“Nosotras hemos dejado de pasar por allí, ahora intentamos entrar por la frontera. Cada vez somos más, allí es la ruina”. Quien habla es una porteadora, igual que lo eran Turia y Karima, igual que también lo fueron Soad, Hakima, Zhoora... y otras tantas mujeres que han muerto ejerciendo el tráfico del porteo. Un negocio permitido, que incluso ha querido ser coartado por la Delegación del Gobierno que, de forma incongruente, no ha obtenido el beneplácito de la Inspección de Trabajo a la hora de considerarlo ilegal. Los porteadores rechazan hacer cola, también atravesar por unas infraestructuras que aunque fueron remodeladas hace unos meses son iguales de peligrosas. En esta ocasión dicen que la causa fue una “avalancha”, que unas tropezaron sobre otras, “que no nos pegaron”, dicen, como si fuera algo normal que lo hicieran. Porque sí, porque aseguran que hay turnos en los que se arremete contra ellas con barras de hierro o en los que se les insta a correr para cruzar desde Marruecos a Ceuta. En esta ocasión no llegaron heridos al lado español, todos fueron trasladados en ambulancias al hospital de Castillejos y, dada la gravedad de los cuadros que presentaban, hubo también traslados urgentes a Tetuán.
Entidades sociales y de lucha a favor de los derechos humanos de Marruecos han denunciado en muchas ocasiones lo que sucede en su país, lo extremo de las condiciones en que tienen que pasar los porteadores. A esto se suma la tensión derivada de la querencia por pasar el bulto rápido al otro lado, porque saben que tienen poco tiempo y que si no los llevan a cabo no llevarán dinero a casa en ese día. Día perdido, día de riesgo.