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Del motín a la universidad

El nuevo Curso de Preacceso para Inmigrantes de la UNED abre las puertas a medio centenar de inmigrantes a la educación superior. Una decena de residentes del CETI apuestan por integrarse a través de “una gran oportunidad”

Los que hace unos meses portaban en sus manos cartones para ensordecer a la población ceutí y a sus gobernantes clamando por una libertad que lamentaban no poseer, hoy cargan con libros para conseguirla. Una decena de residentes en el CETI forma parte del grupo de medio centenar de alumnos que conforma la primera promoción del Curso de Preacceso para Inmigrantes que la Universidad a Distancia en Ceuta ha puesto en marcha este año. Antes, Madrid, Valencia y Mérida apostaron por ello. “En Ceuta hacía falta”, explica el técnico orientador del curso, Juan Manuel León. “Hay que darles una oportunidad clara de integración y la educación es la mejor herramienta”, apostilla.
En las escaleras de la entrada de la UNED esperan nerviosos a que llegue la hora de entrar en el aula. Algunos ya habían pisado las filas de la universidad pero las circunstancias les obligaron a abandonarlas rumbo a la esperanza. Uno de ellos había comenzado Psicología en la Universidad del Congo y sueña con poder reanudar los estudios aún sabiendo que no se pueden consolidar ninguna de las asignaturas que ya ha cursado. Son las fronteras de la educación, que también existen. Lo mismo le pasa a otro compañero que en Burundi comenzó a estudiar Literatura. Ahora podrá continuar y agradece al CETI el nivel de castellano que ha adquirido y al gobierno y a la UNED la oportunidad que le ofrecen para seguir formándose. Se va a esforzar. “Es la mejor manera de integrarnos en la sociedad y estamos tranquilos. Sabemos que han dejado irse a los compañeros que llevaban aquí tanto tiempo y trabajaremos y nos esforzaremos por conseguir poco a poco cumplir nuestros sueños”, explica Diatje. Él fue uno de los que encabezaban las protestas el pasado verano frente a la comisaría de la Policía Nacional y frente a Delegación. Su nivel de castellano es bueno. Dice que “sin problemas en la cabeza se estudia mejor” y que aunque no le gustan las matemáticas, la asignatura de Historia Contemporánea seguramente le reportará muchos conocimientos y se esforzará en todas por igual. Varios de sus compañeros adoran los números: un electricista del Congo y un mecánico de Mali.
Ahora “estamos bien en el CETI, contentos y con muchas ganas de aprender. No hay problemas. Estamos tranquilos. Allí hemos aprendido español y ahora aprenderemos más”, explican. En el aula, se entremezclarán con marroquíes que llegan del nivel avanzado de alfabetización de Digmun, con sudamericanos que vienen del cuerpo de Regulares o de la Legión y con unos objetivos comunes que miran hacia la obtención de estudios superiores. Silencio. Se entremezclan nervios por realizar una mera prueba de nivel, inquietudes por sentir que están enfocando su vida a algo “realmente de provecho” y mucha predisposición.
Frente a ellos, en un aula realmente intercultural, los profesores de Matemáticas, comentario de texto, Lengua e Historia Contemporánea. Todos capitaneados por el director del centro, Fernando Jover, que les instó a aprovechar el aprendizaje y les recordó que para los mejores, habrá una beca que les garantice poder continuar el próximo año con el curso de acceso a la Universidad. Esa es la meta. Y tras las expectativas de los responsables, los sueños de los alumnos. Prefieren soñar el futuro que recordar el pasado. Alguno,  hace apenas un año escribía en el periódico Cameroon Express cuyo director falleció en la cárcel, sospechan que a causa de las torturas sufridas por investigar la corrupción del país. Él apenas habla. Quiere aprender. Quiere otra oportunidad. Ha luchado mucho por conseguirla. Como todos. Del motín a la universidad.

Diatje
“Allí era futbolista. Aquí nada. Es una gran oportunidad”

La guerra le obligó a salir de su país dejando todo lo que tenía atrás. Ya poco le quedaba. Por un lado su familia, que ayer le miraría orgulloso sentado en el aula junto a sus compañeros y peleando por conseguir un futuro mejor. Y por otro, sus botas de futbolista. Profesional. Ahora quiere integrarse. Aprender. Saber. Trabajar. Luchar. Pero sin cartones ni gritos. Con libros y esfuerzo. “En el CETI estamos bien. Llevo menos tiempo que los que se han ido yendo ya desesperados y ahora están en la península luchando. Para él este curso supone “una gran oportunidad. Todos damos las gracias. Nos esforzaremos”.

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