Durante toda la madrugada y hasta la mañana de ayer se activó un dispositivo para evitar la entrada de cientos de subsaharianos por el espigón. Hubo detenciones, carreras, desesperación. Es la frontera de la tragedia. La situación en Marruecos es desesperante para la población subsahariana. Los montes se han convertido en su particular trampa. Allí se ocultan pero también de allí intentan escapar. Los asedios por parte de las fuerzas marroquíes no cesan. Incluso cuando miembros de oenegés les quieren hacer entrega de medicamentos, ropa o mantas, furgonetas con agentes del vecino país les esperan en la carretera abierta. Hay noches en las que se apuesta por una escapada en bloque. La madrugada pasada se decidió que fuera así.
Hombres en su mayoría y algunas mujeres se hicieron fuertes en la Mujer Muerta frente a los ladridos de perros nerviosos jaleados también por el miedo y los focos de linternas que escenificaban una búsqueda radical ejecutada por Marruecos pero financiada por Europa. Y frente a todo esto, la Guardia Civil desplegada, otra noche más, a lo largo del espigón de Benzú, testigo de tantas promesas políticas de blindaje y tanto drama de hombres y mujeres que se han colgado de su valla, se han dejado la piel en las concertinas o han muerto en sus aguas. El último Víctor. A primeros de julio. Fallecido y nunca reconocido. El último cadáver de una frontera sur que mata en el camino y se silencia en el olvido de Europa.
Los GRS, los GEAS y el ERIE de Cruz Roja permanecieron toda la madrugada a la espera, activados en cumplimiento de un protocolo que se aplica según voluntades políticas. Al otro lado del espigón el blindaje era absoluto. Agentes en la playa, ayudados de vallas metálicas para frenar la marcha de los cientos de subsaharianos que peleaban en el monte por acercarse. Los mehanis colocaban las furgonetas a modo de zig zag, cerraban la puerta que da acceso a la zona de la playa, colocaban más vallas en la carretera... Construían así un muro virtual en una zona ya de por sí modificada por el ser humano para frenar la intención de libertad de otro ser igual.
Avanzaba la madrugada. Luces, ladridos, agentes que suben y bajan, unidades de la Benemérita que van y vienen, jefes del vecino país que llegan en coches al escenario para comprobar in situ el operativo, voluntarios de Cruz Roja preparados... A las 5.00 se le comunicó al ERIE que podía marcharse mientras retenes de la Guardia Civil quedaban sobre el terreno. Tras la Mujer Muerta se seguía lidiando la batalla en la que se pone de manifiesto, piel contra piel, la cruda división de fronteras y sus métodos siempre tan cuestionados y denunciados.
La situación es tan desesperante al otro lado que los inmigrantes seguían en su intento. A las 10.00 horas, tras toda una madrugada de tensión, alrededor de 300 personas (algo menos de las casi 900 que se estimó de madrugada) consiguieron llegar hasta la carretera del pueblo de Beliones. Sonaron entonces las alarmas. Ésas que ya son muy conocidas entre los vecinos de ambos lados de la frontera. La playa fue tomada por más soldados, el espigón rodeado de guardias civiles... y comenzaron las detenciones de todo aquel que conseguía llegar, las escapadas, las carreras.
A medio camino fueron detenidos varios jóvenes. Era imposible llegar a la playa ya blindada. Los intentos son cada vez más complicados. Benzú está dejando de ser la vía fácil debido al blindaje de Marruecos. El mismo que tras el 6F fue incrementado en el Tarajal.
Nadie ayer consiguió cruzar. Hubo varias detenciones. Los más rápidos han regresado al bosque. Saben que ahora llegarán las batidas. Los próximos días se antojan complicados. Es la frontera sur. El paso de las diferencias. La línea virtual olvidada por Europa. En donde hombres con palos y piedras frenan a otros que echan mano de cualquier cosa. El objetivo es doble: cruzar e impedirlo. Boza, sueños, presión, vida y muerte. La frontera.
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