Opinión

Una declaración de principios (y II)

En la anterior entrega de ENTRE COLUMNAS [Una declaración de Principios (I)] hablábamos de la enorme y crucial aportación de la Francmasonería (y más concretamente del Gran Oriente de Francia) en la redacción de la Declaración Universal de la ONU de 1948. Además, se relató cómo la parisina Logia Thélème del Gran Oriente de Francia, en 1889 (coincidiendo con el centenario del inicio de la Revolución Francesa) elaboró una Declaración de Derechos Humanos que, posteriormente, sirvió de amplia base para la Declaración de los DD HH de 1948. En la presente publicación nos remontamos al origen de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el punto de partida con gran influencia masónica que supuso un cambio universal. “Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.”
El 4 de julio de 1776, los Trece Estados Unidos de América proclaman su Declaración de Independencia con una Constitución encabezada por una Declaración de Derechos Humanos a modo de preámbulo.
Aquí también, la Francmasonería tuvo una importancia fundamental.

“Committee of Five”

El origen de esa declaración se remonta a junio de 1776, cuando el Congreso Continental (compuesto por representantes de las 13 colonias) reunido en Filadelfia decide redactar y proclamar una declaración de independencia. A tal efecto, se designa el “Committee of Five” (Comisión de los cinco, un número cargado de simbología masónica) compuesto por: John Adams, Roger Sherman, Robert Livingston, Thomas Jefferson y Benjamín Franklin. No solo los 5 eran francmasones, sino que Benjamín Franklin había sido Venerable Maestro de la conocida Logia “Nueve Hermanas” del Gran Oriente de Francia (GODF) en París.
No obstante, la primera Declaración de Derechos Humanos (12 de junio 1776) es la del estado de Virginia. Obra del también francmasón George Mason (representante del estado de Virginia), en esta declaración de Virginia se basó la gran parte del articulado de la Declaración de Derechos Humanos, preámbulo de la Constitución norteamericana.
Tras el trabajo “de los cinco”, es Thomas Jefferson (posteriormente tercer presidente de los Estados Unidos) el encargado de la redacción final de la conocida Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América. Habría que reseñar que el primer presidente de los EE. UU., Georges Washington, también fue francmasón y con lazos estrechos con el Gran Oriente de Francia mediante el general de La Fayette, militar encargado de liderar las tropas que apoyaron a los colonos en la guerra de la independencia contra los ingleses.
“Primeros herederos” del “Siglo de las Luces (entre 1700 y 1789), los francmasones norteamericanos inician la puesta en práctica de una serie de derechos, valores, principios que otros muchos francmasones ya habían plasmado en ensayos y escritos.
Si bien “ENTRE COLUMNAS” tiene prevista una publicación específica dedicada al “Siglo de las Luces”, cabe destacar que reconocidos francmasones (Voltaire, Montesquieu, Mozart, Lafontaine o Newton, entre otros muchos) formaron parte de ese movimiento filosófico que cambió el mundo sacándolo de la oscuridad e intentando ayudar a que los seres humanos caminasen por los senderos de la libertad. Todas estas circunstancias, como ya vimos en la edición anterior, se cristalizan en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas de 1948.

Asamblea Constituyente

Tras la independencia estadounidense, la Declaración de los Derechos Humanos inicia su gestación en otro continente.
En 1789, Francia vive horas convulsas. Ante el grave déficit del Estado, el rey Luis XVI decide reunir los Estados Generales (États Genéraux), una suerte de Asamblea que reúne a los “Tres Estados” y que se reparte de la siguiente manera: Nobleza, Iglesia y Tercer Estado (porque representaba un tercio de esa Asamblea). Este último integra, pues, a los que no eran ni nobles, ni clérigos, independientemente de su extracto social.
El Tercer Estado (Tiers-État) representa al 97% de la población, y sus integrantes son los únicos que deben pagar tasas e impuestos, estando exentos de cualquier pago, obviamente, tanto la Iglesia como la Nobleza. Evidentemente, estos diputados del Tercer Estado no tienen ningún derecho ni poder efectivo de decisión y, tanto la casa real como los dos estados, se niegan a escuchar nada relacionado con la igualdad de derechos.
En el mes de junio 1789, y ante la ausencia total de cambios sociales tan demandados, varios diputados del Tercer Estado encabezados por el conocido francmasón del GODF, Mirabeau, llevan a cabo una resistencia feroz en el seno de los Estados Generales.

