Ya hace años que aquella ministra de Igualdad con la que el PSOE quería vender un falso progresismo nos coló aquello de los miembros y las miembras, hundiendo en la miseria las siglas del que esperábamos algo más. Al menos los que nos sentimos más rojos y al final hemos terminado sintiendo vergüenza por los que levantan el puño por la lucha y se meten el otro en el bolsillo para guardar a buen recaudo su cartera. De aquellas miembras hemos llegado a los derechos humanas con las que el PSOE nos adornaba su colaboración publicada ayer; colaboración que si buscaba provocar la risa generalizada lo hizo. Fue la gota que faltaba para colmar el vaso de un partido en el que hasta los históricos agachan la cabeza para no tener que opinar sobre el ridículo al que deben enfrentarse. Ni los derechos humanas son lo que era, ni en el partido están pensando como se mercen sus siglas; más bien cada uno está buscando la forma de abandonar el barco con el futuro arreglado.
Mientras los peperos buscan la manera de repartirse las carteras, los puestos de trabajo y las colocaciones obtenidas gracias a los favores prestados. Ya saben, los buenos mamones deben tener premio y quien centró sus últimos años en el ejercicio del mamoneo –vamos a dejarlo en esta expresión- buscan ahora el hueco prometido. Es lo que toca, cambia el color político, cambia el mandamás y aparecen hasta los que considerábamos cadáveres y han resultado ser inmortales. Todo tiene un precio y ahora ha tocado el momento de cobrarlo.
Entre marchas y desembarcos la ciudad avanza descontrolada, caótica, sin gobierno. Y parece que existe una cierta permisividad social porque esto sea así. Fíjense en el ámbito de la seguridad. El delegado del Gobierno ha cerrado su agenda y mira a otro lado mientras ocurren sucesos importantes a los que se da solución. Nadie pide que esa solución llegue: los medios de comunicación contamos historias, la sociedad se indigna y quienes tienen competencia en resolver estos problemas callan. ¿Estamos locos? Lo parece. La política en materia de seguridad es un auténtico fracaso, pero los responsables de que esto ocurra dejan pasar los días como quien ahoga sus penas en el cubata de turno. ¿Es lógico la quema de coches, la rotura de vehículos, los enfrentamientos en determinadas barriadas? A los ciudadanos no nos lo parece, pero incongruentemente esa sensación de vacío, de cierta temeridad social no parece que moleste a quienes deberían preocuparse más allá de soltar imbecilidades del tipo “estamos muy preocupados”, “habrá resultados” o “el peso de la ley caerá sobre los delincuentes”. ¿Quieren dejar de reírse de nosotros, de ser tan inútiles de soltar frases hechas que ni ustedes se las creen?, ¿acaso llaman buenos resultados a detener a lo que venden como pistoleros para que luego un juez lo absuelva por falta de pruebas?
Lo que está pasando es demasiado grave para que la respuesta sea la que nos están ofreciendo: ninguna. A mí personalmente me da vergüenza asistir a este espectáculo indigno en una ciudad que no se lo merece.