Las dos escuadras se aproximaron a Alhucemas, con bastante temporal de levante e hicieron algunos simulacros de desembarco, en Uad Lau la columna de Ceuta y en Sidi Dris la de Melilla, protegiéndose los barcos con cortinas de humo y bombardeando la costa. Ya frente a Axdir parte de la flota y, mientras se concentraba el resto, los buques de guerra comenzaron a bombardear, según los datos sobre posibles emplazamientos que facilitó el mando del Peñón de Alhucemas. Sin embargo, desde tierra se contestó eficazmente el fuego y algunos proyectiles de artillería alcanzaron sin consecuencias al acorazado Alfonso XIII y al también acorazado francés “París”. Poco a poco, a lo largo del 8 de Septiembre de 1.925, la flota y las barcazas de desembarco fueron concentrándose frente a la costa de Beni Urriagel y Bocoya. Es preciso imaginar la sorpresa de los montañeses rifeños cuando, al amanecer ese día, se encontraron enfrente una inmensa escuadra de 80 barcos con 200 bocas de fuego, y casi 100 aviones surcando el cielo, mientras los globos se elevaban sobre el mar observándolo todo. Los rifeños llamaban “mata-piedras” a los proyectiles de artillería y “pájaros tontones” a los aeroplanos, pero ahora comprobaban una efectividad inusual en ambos.
Fue la columna de Ceuta la primera en desembarcar. A las 11:40 de la mañana de aquel 8 de Septiembre de 1.925, la primera oleada de barcazas K se dirigió a tierra, precedidas por una gasolinera que mandaba el capitán de fragata Boado, de Estado Mayor, que reconoció la costa, eligiendo el sitio exacto del desembarco. El Tercio, las harkas y Mehal-las saltaron desde las “K” los primeros y en vanguardia la sexta Bandera con Rada al frente. La Escuadra intensificó el bombardeo, pero fue preciso ganar la playa con el agua al cuello y el armamento sobre las cabezas. Mientras los legionarios y tropas indígenas subían los escarpados de la costa, produciéndose las primeras bajas algunas por fuego propio, se comenzó a desembarcar el resto de la columna Saro. A las tres de la tarde se habían cubierto todos los objetivos del primer día, ocupándose 3 cañones enemigos y con las bajas de 7 jefes y oficiales y 117 de tropa.
Sobre la playa y los montes cercanos estaban ya 8.000 hombres, con tres baterías y en los barcos esperaba su turno la columna Fernández Pérez, de Melilla.
Las tropas salieron de Ceuta y Melilla hacia Alhucemas el día el día 5 de Septiembre de 1.925 por la tarde y de Melilla en la madrugada del mismo día cinco al seis. Sin embargo, cuarenta y ocho horas antes, el 3 del mismo mes, fue atacada la posición de Cudia Tahar, próxima a Tetuan y de gran valor estratégico.
La capital del Protectorado estaba defendida por la parte del Rif mediante una línea que partía cinco kilómetros al sur, desde la desembocadura de Río Martín hasta el macizo de Beni Hosmar, aunque el enemigo dominaba las alturas del Bu Zeitung y, por tanto, los caminos hacia Tetuán. De toda esta organización, los puestos más avanzados eran Cudia Tahar y Gorgue, enlazados ambos con la base de Ben Karrich. El ataque rifeño pretendía romper la línea por la mencionada posición de Cudia Tahar, para progresar por el valle del Martín y entrar en Tetuan. Un ambicioso plan comparable al desembarco en Alhucemas.
Del 5 al 11 de Septiembre, cuando ya el desembarco había resultado un éxito, la situación se fue agravando progresivamente en el sector de Tetuán. Bajo el mando del general Federico Sousa, volvieron a fracasar un tabor de Regulares de Ceuta, un batallón del Serrallo, la Mehal-la de Tetuán, un batallón de Toledo y otro de infantería de Ceuta 60. La situación se hacía angustiosa y Cudia Tahar podía caer en cualquier momento y con ella, Tetuán.
Ante esta situación desesperada, Primo de Rivera decidió prescindir de algunas de las tropas concentradas frente a Alhucemas, para evitar un nuevo desastre y el 10 de Septiembre, después de una travesía marítima a toda máquina, ya se encontraban en Tetuan las fuerzas elegidas. Se trataba de un tabor de Regulares de Melilla con el Comandante Romagosa y dos Banderas del Tercio al mando del teniente coronel Balmes. A estas fuerzas se le unieron las disponibles en el sector y, bajo la dirección nuevamente del general Sousa salieron hacia Cudia Tahar, que ya conocía el esfuerzo hecho para ayudarle, gracias a la aviación que le aprovisionaba de hielo, municiones alimentos y noticias.
