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Despidiendo a Juan Orozco

El pasado viernes, fallecía en su domicilio de Ceuta Juan Orozco Rodríguez. Poco más de un año antes, Juan había despedido a su esposa, Nuria Tristán Cudinach, quien había sido su compañera en una larga de vida de experiencias personales y profesionales, de aventuras vitales en las que a pocos de los que los conocieron, dejaron indiferentes. Juan Orozco había nacido en Ceuta el 9 de enero 1931. Su familia había llegado a Ceuta, procedente de Algeciras, en el primer cuarto del siglo XIX, siendo el segundo de seis hermanos.
Cursó la carrera de Aparejadores en la Universidad de Barcelona, compaginando estudios y trabajo en empresas constructoras importantes. En su estancia en Cataluña, hizo las Milicias Universitarias y conoció a su esposa, con la que contrajo matrimonio en 1957. Juan y Nuria tuvieron cinco hijos, de los que fallecieron dos, y contaban con ocho nietos, de los que han disfrutado y se han enorgullecido cada día.
Poco después vuelve a Ceuta, para incorporarse con Aparejador municipal al Ayuntamiento de Ceuta, bajo las órdenes del entonces Arquitecto Jefe José Antón Pacheco García.
Desde ese momento, y en virtud a la legislación de la época, que consentía la compatibilidad entre la actividad profesional pública y privada, crea un estudio de arquitectura que ha sido referencia en la Ciudad durante más de medio siglo.
Juan Orozco, como aparejador, ha colaborado con multitud de arquitectos como José y Jaime Antón Pacheco García, Juan Antón Pacheco Taracena, Ignacio García de la Barga Palacios, Javier Arnaiz Seco, Angel Moreno o el equipo de César Manrique, con el ingeniero José Luis Olcina.
Hablar de la obra de Juan Orozco es hablar de un plus de modernidad en la de muchos ingenieros y arquitectos de Ceuta, es hablar de su trabajo en proyectos como la Iglesia de San José, el Club Natación Caballa, el Parque Marítimo del Mediterráneo, la Sinagoga Bet-el... Es hablar de un profesional completo, que conocía al milímetro su trabajo, que era un gran dibujante, un buen calculista, un magnífico perspectivista, un especialista en la esterostomía de la piedra, un espléndido caricaturista... En su originalidad como artista, incluso llegó a diseñar un monumento al Soldado Gueto que, aunque no se llevó a cabo con fidelidad a su proyecto, es ejemplo de una pieza con tanto contenido simbólico como de concepción contemporánea.
Es más, Juan Orozco fue el último heredero de la gran tradición municipal de profesionales dedicados a la arquitectura efímera, construyendo escenarios para festivales y ferias, montando pabellones para exposiciones nacionales e internacionales como Fitur o diseñando carrozas para las cabalgatas.
Pero Juan y Nuria, que eran un todo, eran mucho más que eso. Desde que llegaron a Ceuta tuvieron la facilidad de querer y de hacerse querer. Tuvieron por ello el reconocimiento y la amistad de muchos y, en compensación, supieron darse a los demás en un compromiso que abarcaba lo social, lo benéfico, lo cultural, lo deportivo...
No es que detrás de un gran hombre haya siempre una gran mujer, es que sin Nuria, Juan nunca hubiera hecho tantas cosas como hizo. Es que habría sido imposible. E hicieron mucho.
Seguramente, esta historia comienza en el Centro de Hijos de Ceuta, sociedad que en aquellos tiempos movía una buena parte de las iniciativas locales. A ella se incorpora en 1958 y de ella será directivo por vez primera en 1962, siendo presidente entre 1993 hasta su desaparición a finales del pasado siglo.
Juan Orozco fue uno de los fundadores de la Cruz Roja del Mar, del Rotary Club, de la Asociación Española contra el Cáncer o del Club de Leones Perla del Mediterráneo, del que fue Presidente. También fue presidente del Club Náutico CAS, de la Federación de Actividades Subacuáticas, de la Asociación de Patrones de Embarcaciones Deportivas, de la Federación Ceutí de Motonáutica y, naturalmente, de la Asociación de Legionarios de Honor, que tantas satisfacciones le ha dado hasta horas antes de su fallecimiento.
Juan Orozco, también fue Vicecónsul de Portugal, trabajando con su gran amigo José María Ballesteros Velasco. Pero lo importante, no es qué representó, sino qué fue.
Juan y Nuria fueron dos personas buenas, que trataron de ayudar a cuantas personas se lo pidieron. Dos personas que supieron disfrutar de la vida, que supieron superar las adversidades que se encontraron, que hicieron del deporte, la cultura y el compromiso social su meta. En la mente de todos quedará su imagen a bordo de su barco o del de sus amigos, sus bromas en los bailes de carnaval, sus idas y venidas en sus deportivos, en una palabra, sus ganas de vivir.
Sus amigos hoy, comprenden que Juan se haya marchado, porque sabía que al otro lado de la línea, estaba Nuria, esperando...y Juan, que era un caballero, no podía dejarla esperar más.

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