La Ciudad recoge en un nuevo decreto las normas para el uso de mascarilla en playas, piscinas o el Parque Marítimo. Una suerte de indicaciones de dónde se puede usar esta protección y dónde no. Al decreto, publicado en el BOCCE, se añaden más indicaciones sobre aforos o comportamientos de fumadores en terrazas y espacios públicos. Un decreto más que se suma a otros tantos cuya efectividad es inexistente. Lo es desde el momento en que vieron la luz. Ahí tenemos la normativa del uso de la mascarilla en terrazas. Se supone que es de obligado cumplimiento salvo en el caso que uno esté comiendo o bebiendo. ¿En cuántos lugares han visto que esto se cumpla? La Cámara de Comercio difundió incluso el cartel que iba a colocar en los establecimientos. Díganme en qué lugar están todos con la mascarilla colocada salvo que se encuentren en plena consumición. En ninguno. Los decretos sirven para integrar las noticias de todos los medios de comunicación, publicadas al detalle pero sin efectividad práctica en muchas de esas consideraciones que ni se cumplen ni se hacen cumplir.
Las autoridades tienen que hacer su trabajo, dictar decretos, recoger normativas, difundirlas... es el papel que tienen encomendado en una pandemia cargada de obligaciones y recomendaciones en igual número que las formas públicas, sin ocultación alguna, de incumplirlas.
Quizá en detalles como este se base parte del hartazgo social al que tanto aluden los políticos para justificar esa ‘manga ancha’ que muestran cuando consideran. Ese hartazgo social que se tiene por parte del sector que sí cumple el contenido de los decretos y al que se le queda cara de tonto cuando ve la feria consentida que se organiza cada fin de semana -y más- sin consecuencia alguna. Somos así de incongruentes. Lo hemos convertido en ley.