El 11 de Septiembre comenzaron las operaciones y no se pudieron cubrir los pocos kilómetros de distancia, por la resistencia que oponían los bereberes. Al día siguiente se reanudó el avance. Fue lento, difícil, con frecuentes asaltos a punta de bayoneta y soportando un elevado numero de bajas, pero las fuerzas llegaron a Cudia Tahar y la liberaron. El enemigo se retiró dejando sobre el campo 125 cadáveres, cosa insólita, y gran cantidad de armas y municiones. Las fuerzas del Tercio y Regulares regresaron a Alhucemas y Primo de Rivera recibió personalmente en Tetuán a los defensores de Cudia Tahar que quedaron vivos y les entregó a cada soldado un enorme puro y ciento veinticinco pesetas.
Las playas en torno a Alhucemas son numerosas pero muy diferentes. Mientras que al Este, frente al Peñón, la costa es baja, cómoda, arenosa y con la citada isla enfrente, formando las playas de Suani y La Rocosa, a continuación la también playa del Quemado es pequeña, bonita y fácil de dominar desde las alturas de Morro Viejo. Sin embargo, al otro lado del inmenso Morro Nuevo, las playas de Cebadilla e Ixdaín son pedregosas, con gran profundidad y pequeñas porque, a pocos metros del mar, el terreno se escarpa y resulta muy fácil batir la costa. El desembarco que era esperado naturalmente en Suani, se hizo en Ixdaín que era la peor, pero quizás por eso se consiguió el factor sorpresa y todo resultó un éxito inicial.
Comenzado el desembarco de la columna Fernández Pérez de Melilla tres días después de la primera oleada, los problemas comenzaron en cuanto Abd el Krim consiguió reaccionar, organizando la defensa de su territorio. Después de ocupar un perímetro de dos o tres kilómetros cuadrados, las fuerzas españolas tuvieron que dedicarse a rechazar continuos ataques y quedaron inmovilizadas durante quince días, en que solo consiguieron progresar dos mil metros. Los rifeños disputaban cada cueva, cada hondonada de un terreno que conocían bien y sus baterías disparaban solo de noche para no ser detectadas por la aviación. Los potentes reflectores de los barcos buscaban enemigos e iluminaban los barrancos para facilitar la defensa en ataques nocturnos.
Durante los 15 días de aquella parada forzosa, continuó el desembarco de hombres y material y, a partir del 23 de Septiembre, se comenzó a progresar, aunque a costa de importantes pérdidas. Los legionarios avanzaron hacia el suroeste, donde se encontraba Axdir, la kabila de Abd el Krim y el coronel Goded consiguió ocupar la Cala del Quemado, después de vencer una resistencia que se llevaba a cabo hasta el último hombre. En una cueva un viejo kaid fue encontrado muerto con el Corán en una mano y el fusil en la otra. Goded conservó con respeto ambas cosas como recuerdo.
Hasta el 2 de Octubre no se pudo llegar a Axdir que estaba situado a solo once Kilómetros de las playas del desembarco. Se había progresado a razón de 400 metros diarios y los últimos ataques tuvieron una gran ferocidad por la enconada resistencia de los rifeños. El 3 de octubre se dio carta blanca a las tropas y el poblado de Abd el Krim fue incendiado y destruido. El coronel García Escámez, el primero en penetrar en la casa del líder rifeño, encontró una copiosa documentación epistolar que puso en situación difícil a muchos españoles que habían mantenido contactos con el enemigo. Las noticias de la importante victoria fueron recibidas en España con fiestas y un regocijo general. Eran las primeras buenas nuevas en mucho tiempo. Cientos de misas y actos públicos se celebraron como homenaje a las bajas que, de Septiembre a Marzo de 1.925, sumaron 133 jefes y oficiales y 2.203 suboficiales y soldados. No se contabilizaron las pérdidas rifeñas.
Los generales Primo de Rivera, Sanjurjo, Fernández Pérez y Saro fueron ascendidos. Los franceses iniciaron el 10 de Septiembre, al conocerse el éxito inicial del desembarco, una violenta ofensiva desde el Uarga, limite de las dos zonas, hacia el norte. Una columna española, al mando del Coronel Dolla partió hacia el sur y enlazó con los franceses en Zoco el Telata, en Metalsa y, una semana más tarde, Petain y Sanjurjo se encontraron algo más al este, en Beni Bu Yahi.
El éxito no se explotó lo suficiente y la guerra continuó dos años más hasta 1.927. Francia colaboró, con ciertos altibajos, desde entonces con España, después de soportar en la campaña de 1.925 más de 12.000 bajas, manteniendo 300.000 soldados en Marruecos y 400.000 más en reserva. El mariscal Lyautey regresó a Francia, siendo sustituido como Residente General por Steeg, Petain volvió como héroe y Sanjurjo fue nombrado alto comisario, mientras en Tetuán, en Noviembre de 1.925 tomaba posesión el nuevo jalifa Mulay Hassan ben el Mehdí ben Ismail.
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