Esa era la solución: elevar la valla hasta los diez metros y colocar medios que eviten que pueda treparse por la misma. Es la alternativa a las concertinas que da el PSOE, el mismo partido que las colocó. Es la alternativa para la retirada de unos medios que, ahora nos enteramos, ya en junio de 2017 le dijeron al PP que no servían para mucho. Más bien para nada, a pesar de que sus dirigentes seguían repitiendo que eran los únicos medios disuasorios válidos. Queda claro que el PP no se lee los informes que les mandan. O, si lo hace, pasa de cumplir sus recomendaciones.
Ahora, según dijo el ministro Marlaska, la valla será más alta y se retirarán las concertinas que las coronan. Pondrán algo así como una copia de lo que hay en el puerto: chapas para que los inmigrantes, al querer trepar, no puedan hacerlo. ¿Y qué harán si se sigue el mismo procedimiento que en verano? Porque en las dos entradas de julio y agosto los inmigrantes no saltaron, sino que destrozaron el vallado.
Las etiquetas y las poses marcan unas decisiones políticas que no se sabe ni para qué sirven
Podemos encontrarnos con la situación de toparnos con inmigrantes que llegan desangrándose por las concertinas que instala Marruecos. ¿Qué hacemos en Ceuta?, ¿los dejamos desangrarse mientras ven la manera de pasar?, ¿nos colocamos en el COS mirando las cámaras como hacía el PP viendo la barbarie que tenemos a unos metros?, ¿qué diferencia hay entre esa situación y la que se dibuja en el mar, en donde sí que los buques españoles están autorizados a rescatar vidas aunque estén en otras aguas?, ¿es que tienen distinto valor las vidas en mar que en tierra?
Es como si en todo esto no tuviéramos nada claro. Ni antes ni ahora, moviéndonos a impulsos de etiquetas que quedan bien pero que en la práctica de nada sirve. Cabría analizar si lo que se quiere es terminar con una visión tercermundista del trato a la persona y del respeto de los derechos humanos o solo queremos ir parcheando para cumplir compromisos políticos sin importarnos realmente las vidas que hay detrás.
Los experimentos siguen aplicándose a fenómenos cíclicos que dependen no ya solo de la voluntad de otro país sino del grado de hipocresía que estamos dispuestos a soportar y permitir. Porque financiar la detención y abandono de vidas en el desierto es difícil de digerir. Y esa es la labor encomendada al “socio fiable” que tanto alabó Marlaska. No todo vale.