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Descubrimiento del Pacífico por Balboa

Me refería en un reciente artículo a la tergiversación de la Historia de España por algunos historiadores extranjeros por la pereza en escribirla nosotros mismos, lo que, en buena medida, dio lugar a la “leyenda negra” contra nuestro país. Un ejemplo elocuente de ello se tiene en la conquista de América, donde los extremeños fueron las figuras más estelares de aquella gloriosa gesta. No en vano, en el himno de Extremadura, se recoge que esta región es: “Patria de glorias, suelo de historia y tierra de encinas”. Sobre aquellas conquistas se han vertido ríos de tinta por el mundo culpándonos a los españoles de haber cometido atrocidades; pero sin tener en cuenta que aquellos hechos no se pueden medir ni valorar con la mentalidad actual, sino con el metro histórico del tiempo y las circunstancias en que se vivieron, en un mundo totalmente distinto al actual, en unas condiciones diferentes, sumamente difíciles y donde en Europa todo giraba alrededor del símbolo de la cruz, lo mismo que en otros continentes y países profesaban su fe a otros símbolos. Quienes no tengan eso en cuenta, mal pueden emitir un juicio justo y ponderado de la obra de España en América.
Bien, pues aquellas valientes y gloriosas hazañas que hoy tanta aversión producen a algunas mentes poliédricas, ya ni siquiera se enseñan en Historia de España en nuestros colegios;  por ejemplo, muchos jóvenes ignoran que fue el extremeño Hernán Cortés el que conquistó el imperio mejicano con sólo unos 400 españoles que tuvieron que vencer a varios cientos de miles de indígenas; o que otro extremeño, Francisco Pizarro, hizo lo mismo todavía con menos hombres con el imperio inca de Perú; o que los también extremeños Pedro de Valdivia y Pedro Alvarado conquistaron Chile y Panamá; Nicolás de Ovando conquistó Santo Domingo, etc. De aquellas y otras conquistas, nacieron unas 20 naciones, cuyos ciudadanos, en general, todavía  hoy se sienten más honrados y orgullosos que muchos españoles de poder leer y rezar en castellano, de su cultura hispana y su sangre indígena mezclada con la española. En ocasiones, aquellos nacionales hispanoamericanos, aun suelen nombrar emocionados a España como la “Madre patria”. Y es que, algunas veces también he dicho que a los españoles no nos hace falta que nos salgan enemigos por el mundo, porque de eso ya se encargan algunos españoles que no saben ni querer ni valorar a su propio país. Para algunos extranjeros y otros trasnochados compatriotas nuestros, parece como si tuviéramos que arrepentirnos, avergonzarnos y hasta pedir perdón al mundo por haber descubierto América y llevado a aquellas naciones hermanas nuestra cultura y nuestros valores, en lugar de sentirse honrados y orgullosos de que fueran  españoles los principales  protagonistas de tan alto honor.
Una de las muchas cosas que interesadamente se silencian de la obra de España en América es que nuestra misión allí no sólo fue conquistadora, sino también evangelizadora, descubridora y permanente fuente de cultura. Los llamado “Doce Apóstoles” extremeños, de Belvís de Monroy, qué pocos pueblos hay en toda América donde no existan huellas de su paso por ellos, llevando la nueva cultura y el encuentro civilizador. Ahí están también las llamadas “Leyes de Indias”, que, sobre todo en el ámbito laboral, reconocían a los aborígenes muchos más derechos que en la normativa peninsular se preveían para los propios españoles. Pues bien, en esa misma línea de tantos actuales despropósitos, muchos compatriotas nuestros de las actuales generaciones ni siquiera conocen que fue el extremeño Hernando de Soto el que descubrió el río Mississippí; o que otro extremeño, Francisco de Orellana, también descubrió el río Amazonas. Y que un tercer extremeño, llamado Vasco Núñez de Balboa, igualmente descubrió en 1513 el entonces llamados Mar del Sur, que 7 años después, en 1520, Magallanes lo bautizaría definitivamente como el Océano Pacífico. Este año, el 25-09-2013, se cumple el Quinientos Aniversario de este importantísimo descubrimiento llevado a cabo por españoles.
Primero, Balboa descubrió Panamá. En la región de Veraguas se topó con el mando de Diego de Nicuesa, fundador de Nombre de Dios en la costa atlántica, que consideró como un intruso al extremeño. Tras un intento de desembarcar en Santa María, Nicuesa fue repelido y nunca más se supo de él. Era el 1-03-1511. Balboa obtuvo así el cargo de gobernador de Veraguas, una de las nueve provincias de Panamá. Comenzaba así una nueva aventura para Balboa: el istmo de Panamá. El paso por él lo resume así el escritor Méndez Pereira: «Rendidos de cansancio y de angustia, el cielo parecía abrirse en cataratas de lluvia, el viento desgarraba las hojas y las ramas, retumbaba el trueno con ecos quejumbrosos que la selva repetía hasta el infinito [...] Pero había que avanzar, avanzar siempre, hasta que llegara la noche con el espanto de las fieras, el sonido espeluznante de la serpiente cascabel, las picadas de los insectos, la algarabía de los monos aulladores...».  Balboa, primero, se alió con el cacique Careta para atravesar el istmo de Panamá. El español trabó luego amistad con algunas tribus y peleó con otras. A finales de 1512 llegaría a los dominios del cacique indígena Careta, quien pactó la alianza con Balboa, que logró que el indio fuera bautizado. Con este pacto, españoles e indígenas se internaron en territorios de los caciques Ponca y Comagre, siendo en la región de este último donde llegó la noticia a Balboa de la existencia un lago de oro, otro mar, otro océano, otro azul.
