Oponerse a leyes a las que puedes o no acogerte no tiene sentido, sobre todo cuando vienen a dar legalidad a situaciones que están sucediendo en tu país. Leyes que son cuestionadas, pero pasados unos años son aceptadas con naturalidad por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Pasó con la ley del divorcio en 1981, donde se regulaba el matrimonio en el Código Civil.
En 1985 sucedió con la ley del aborto, que venía a legitimar los tres supuestos de interrupción del embarazo dentro de las 22 primeras semanas de gestación. Antes esta posibilidad se limitaba a mujeres con nivel adquisitivo para trasladarse a otro país o mujeres que ponían en riesgo su salud y su libertad por interrumpir el embarazo en clínicas clandestinas.
“Este San Juan lo recordaremos como el día en el que se legalizó la muerte digna”
Volvió a suceder en 2005, con la ley del matrimonio de personas del mismo sexo. No gustaba que se llamara matrimonio, porque el matrimonio era la definición de la unión de un hombre y una mujer, nunca de dos mujeres o dos hombres. Ese y otros argumentos -muy respetables pero absurdos desde mi humilde opinión- eran válidos para las personas que rechazan una ley que viene a hacer justicia con millones de españoles.
Hablaba de leyes que, en todo caso, te pueden beneficiar, nunca perjudicar, porque puedes hacer uso de ella o no. Nadie te obliga a abortar si estás dentro de los tres supuestos, porque es una elección muy personal. Nadie nos obliga a divorciarnos por muy mal que te lleves con la pareja. Nadie se casa con una persona del mismo sexo, ni se hace homosexual porque hay una ley que legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo. Por esa razón, puedo entender a los que deciden por razones religiosas o de cualquier otro tipo a renunciar a un derecho que les corresponde, pero no puedo compartir que se opongan a la posibilidad que otras personas puedan disfrutar de leyes que vienen a dignificar la vida de los español@s.
El día 24 entró en vigor la ley de la eutanasia y he leído sobre ella artículos que dicen que es una imposición de la cultura de la muerte o que se trata de sectarismo moral. Unos razonamientos que se alejan del verdadero espíritu de una ley que, sobre todo, trata de evitar el sufrimiento intolerable a pacientes en fase terminal o que sufren una enfermedad irreversible con graves limitaciones.
Hay leyes que no favorecen a ningún colectivo ideológico. En nuestro país se divorcian personas y abortan mujeres de todas las ideologías, se casan personas del mismo sexo de todas las ideologías y, en breve, personas de todas las ideologías podrán acogerse a la eutanasia para dejar de sufrir. Lo harán con las estrictas garantías que requiere una ley tan importante como esta y nadie les preguntará si son de derechas, de izquierdas o de centro.
Este San Juan lo recordaremos como el día en el que se legalizó la muerte digna en España. ¡Ojalá que nunca tengamos que hacer uso de ella!
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