“Comité des Cinq”

El 17 de junio de 1789, los diputados del mencionado Tercer Estado a los que se les unen varios de la nobleza y del clero, deciden agruparse en una Asamblea constituyente que denominan Asamblea Nacional (nombre que aún conserva el Congreso de los Diputados francés). A tal efecto, se reúnen en un frontón en el que hacen el solemne juramento de “nunca separarse, de reunirse allí donde las circunstancias lo exigiesen hasta que la Constitución estuviese establecida y fortalecida sobre bases sólidas”. Posteriormente, este juramento fue inmortalizado por el pintor francés David, también francmasón.
Ese mismo día, la Asamblea Constituyente toma su dos primeras medidas: abolir todos los privilegios y redactar una Constitución.
El 9 de julio de 1789, el diputado Mounier propone que, a modo de preámbulo, se redacte una declaración de Derechos Humanos, tal y como se hizo con la Constitución norteamericana.
Si bien la primera aportación a ese texto es del general La Fayette (amigo personal de Georges Washington y francmasón del GODF como se ha señalado antes), la Asamblea Nacional Constituyente nombra, el 12 de agosto de 1789, un comité redactor para la confección de este preámbulo.
También a imagen y semejanza de los norteamericanos, este Comité estará formado por cinco diputados, el conocido “Comité des Cinq”, de los que cuatro son francmasones del Gran Oriente de Francia (Jean-Nicolas Démeunier, Mirabeau, François Denis Tronchet y el abad Gregorio).
Por fin, el 26 de agosto de 1789, la declaración de los Derechos Humanos, fruto de la Revolución francesa (a su vez heredera del Siglo de las Luces), es una realidad.
Sus tres primeros artículos son, de nuevo, toda una declaración de intenciones:
Artículo 1.- Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.
Artículo 2.- La finalidad de cualquier asociación política es la protección de los derechos naturales e imprescriptibles del Hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Artículo 3.- El principio de toda Soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo ni ningún individuo pueden ejercer autoridad alguna que no emane expresamente de ella.
Huella masónica imborrable
En los textos de las cuatro declaraciones de Derechos Humanos que hemos publicado en estas dos entregas (Declaración de Independencia EEUU -1776, Revolución francesa -1789-, Logia Thélème -1889- y ONU -1948-) la huella de la Francmasonería es clara, evidente y contundente.

“Las y los Francmasones siguen en el camino para hacer realidad el lema del Gran Oriente de Francia: Libertad, Igualdad, Fraternidad y que no se equivoquen quienes quieren ensuciarnos o perseguirnos pensando que ello nos paralizará”.

Lejos de servir a oscuros poderes o de participar en falsas conspiraciones mundiales, desde sus inicios la Francmasonería ha servido y sirve a la mejora filosófica y material del ser humano. Es precisamente esta circunstancia que le ha valido (y aún le vale) ataques virulentos infundados y brutales represiones de las que, desgraciadamente, no pocos cementerios son siniestros testigos.
Lo que es innegable es que los grandes cambios de la sociedad moderna siempre han venido de la mano de la Francmasonería, de las Hermanas y Hermanos que la componen. La Declaración de los Derechos Humanos es buena prueba de ello, pero no es la única.
Valga, pues, a modo de conclusión el artículo primero de la Constitución del Gran Oriente de Francia:
“La Francmasonería, institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva, tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad [...] La Francmasonería tiene como principios la tolerancia mutua, el respeto a los otros y a uno mismo y la libertad absoluta de conciencia. Considerando que las concepciones metafísicas son del dominio exclusivo de la apreciación individual de sus miembros, rechaza toda afirmación dogmática. Concede una importancia fundamental a la laicidad y tiene como lema Libertad, Igualdad, Fraternidad”.
En pleno Siglo XXI, con un planeta en constante mutación y una población mundial que, lamentablemente, está lejos de poder gozar el Artículo 1 de la Declaración de los Derechos Humanos, el trabajo de las francmasonas y de los francmasones está lejos de haber acabado, todo lo contrario.
Las y los Francmasones siguen en el camino para hacer realidad el lema del Gran Oriente de Francia: Libertad, Igualdad, Fraternidad y que no se equivoquen quienes quieren ensuciarnos o perseguirnos pensando que ello nos paralizará. Pase lo que pase, un integrante de la Francmasonería nunca aspira al descanso porque cuando parece que todo está hecho es, precisamente, cuando todo queda por hacer y eso, quienes integramos el Triángulo Hércules de Ceuta del GODF y la Logia Heracles de Málaga (logia de la que depende la formación masónica ceutí), lo tenemos meridianamente claro. Para más información en torno a la Masonería ceutí: masoneriaceuta@gmail.com

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