Durante la época estival, me cambio de mi piso del centro al de la playa, desde donde vengo escribiendo mis artículos desde mi despacho privado en primera línea de costa de la bella Málaga, donde sentado, me recreo teniendo al frente y contemplando la preciosa panorámica que tengo ante mí, con el Puerto y la bahía de la capital a la vista, la propia playa abarrotada de gente bañándose en esta época canicular de la segunda quincena de julio que este año está perforando todos los records históricos de altas temperaturas, el día que escribo, con un fuerte y tórrido viento de “terral”, que abrasa, si acaso algo suavizado por la brisa marinera.
Desde la ventana de mi mirador, diviso todo el Puerto y la bahía malagueña, coronada en lo alto por una extensa cornisa o cadena de sierras que rodea Málaga; por el Oeste (Costa del Sol), desde la propia capital, pasando por Torremolinos, Benalmádena, Fuengirola, Marbella y Estepona; y, por el Este, empezando por las playas del Palo, Cala del Moral, Rincón de la Victoria. Vélez-Málaga y más allá, hasta la más lejana Nerja y Maro, del llamado Balcón de Europa.
Otra preciosa estampa que, mirando al mar, se contempla en las inmediaciones del Puerto malagueño, es el tráfico marítimo de los grandes buques trasatlánticos, cruceros con turistas, buques de carga y transporte de mercancías, de viajeros, las embarcaciones menores deportivas, las de pesca en la bahía, los yates veleros y de motor, los catamaranes, etc. Y, si es de noche, pues otro maravilloso cuadro que desde mi mirador se puede contemplar, tanto desde la ventana como desde la terraza y el salón principal, viendo el intenso tráfico de embarcaciones que salen y entran en el Puerto de Málaga.
Aquí, son lindas y románticas las noches de luna llena, cuando toda henchida y resplandeciente asoma por lo alto de la sierra cortejada por todo el firmamento con tan numerosas estrellas, que toda henchida y resplandeciente sus rayos de luz sobre las aguas del Puerto y la bahía se reflejan, dejando tras de sí una franja luminosa, entre rojiza y celeste, y una variada gama de luz y de colores que ilumina el mar sereno y en calma.
A mí, que siempre desde pequeño me crie tierra adentro, en las áridas y “pardas” tierras de mi querida Extremadura, de clima continental, ahora lo que más me relaja y me sosiega es contemplar el horizonte marinero, verlo tranquilo y calmado, con las suaves olas rizadas que van llegando unas y otras, rompiendo en la orilla, como si todas fueran empujándose unas a otras en pugna por alcanzarla antes para acariciar la arena del mar y luego cuando la tocan, todas retroceden levemente formando el típico “vaivén” de las olas en flujo y reflujo, cuando unas vienen y otras van.
Quienes tenemos la oportunidad de verlo y disfrutarlo a diario, es como un encanto y una delicia de la naturaleza, que dan paz interior y quietud al disfrutarlo. Al agua del mar, yo creo que no le hace falta para que toda ella sea benéfica, desalinizarla y hacerla potable, para que tan precioso y saludable líquido pudiera colmar todas las expectativas y necesidades que de la misma se tienen, ante la triste realidad de la enorme sequía que padecemos, que como la necesidad de abastecernos de ella nos siga apremiando tanto, no dudo de que las guerras que en el futuro estallen y se desencadenen por las necesidades de agua que en el futuro podamos tener, puedan deberse a la escasez de tan precioso líquido: el agua.
No hay más que ver que, un 60 por ciento de nuestro cuerpo humano es agua, que el cerebro también se compone en un 70 por ciento de agua, la sangre en un 80 por ciento y los pulmones contienen agua en un 90 por ciento. Eso nos está claramente indicando lo importante e imprescindible que es el agua en la vida de las personas, de los animales y de las plantas. El agua nos mantiene hidratados y es sumamente beneficiosa para la salud, sobre todo, para poder realizar de forma eficiente la función renal.
