El aparcamiento del supermercado que la cadena Lidl tiene en el puerto se ha convertido en un auténtico desguace. Son ya varias las plazas de sus distintas plantas de aparcamiento que aparecen ocupadas por vehículos que fueron abandonados por sus dueños y de los que sólo queda ya un amasijo de hierros. Hay algunos a los que, de forma gradual, se les ha ido retirando las distintas piezas. Primero las ruedas, luego partes del interior, y al final focos, puertas y hasta elementos de la maquinaria del vehículo en cuestión.
La falta de control en los aparcamientos del Lidl es evidente, hasta el punto de que puede llegar cualquier conductor, dejar allí estacionado un coche que considera inservible, venderlo por un precio acordado para que termine siendo pasto de las actuaciones de los mecánicos andantes. Así nos topamos con restos de lo que fueron vehículos desperdigados por las distintas plantas, sin que se cumpla norma alguna de seguridad y estando expuestos a que pueda sucederse cualquier quema como las que ya se han producido de otros coches abandonados.
No es la primera vez que se han producido quejas, que acostumbran a ser de aquellos que lamentan que plazas destinadas a los usuarios terminen sirviendo para acoger este tipo de vehículo. La sensación de abandono es más que evidente.