sufría la inmensa tristeza que producía la ausencia del padre. Amantísimo, allá en el indómito Oriente, el más intrépido de sus hijos ganaba grados y distinciones las órdenes del mayor general Calixto García, quien le confió siempre las operaciones más difíciles de la campaña. Después de hecha la República en Cuba, Dios lo llamó a su seno, pero antes le permitió la satisfacción de ver a sus hijos perfectamente encaminados en la senda de la vida, brillando como estrellas de primera magnitud en nuestro cielo social y político”.