Pero, a la vez que reflexiono lo anterior, continúo escribiendo oteando el Puerto y la bahía desde la atalaya de la ventana del despacho. Por cierto, que, ya, hasta siento especial dependencia y cariño hacia el mismo; no me puede faltar; ambos elementos, ordenador y despacho, los tengo por mis dos mejores amigos; los dos me hacen señera compañía, todo lo que les dicto lo cumplen y nunca se enfadan, nada me piden, ni me discuten, jamás protestan ni reclaman, sólo cuando alguna vez, muy de tarde en tarde, algo de ellos falla, es cuando me soliviantan. Es que, son muchos años ya haciendo casi el completo de mi vida estival en mí “mirador”, sin que en ningún momento me pueda faltar. Además, el ordenador es un buen amigo y compañero de conversación; todo lo que le dicto lo hace sin rechistar; lo peor que tiene son las pequeñas averías que muy de tarde en tarde surgen, pero, aun así, lo necesito tanto, que cuando me falta es cuando también lo echo más de menos y más lo necesito.
Estoy en condiciones de poder aseverar que el ordenador llega a tener para mí hasta ciertas propiedades curativas. Cuando en 2011 me jubilé meses antes de cumplir los 70 años, había llevado hasta entonces una vida tan intensa y activa como que estuve trabajando y cotizando 50 años, 9 meses y 6 días; de manera que, al verme inactivo de la noche a la mañana, comencé a sentirme triste y deprimido; no sabía vivir sin trabajar; el ocio me irritaba y me entristecía. Entonces, el ordenador fue mi única tabla de salvación a la que pude agarrarme; y, en cuanto empecé a consultar y a ir perfilando directamente mis escritos, que antes durante 23 años había escrito a mano para después pasarlos a máquina, pues fue como descubrir un mundo nuevo, que, sin duda, me sirvió de revulsivo para olvidarme por completo de mi breve y leve patología depresiva.
Pues, todo ello, es el principal motivo de que me sienta en dicho despacho plenamente satisfecho, reconfortado y complacido; yo diría que, ordenador y despacho, son mi único vicio, de forma que mi vida en casa gira en su mayor parte en torno a dicho habitáculo y de mi fiel y leal amigo, el ordenador. Por cierto, que otro motivo más de que me sienta cómodo y satisfecho en mi mirador playero, oteando la mayor parte de Málaga y su costa litoral, es que en él también tengo coleccionados y expuestos en estanterías adosadas que el piso traía construidas de origen, toda una serie de premios y otras distinciones que en su día obtuve, todos debidamente acondicionados en repisas adosadas a la pared que en ellas tengo también expuesta toda una colección de recuerdos, títulos y demás distinciones que a lo largo de mi vida logré conseguir.
Me siento en él sobre una larga mesa de madera incrustada sobre las paredes que tengo instalada en forma de ángulo recto; colgado de la pared, al frente a la derecha, tengo ante mí, en un sitial de honor, un hermoso cuadro con una vista aérea de MIRANDILLA, mi pueblo, por el que siento especial y doble cariño, primero, por ser mi pueblo querido, y, segundo, por haber sido un regalo de mi propia familia, del que tan orgulloso y complacido me siento de poder contemplarlo y disfrutarlo. Colgada del mismo cuadro pende la Medalla de Mirandilla, que me fue concedida por su Corporación Municipal y entregada en sesión pública por su Alcalde en el Salón de la Biblioteca local. A la derecha tengo colgados otros dos cuadros con los títulos universitarios que poseo, de Licenciado en Derecho y Graduado Social, que obtuve alternando estudio y trabajo.
A mi izquierda, en una de las repisas incrustadas en la pared, tengo expuestas hasta siete placas metálicas dedicadas como otros tantos premios o distinciones, una, la que me entregó la Corporación Municipal de mi pueblo tras haber pronunciado el Primer Pregón de las Fiestas Patronales de Mirandilla; otra placa, que me entregó el Centro Extremeño de Málaga tras haber impartido en él otra conferencia; otras tres placas más que me entregó el entonces Comandante General de Ceuta con motivo de haber pronunciado en el Centro Cultural de los Ejércitos en Ceuta (Casino Militar) otras tantas conferencias.
