La constante construcción de un nuevo Humanismo es, sin duda, la razón de ser de la incesante labor de la Masonería en general, del Gran Oriente de Francia en particular y, más concretamente, la Logia Pitágoras de Málaga y el Triángulo Hércules de Ceuta.
El trabajo de la Francmasonería nunca cesa (“quien integra la masonería no aspira al descanso”, dicen todos los textos masónicos) con una siempre inacabada lucha por la Fraternidad, un principio fundamental en nuestra tarea de construcción del nuevo Humanismo antes referido.
Precisamente por ello, quienes integramos el Triángulo Hércules consideramos la defensa de la Tierra como un deber, una tarea absolutamente prioritaria frente a la vorágine destructora de quienes, a cambio de enormes beneficios económicos, están esquilmando los recursos naturales con total impunidad y sin escrúpulos. Desde la formación masónica caballa afirmamos que no se puede entender la defensa del Humanismo sin que libre una batalla por la ecología y la defensa del medio ambiente en todos los frentes.
Al adquirir el compromiso de trabajar por un mundo más fraternal en el que todos los seres humanos sean iguales, nuestro claro, contundente e inamovible posicionamiento contra los brutales ataques que se están llevando a cabo en contra del planeta son cada vez más claros, si cabe.
La Francmasonería entiende que las acciones asesinas contra la naturaleza que se están sucediendo a una velocidad de vértigo están empujando a la Humanidad hacia una certera esclavitud. Este modelo de “tierra quemada”, más propio de una táctica empleada por un ejército invasor que por unos gobernantes que, supuestamente, deben cuidar de la ciudadanía, forma parte de una alocada “huida hacia adelante” económica en la que sólo priman los resultados a corto plazo sobre la preservación del medio ambiente.
La desmedida explotación de los recursos naturales está agotando literalmente nuestro planeta sin que las autoridades parezcan querer tomárselo en serio.
Desde mediados del pasado siglo XX, las agresiones al medio ambiente son constantes y van in crescendo sin que se tomen, de verdad, las medidas oportunas al respecto. Lo que sin duda debería considerarse como actos de lesa humanidad está siendo amparado y alentado por los lobbys de las grandes industrias que presionan contra instituciones y gobiernos que, por otra parte, toman unas medidas más que tímidas y a todas luces insuficientes. La consigna, aquí también, parece ser que ofrecer maquillajes políticos para que nada cambie, a pesar de que las palpables consecuencias son brutales y casi ya irreversibles para el ecosistema.
El reciente ejemplo de la selva del Amazonas en llamas es una triste prueba de todo lo expuesto.
Desde el Triángulo Hércules de Ceuta, y su logia madre Pitágoras de Málaga, entendemos que estas afirmaciones, lejos de ser gratuitas, vienen respaldadas por montañas de datos escalofriantes. De continuar así, el calentamiento global, que muchos aún se atreven a negar de forma interesada, provocará que, de aquí a 2100, la mayor parte de Asia del Sur esté sepultada bajo las aguas debido al aumento del nivel del mar; todo como consecuencia de unos polos que se están derritiendo por culpa del efecto invernadero a su vez provocado por la bestial liberación de CO2 a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles.
Pero ahí no queda todo. Si hablamos de la energía nuclear, al margen de ser carísima (las eléctricas se llevan los beneficios mientras que el estado, es decir nosotros y nosotras, pagamos la gestión de la basura radiactiva) tenemos el problema de los residuos.
Estos residuos, sobre todo los denominados de “alta actividad”, van a tardar miles de años en dejar de ser mortales para cualquier ser vivo. Se pasó de lanzarlos al mar en los años 80 a almacenarlos en minas de sal o a buscar ubicaciones para enterrarlos. Nadie se atreve a asegurar que estos enterramientos no puedan tener consecuencias de filtración en las capas freáticas; porque hay que recordar que estamos hablando de miles de años de vida de esos desechos radiactivos.
En cuanto a los recursos naturales propiamente dichos, debe decirse que hemos superado la capacidad de regeneración de nuestro planeta por efecto de la actividad humana y de sus industrias. Según la ONU, al ritmo actual se necesitan 1,7 planetas al año para satisfacer la demanda. Sin embargo, en este aspecto tampoco somos todos iguales. Ejemplo: si quienes vivimos en este mundo consumiésemos los recursos naturales con la misma intensidad que Alemania, necesitaríamos 3,2 planetas, pero si, por el contrario, lo hiciésemos como lo hace Mozambique con medio planeta sería suficiente.
Desde la masonería ceutí queremos subrayar que no sólo en océanos, bosques o manantiales se están notando los nefastos efectos del ataque al medio ambiente. Es también y sobre todo en las poblaciones con menos recursos económicos donde se están dejando sentir de manera aún más palpable estas barbaridades.
Aquí, los datos son también dantescos. Según The Global Footprint Network, una ONG que se dedica a estudios en torno a la ecología y a la sostenibilidad, países de ingresos altos, como Luxemburgo, Qatar, Austria o Estados Unidos, consumen al año muchos más recursos que países de bajos ingresos, como Eritrea, Haití, Burundi y Pakistán. La brecha entre riqueza y pobreza es cada vez más evidente.
Pero aún hay más. En el caso de las catástrofes provocadas por los desastres medioambientales, siguen siendo las poblaciones más castigadas por la pobreza las que padecen las más nefastas consecuencias. Por ello, en un futuro casi presente, los analistas prevén enormes migraciones de pueblos extremadamente pobres, provocadas por las agresiones al medio ambiente hacia los núcleos urbanos más ricos, acrecentando aún más las desigualdades. Hay que ir acostumbrándose al uso de la expresión “refugiados medioambientales” que, a muy corto plazo, va a empezar a utilizarse con mucha frecuencia.
Queda, pues, patente que una lucha por la ecología lo es, a su vez, por la Fraternidad de los pueblos.
Si el 14 de julio de 1789 supuso (con sus luces y sus sombras) un verdadero vuelco en la historia de la Humanidad, no sería exagerado llegar a pensar que la batalla por la ecología va a representar, en sí, otro 14 de julio en una lucha de pura supervivencia contra los poderes financieros establecidos. Es esta idea de emancipación integral del ser humano la que nos impulsa, como francmasones, a seguir trabajando hacia ese horizonte porque no hay trabajo más noble, a la vez que urgente, que la lucha por la vida en estado puro.
La preservación de la naturaleza necesita, de forma urgente, de un compromiso firme y fraternal para lograr un mundo de Igualdad; no adquirir el compromiso de invertir completamente el sentido actual de las cosas es fomentar que se siga cavando la tumba de cuantos seres vivos habitan en la Tierra.
Finalmente, sólo queda añadir una cosa: sin esa defensa a ultranza del medio ambiente, el nuevo Humanismo que fomentamos desde la Francmasonería no será posible porque, sencillamente, el género humano habrá dejado de existir.
Y es que, como decía Blas de Otero:
“Amargos son los días
De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.
Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Pero, entonces
¿Qué ha de decir un muerto?”
Contacto con la Masonería ceutí
Las personas interesadas en contactar, o que deseen más información, pueden hacerlo a través de la siguiente dirección de correo electrónico: info@masoneriaceuta.com o en la web www.masoneriaceuta.com.
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