Categorías: Opinión

De un tiro en la cabeza

El mundo ha cambiado a la medida de nuestras manos. Hemos cortado árboles, hemos arrasado la jungla, hemos diezmado los recursos naturales y aún tenemos la desfachatez de llamarnos la especie elegida.                                                                                               
En Francia se echan las manos a la cabeza por el islamista que ha asesinado y le llaman innombrables gerundios , en una caza loca de ver fantasmas donde solo hay odio y soledad, racismo y menosprecio, a unos humanos, que son miembros de nuestro propio clan.                                                                                                                                  
Los periódicos se sobrescriben en papel reciclado, la gente se hermana para la fiesta y el cachondeo, pero para el mal, para las bombas de Siria, para los corredores humanitarios,  los burócratas no sacan espacio, ni lloran lágrimas enfoliadas , porque no las tienen , ni han existido, como tampoco la empatía al caído, a la muerte o la desgracia ajena.                          
Mi hijo dice que los elfos cantan a los arboles para que se muevan y vayan al rumbo que ellos les marcan y que los hombres hemos arrasado con todo lo que no nos llena y es verdad, el mundo es una composición fantástica de deseos de faraones, de sueños militaristas, de furibundas ensoñaciones, de los que se creyeron más que el tiempo y más que la tierra , que se fagocitó a los dinosaurios y después los expelió por la cloaca , tan satisfecha.                                                                                                                             
Los humanos pasamos, pasan nuestros sueños, nuestras vidas y nos hacemos nada, nos hacemos tierra, porque ella, siempre está ahí esperándonos quieta, aceptando nuestras barbaridades, refunfuñando en silencio y quejándose cuando el hastío , ya le llega a las entrañas plenas.                                                                                                                          
De un tiro en la cabeza han acallado al que asesinaba, de un tiro en la cabeza han desplazado cerebro, huesos, venas y desvaríos, de pistolero al cuarto, de cuatrero de vida imperfecta, de vida idolatrada por el odio, de vísceras aplicadas a la cacería de humanos , que tantos practican , que no aman a nadie , ni hermanos , ni orígenes y que como decía  Saramago , son ignorantes de los más principal , que es su propia naturaleza de pisadores del planeta.                                                                                      
Es absurdo que miren a Marte con esperanzas de conquista y miedo debería darnos , machacar otro pobre planeta , miedo debería darnos que las malas madres parieran , no que no lo hicieran, miedo debería darnos y vergüenza torera, si la tuviéramos , que deban andar los servicios sociales ofreciendo niños que nadie quiere , porque son mayores o están disminuidos, porque somos los más egoístas , los mas entendidos y los más serviles a  las marcas, a las cadenas, a las franquicias y a hincharnos los carrillos, a cogerla mortal y a gastarnos lo que no tenemos.                                                                          
No es el más pobre el que no tiene nada , sino el que sólo la lengua atesora para machacar, para punzar y para sacarle partido , porque el que se abriga con cartones en la pequeñez de un cajero automático, solo cobija la metáfora de la vida, porque solo somos eso , esperanza, en las inmediaciones del frío de un banco, carne humana bajo cuatro paredes que no son ni nuestras, cobijo humano para la dependencia, piernas rotas, caderas astilladas, huesos viejos y niños muertos, vendidos por la desgracia de no querer asumirlos , derrotados por la vida desde su nacimiento ,porque no son perfectos, pequeñas vidas que marcaron su destino a fuego , con un tiro en la cabeza, que no pone fugado, ni terrorista, ni asesino, sino diferente o distinto, portador de sida, hijo de cocainómana o de heroinómana o bebedora o multimierda.                                                                  
El mundo ha cambiado a la medida de nuestras manos. Hemos cortado los árboles, hemos arrasado la jungla, hemos diezmado los recursos naturales y aún tenemos la desfachatez de llamarnos la especie elegida, elegidos para morir atravesada la cabeza, de batirnos a duelo de imbéciles con otros iguales, de morir matando y de matar, para no morir de vergüenza torera de hacer algo por nuestra vida y nuestra conciencia.

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