Otra placa más, que me entregaron conjuntamente los Tribunales Económico-Administrativos Regionales de Hacienda en el homenaje nacional que me hicieron en la sede del Tribunal Central de Madrid cuando me jubilé, junto con un cuadro con la fachada del antiguo Tribunal Central, donde los Presidentes de Tribunales nos reuníamos en sesión durante las sesiones que celebrábamos. Otra placa, que me entregaron los Jefes Regionales de Aduanas de Andalucía, con motivo del Centenario de la creación de la Aduana de Ceuta, tras haber pronunciado otra conferencia sobre la historia de Ceuta. Y en la pared derecha con la que la de frente forma ángulo, tengo instalada una extensa mesa alrededor, prendida, adosada y reforzada a la pared, en la que tengo visiblemente expuestos mis dos títulos universitarios, de Licenciado en Derecho y Graduado Social. Por detrás a mis espaldas, un amplio armario con libros y otros objetos personales.
Y, a mi izquierda, colocados sobre estanterías, tengo varias placas: una, como recuerdo de mi Primer Pregón de las Fiestas de la Magdalena de Mirandilla y, colgada de ella, pende la Medalla de Mirandilla. Ambas me fueron concedidas e impuestas por la Corporación Municipal de mi pueblo. de mí pueblo. Otra placa, que me entregó el Presidente del Centro Regional Extremeño en Málaga, con motivo de una conferencia que pronuncié sobre Extremadura, sus tierras y sus gentes. Tres placas más que me fueron entregadas por el Comandante General de Ceuta, con ocasión de haber pronunciado otras tantas conferencias en el Salón de Actos del Centro Cultural de los Ejércitos en Ceuta. Una encina de plata que me regaló la parroquia de mi pueblo, tras haber pronunciado el Primer Pregón de su Semana Santa.
Un precio obelisco de metal, con base de piedra labrada, que en un homenaje me regalaron los compañeros en La Coruña, al cesar como Jefe Regional de Galicia por haber sido nombrado para el mismo cargo en Málaga. En otro compartimento de la misma estantería figura colocada una placa más con una cariñosa dedicatoria que me fue entregada por los compañeros de Hacienda de Málaga al irme destinado a Ceuta.
En otra estantería, otra placa que me fue entregada por los Tribunales Económico-Administrativos (TEAR), con motivo de un homenaje nacional que se me hizo en Madrid, cuando me jubilé. En la misma estantería figura una reproducción del cañón “Caminante”, de Melilla, como recuerdo del Tribunal Económico-Administrativo de Melilla, cuando fui Presidente de dicho Órgano. La bala de Dicho cañón sirvió para medir la distancia de las aguas jurisdiccionales de Melilla.
Y otra placa más, que me fue entregada por la Tertulia Flamenca de Ceuta, con ocasión de una conferencia que pronuncié en su sede de la Plaza del Teniente Ruíz de la Ciudad. Otro cuadro que me fue regalado por los Presidentes de los TEAR de Ceuta y Melilla que en los mismos me sucedieron, en una comida de homenaje que me hicieron, junto con compañeros del TEAR de Málaga. Y un águila de cobre con alas abiertas, que me fue regalada por los compañeros de Málaga tras la comida que me ofrecieron al cesar como Jefe Provincial de mi Organismo, para irme destinado a la Jefatura Regional de Galicia, con sede en La Coruña.
En el pasillo de entrada a dicho despacho, existe colgado un hermoso cuadro que representa la antigua sede del Tribunal Económico-Administrativo Central de Madrid, donde nos reuníamos en sesión los Presidentes de todos los Tribunales Económico-Administrativos de España, que me fue entregada en Málaga en otro homenaje que me dedicó la entonces Presidenta del indicado Órgano nacional, al jubilarme. Y también una Mención Honorífica en un Premio de Literatura que me concedió el Ayuntamiento de Ceuta.
Por todo ello, me siento obligado a expresar aquí, de forma general, mi profundo reconocimiento y honda gratitud.