Balboa se pertrechó entonces de más hombres y emprendió la aventura hacia el Mar del Sur. Tras otras luchas con caciques locales, 1000 indígenas y 190 españoles se internaron de nuevo por el istmo de Panamá. La batalla final la libró con el cacique Torecha, que fue vencido y muerto en combate, aliándose sus hombres con el extremeño. «El día 23-09-1513 tomaba posesión el capitán Balboa del caserío de Torecha, y ese mismo día tuvo informes, sin lugar a dudas, de que la montaña que se levantaba por el lado occidental, en este valle dilatado y fértil de Cuarecuá, era la última barrera que cubría el mar del Sur», relata la biografía. Y, como suele suceder desde que el mundo es mundo en todos los lugares donde hay hombres y mujeres, en el itinerario de sus descubrimientos y conquistas, Balboa se topó con una preciosa mujer. Era «una indígena extraña, dotada de una belleza singular y de un espíritu sutil y delicado», Anayansi, se llamaba, hija del cacique Careta, quien robó el corazón de Balboa. Era Anayansi «quien había logrado imponerse al vencedor de los suyos». Así destaca Méndez Pereira la influencia que esta indígena ejercía sobre el español extremeño: «Siempre que se trataba de proteger al indio, y sobre todo a la mujer, Balboa obraba bajo la influencia de Anayansi. Ella le había enseñado que no había diferencias fundamentales entre las dos razas, que las diferencias en las costumbres y los hábitos eran cuestión de ambiente y de grado de civilización más bien que de vicios o torpezas innatas».
Balboa se internó en las cordilleras del río Chucunaque el 25-09-1513. Según los indígenas que le acompañaban, desde allí podría ver el nuevo mar... «De pronto, como a eso de las diez de la mañana, uno de los indios que servían de guía se volvió hacia el jefe y le señaló con el dedo una cresta pelada. [...] Balboa mandó entonces hacer el alto. Y, ante la expectación ansiosa de sus hombres, continuó subiendo solo hacia la cumbre señalada. Lo vieron clavar la vista en el espacio, quitarse el sombrero empenachado y caer con unción y recogimiento de rodillas [...] Con lágrimas de gozo estos endurecidos aventureros abrazaron a su capitán y juraron seguirle hasta la muerte. El padre Andrés entonó un "Te Deum Laudeamus" y las voces de los soldados, ennoblecidas y puestas al unísono con la grandeza del momento se elevaron solemnes aquel glorioso domingo [...] Entonces con voz estentórea y temblante de emoción, Balboa anunció a todos los vientos que tomaba posesión de aquellas tierras bañadas por el Mar del Sur (que él llamó) en nombre de los soberanos de Castilla. Y mientras algunos soldados daban gritos y vivas de contentos, otros se pusieron a cortar un gran árbol, hicieron con él una cruz, grabaron en ella los nombres de los Reyes Católicos y la clavaron con los brazos extendidos hacia los dos océanos». No era el oro, ni los palacios lo que esperaba a Núñez de Balboa... era el azul inmenso lo que aguardaba. Así había sido descubierto por aquel grande y valiente extremeño el Océano Pacífico. Con tal hazaña, Balboa abrió nuevos horizontes, nuevas rutas marinas e intercambios comerciales, acortó caminos entre dos grandes mares, facilitó la vida en común de millones de personas, propagó y expansionó la cultura, el turismo y las relaciones humanas, cambiaron las costumbres, la densidad demográfica, nació el comercio transoceánico, abrió un vasto horizonte a la exploración de otros territorios, etc
Pero ya dije antes que los españoles solemos ser los más grandes enemigos de los propios españoles. Así, la posterior muerte de Balboa se debió a otro extremeño, Francisco Pizarro.  Balboa mandó un quinto de las riquezas al rey español, según lo estipulado, y el monarca lo nombró Adelantado del Mar del Sur. Pero nació una nueva rivalidad entre Balboa y el Gobernador Pedro Arias de Ávila. En 1518 apareció por allí Pizarro, quien, para ganarse el favor de Arias, detuvo a Balboa bajo la acusación de que se había rebelado contra el Gobernador, cosa que no fue cierta. Sin embargo, el 15-01-1519 Balboa sería decapitado por su propio paisano, y así pudo iniciar luego Pizarro la conquista de Perú. Ese mismo hecho entre españoles da idea de la mentalidad de entonces sobre la conquista. Este año, la Ruta Quetzal, dirigida por el periodista Miguel de la Cuadra Salcedo, se hará siguiendo los pasos de Balboa en el descubrimiento del Océano Pacífico, en conmemoración del 500 Aniversario de tan importante hazaña española.

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