Interior nos cuenta su interés por tirar lo que queda en pie del pabellón de Las Heras para construir otro igual, pasándose por donde ustedes ya se imaginan la protección de unos restos llevados al estado actual por inacción de las administraciones. Es un despropósito hacer pública esa barbaridad. A los mandamases siempre se les ha dado bien eso de mentir, pero ya parece que ni se esfuerzan y reconocen abiertamente que, si les dejan, tiran de máquina para luego levantar algo que venga a imitar a lo pretendidamente destrozado. Esto me recuerda a cuando el Gobierno local quería ponernos música de pajaritos en el parque de San Amaro a cambio de no sé cuántos euros de gasto, buscando atraer a quienes han dejado de acudir a este lugar destrozado a base de talonario. Hasta se querían inventar los trinos de los pajarillos.
La historia de este bien lleva tiempo escrita, su futuro pasa por la ruina. Ya nos han invadido la acera sin fecha de retiro de las vallas. Luego vendrán con la advertencia de que puede producirse un accidente y tendrán la excusa perfecta para llevarse por delante lo que salvaron solo porque la ley les obligaba a hacerlo. Esa misma ley que se doblegará para erradicar lo que era parte de la historia por nuestra seguridad. Como sucede con todo.
Si indignante es que pase esto y que nadie reaccione -el patrimonio no da votos-, más aún lo es que se siga anunciando, años después de la quema, la rehabilitación del castillo de San Amaro que el mismo Gobierno permite que se encuentre en manos de okupas. Y eso pasa hasta el punto de que si alguien quiere ver dicho castillo, no puede entrar. Así, tal cual.
Se quemó, lo quemaron, por permitir que se adentraran y ahora sigue deteriorándose porque la administración carece de recursos imaginativos para, primero, impedir okupaciones de sus bienes patrimoniales y, segundo, acelerar la salida de quienes han convertido en su hogar lo que no solo es de todos sino que debe tener la máxima protección. Nos cuentan que habrá 300.000 euros para rehabilitarlo. Creo que ni lo veré, tiempo al tiempo.
No se pueden consentir tamaños despropósitos con lo que forma parte de la historia e intrahistoria local; no se pueden dejar en el olvido bienes que terminan siendo destrozados a propósito, a la vista de todos, provocando denuncias públicas pero sin reacción de los que deben velar por lo que forma parte de nuestra historia y están obligados a protegerla.