Opinión

Un deportado independentista cubano: José Maceo Grajales

El Gobierno de España reprimía las acciones independentistas en la isla de Cuba, con la deportación a prisiones españolas de los más significados líderes y sus familias. Un destino carcelario era la fortaleza del Hacho en nuestra ciudad. Mi esposa, cubana, recordaba de niña una expresión escatológica de su abuelo, sin duda nacida por aquella circunstancia. Mi estancia reciente en la isla me ha aproximado a la figura de José Maceo y a la apasionante vida del líder mambí.

Hermano de Antonio Maceo, “El Titán de Bronce”, igualmente alto y más moreno que aquel, le afectaba un ligero gagueo que le dificultaba a veces enhebrar las frases. Luchador por la independencia combatió desde los 19 en la Guerra de los Diez Años, que tuvo su final con el Convenio de Loma Pelada. Regresó a sus habituales tareas agrícolas pero no tardó en reanudar la lucha al año siguiente, 1879, con la Guerra Chiquita. Un compromiso para deponer las armas, con garantías, acabó con aquella guerra y el luchador mambí con su familia embarcó  en el “Thomas Brooks”, un vapor inglés, hacia Jamaica. La falta de respeto al compromiso por parte del general Polavieja hizo que, a pocas millas de Guantánamo, fueran abordados por el cañonero “Bazán”, detenidos y encarcelados por mes y medio en San Juan de Puerto Rico.

El día 3 de agosto de 1880, deportado junto con su esposa, su hijo y su cuñada, llegaron en el vapor correo “Ciudad de Cádiz” a Chafarinas. En 1882, el Gobierno, ante el temor de que fueran liberados, decidió enviarlos a Ceuta para cumplir prisión perpetua en el castillo del Hacho.

En el traslado se produce la primera fuga de su ajetreada vida y desde la bahía de Cádiz en el falucho “San Antonio” se encamina con su esposa a Tánger, donde llegaron el 17 de agosto de 1882. Con permiso de EEUU para ir a Norteamérica, partieron hacia Gibraltar en el vapor “Hércules”. Sin una aclaración concreta de las circunstancias y que dieron lugar a una controversia política de alcance internacional –incluso Marx y Engels se refieren a ello- fueron entregados a las autoridades españolas en zona neutral y tras esposarlo fue trasladado Maceo de nuevo a Ceuta e ingresado en los calabozos del Hacho.

James J. O’Kelly, irlandés que había visitado Cuba y diputado en la Cámara de los Comunes inglesa, se interesó en la misma por el asunto. El Gobierno inglés ante la interpelación de O’Kelly se dirigió al Gobierno español pero éste, en Consejo de Ministros, denegó la entrega de los presos a Inglaterra. En marzo de 1883 fue llevado Maceo a Pamplona e internado en el Castillo de dicha ciudad.

Desesperado y angustiado por su situación no dejaba de bullir en su cabeza la intención de la fuga. Tras un tiempo de prisión en Estella lo trasladaron a Mahón y el 22 de octubre de 1884, ayudado por patriotas argelinos y revolucionarios españoles, protagonizó su segunda huída recalando en Argelia. El gobierno francés rechazó la petición de extradición española y tras llegar a Francia consiguió pasajes para Jamaica, vía Nueva York, arribando a Kingston a primeros de enero de 1885.

Se reincorpora al movimiento insurreccional promovido por Máximo Gómez, Antonio Maceo y el Dr. Eusebio Hernández pero, fracasado el intento, regresó a su finca de Jamaica. En 1887 Antonio lo llevó a Panamá donde se encargó de administración de obras del Canal y posteriormente estuvo en Costa Rica.

En 1893, José Martí involucra a Antonio y José en sus trabajos revolucionarios y regresa a la lucha libertadora. Al final de su vida, tras sus numerosos éxitos militares, se sintió decepcionado cuando el general Gómez, por decisión del Consejo de Gobierno, lo sustituyó como Jefe del Dpto. Oriental del Ejército Libertador por el general Calixto García. Mucho autores coinciden en que mas bien se trató de una cuestión de celos del presidente Salvador Cisneros Betancourt por el poder que estaban tomando los Maceo. Poco  después, en la Loma del Gato, el 5 de julio de 1896, arriesgando  su posición ante las tropas españolas del coronel Joaquín Vara del Rey, recibe un balazo que le perfora el cráneo y le lleva a la muerte.

Quiso el destino que tras su azacaneada vida sus restos no encontraran descanso hasta muchos años después. Constan cinco entierros, el primero, tras su muerte en “La Soledad”, en la finca “La Cristina” a unos catorce kilómetros. Temiendo una profanación, esa misma noche, sus más fieles colaboradores lo desentierran y lo trasladan penosamente  hasta Campo Rico, donde recibe de nuevo sepultura y permanece hasta septiembre de 1902. Ese año es de nuevo exhumado y junto con los restos de otros siete gloriosos oficiales es trasladado a Santiago de Cuba, donde el 9 de octubre son enterrados en el cementerio de Santa Ifigenia. Al inicio de 1944 nueva exhumación para traslado al Panteón de las Fuerzas Armadas, aunque permanecen en la oficina del administrador del cementerio por falta de fondos para construcción del panteón. Finalmente el 7 de diciembre de 1945 se le hace el quinto entierro en el Retablo de los Héroes, de Santa Ifigenia, donde permanecen sus restos en la actualidad.

José Maceo, fue un importante patriota cubano, quizá eclipsado para la historia por la imponente figura de su hermano Antonio. Participo en las tres guerras de independencia e intervino en mas de 800 batallas, ascendiendo desde soldado hasta Mayor General del Ejercito Mambí, el 28 de abril de 1895 y calificado por su valor como “El León de Oriente”. Arriesgado en el combate, audaz, solidario y esencialmente sincero y franco. Impenitente fumador de chicotes, disfrutaba las lidias de gallos, la danza y las mujeres. Adoraba la música y los toques militares. Corresponde a José Maceo el mérito de crear en el ejercito mambí una estructurada banda de música que alegraban retretas y bailes, aparte de la labor de apoyo en los combates.

Sus enemigos le han tildado de sanguinario, iletrado e inculto, primitivo en suma, aunque sus defensores explicitan lo contrario y resaltan su valor, audacia, astucia y excelente estrategia. Su estancia en las prisiones de España, donde trabó amistad con el gaditano Fermín Salvochea, que lo ilustró en diferentes campos, le dotó de una mediana formación cultural. José Maceo es sin duda una emblemática figura patriótica cubana, aunque también por ello una parte de su vida estuvo ligada, de alguna manera, a nuestra ciudad.

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