La frontera se asoma como una especie de línea en la que chocan quienes aspiran a burlar los controles y quienes en Marruecos o en Ceuta se encargan de arrestar al delincuente, a quien vive al margen de la ley.
En este contexto se encuadra el operativo llevado a cabo en la noche de este miércoles, cuando agentes aduaneros marroquíes han detenido a un hombre de 48 años de edad cuando entraba en territorio marroquí con un cargamento de pastillas psicotrópicas, más de 5.200 tabletas.
Las medidas de control de fronteras permitieron la detención del sospechoso, justo después de su llegada al puesto de Bab Sebta en un vehículo con matrícula extranjera.
Tras un registro exhaustivo se encontró la carga de sustancias escondida detrás del panel de control, compuesta por 4.710 tabletas Rivotril y 550 de Trankimazin.
El sospechoso fue puesto a disposición de la brigada provincial de la policía judicial en Tánger con el fin de identificar el origen y las rutas de contrabando de estos cargamentos de sustancias psicotrópicas, así como para descubrir a todos los implicados en esta actividad criminal.
El negocio siempre es el mismo: a Ceuta llega el hachís para su tráfico posterior mientras que en Marruecos se introducen las pastillas que previamente son desembarcadas en la ciudad desde la Península.
Es un ciclo de la delincuencia alimentado los eslabones de la droga, los últimos de la cadena y los primeros en ser detenidos ya que se les usa como cabeza de turco.
El detenido deberá responder de un delito contra la salud pública en Marruecos, con penas más importantes que en España.
Este martes los aduaneros marroquíes destinados en el cruce fronterizo de Bab Sebta también se incautaron de gran cantidad de teléfonos móviles de distintas marcas, así como tabaco de pipa. La intervención se produjo en la frontera que separa Ceuta de Marruecos.
Lo interesante de todo esto es que todas estas cosas están siendo descubiertas por la seguridad marroquí, mientras la policía española parece estar dormida.