Un ejemplar de delfín yace muerto en la playa de Calamocarro, en la bahía norte de Ceuta. Imágenes como estas ya las hemos visto antes, pero siguen siendo desalentadoras.
En las fotografías se pueden apreciar las heridas del cetáceo, la sangre se aprecia en la aleta dorsal y parece, a simple vista, que le falta la aleta caudal, es decir, la cola.
Este no es el primer caso, este verano se ha detectado un importante número de delfines muertos o mutilados, signos evidentes de la acción humana.
La mayor concentración de casos similares se produjo en agosto y todos los indicios señalan a los pescadores marroquíes como autores de estos daños durante el desarrollo de sus labores, presumiblemente por el uso de artes de pesca no adecuadas o para liberarlos sin contemplaciones de sus redes. Grupos ecologistas han manifestado en anteriores ocasiones que los cetáceos se enredan en sus redes y lo que hacen los pescadores es cortar de cuajo sus miembros para quitarlos.
Nada más tener conocimiento de los hechos la empresa Athisa ha procedido a la retirada del ejemplar que estaba en la arena. Allí se ha podido comprobar las lesiones sufridas, ahora habrá que determinar en el examen que se practique al cuerpo sin vida el origen de su muerte y si cabe relación con los ejemplares encontrados en distintos puntos de las costas de Ceuta este verano.
Es sin duda, este 2019, uno de los peores años en cuento a muertes de delfines. De hecho se han superado las cifras de años anteriores además de que ha existo un repunte importante de los casos relacionados con episodios dramáticos en los que la violencia ejercida por el ser humano ha tenido su protagonismo. Es un verano para olvidar. Un verano en el que una de las especies más queridas por el ser humano ha sufrido lo indecible.