Youssef tenía solo 20 años. Dicen sus amigos que era un joven ambicioso y luchador, pero las circunstancias familiares le habían llevado a ganarse la vida con la venta ocasional de frutas y verduras además del porteo: esa actividad que cobra forma a diario en la frontera que une Ceuta con Marruecos. El jueves, jornada de hombres, acudió a la frontera en busca del carrito con el que portear y acceder al 'Tarajal II'. Una jornada más de tráfico de personas que para Youssef iba a convertirse en la última de su vida. Al igual que sucedió con Fatima, Youssef se precipitó de lo alto de una de las montañas próximas a la frontera. Gravemente herido fue trasladado al Hospital en donde entró en coma. Este sábado fallecía, convirtiéndose en la décima víctima del paso de mercancías: una etiqueta con la que algunos quieren poner de manifiesto las nefastas infraestructuras que rodean un espacio al que se acercan a diario miles de personas para cruzar a Ceuta como única forma de ganarse la vida.
El cuerpo sin vida de Youssef reposa ya en el cementerio. Este domingo sus amigos, familiares y vecinos del barrio de la Condesa quisieron acompañar al ataúd con sus restos camino de su entierro. Las últimas 24 horas han sido para el llanto, para el consuelo y el recuerdo. Youssef era muy querido. La imagen de su rostro ha circulado por los teléfonos móviles de sus amigos, por redes sociales... acompañada de mensajes lamentando esta nueva muerte.
Youssef murió como lo hizo Fatima. Pero antes ha habido otras muertes: por aplastamiento, por infarto, producto de caídas... La oenegé APDHA ha lamentado esta nueva muerte en una jornada en la que el silencio domina una tragedia a la que parece que todos se han acostumbrado ya. A Youssef le lloran en la Condesa, le lloran sus amigos, pero en la frontera nada cambia. Esta noche decenas de mujeres dormirán a la intemperie esperando el tique; otras irán más tarde pero tendrán que pagar 10 euros para disponer de un lugar y un carrito. Porque en medio de la pobreza hay negocio y en medio de las agresiones, del tercermundismo y de las faltas que marcan este espacio hay quienes salen ganando.
Youssef era soltero, quería salir adelante, tener su propia familia. Pero ganarse la vida en Marruecos es difícil para una juventud a la que se le cierran más puertas de las que se abren. Por eso hay quienes huyen en patera y quienes, como Youssef, se tienen que alimentar del negocio del porteo a pesar de que se desarrolla en la peor de las condiciones. Una muerte más engorda la trágica leyenda de un corredor entre dos mundos tan dispares.
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