Categorías: Opinión

De todos los puertos del mundo...

De todos los cafés del mundo tuvo que elegir el mío”, se lamentaba Humphrey Bogart, vaso en mano, en Casablanca, quizás la película que más frases míticas haya legado, con diferencia, a la historia del celuloide. Tomándoselo prestado, de todos los días que pueblan el calendario el touroperador que en su día diseñara el periplo del  Thomson Dream sobre el océano tuvo que elegir el 1 de Mayo para que atracase en Ceuta. Festivo, huelga de persianas caídas en los comercios y envoltorio histórico de pancartas, proclamas sindicalistas y defensa de los derechos de la clase trabajadora. Murphy, y su célebre teoría, siempre ganan: todo lo que corre el riesgo de salir mal acaba saliendo aún peor.
Sin ánimo de ofender (el personal de esta ciudad es especialmente ofuscable), la estampa del miércoles no fue otra cosa que la crónica de un descomunal despropósito. Hizo su trabajo, y con creces, la Autoridad Portuaria, el ente que en los últimos meses se había encargado de sacar lustre a las bondades de la ciudad para que la naviera considerase atractivo y rentable mover hasta estos lares su mastodonte de acero. No peligraba ese flanco, que estaba bien cubierto. Lo que despertaba temores, y temblores, en algunos despachos era la imagen que Ceuta podía proyectar si la reacción ante el anunciado hormiguero que formarían 2.500 foráneos por las calles, sumados turistas y tripulantes, se topaba con un cerrojazo comercial. Dicho y hecho. Murphy vive.
Si hoy fuera empresario o autónomo (que su día lo fui), de las pocas cosas que tendría  claras en esta tempestad de recesión y derrumbe económico sería mi obligación de facturar, vender... sobrevivir. Ignoro cuántos euros tintineaban en los bolsillos de cada extranjero que el miércoles sudaba Paseo del Revellín arriba, Paseo del Revellín abajo; si entre sus planes figuraba regresar al camarote arrastrando alguna bolsa con compras o si se iban a contentar con encuadrar simplemente sus gorros de paja en una fotografía con las Murallas Reales de fondo sin abrir la cartera, fieles miembros honoríficos de esa cofradía del todo incluido que les garantiza el crucero. Quién sabe, es pisar terreno de futurólogos, pero, insisto, si hoy fuera empresario yo al menos estaría obsesionado con vender, cuanto más mejor, porque hasta que se demuestre lo contrario se vive pelín más sosegado sin llegar a fin de mes con la soga al cuello. Y salvo que alguien demuestre lo contrario por ciencia infusa, si no levantas la persiana no hay forma humana de que la caja registradora cumpla con su parte del trabajo.
Que un delegado del Gobierno se vea obligado a lanzar, con acierto, un sonoro sos desde su despacho reclamando coherencia ante el desembarco de 2.500 turistas descubre las cartas de la partida: no hay coordinación que sustente los pilares de la tan cacareada estrategia turística. Podemos colocar un lazo a la ciudad y lucirla en Fitur, en la reciente feria portuguesa o allá donde exista un escaparate que ocupar, pero si la reacción ante el atraque en el puerto del mayor crucero que jamás haya desfilado por la ciudad es el absentismo empresarial, patente este miércoles, que el último apague la luz. Respuestas nulas al llamamiento de quien representa al Ejecutivo central y al comunicado de la propia Cámara de Comercio, muy lícitas –“éste es un país libre”, que dirían en cualquier película policiaca de serie B, y abrir no deja de ser un acto voluntario–, pero a mi pobre entender incongruente. Por si al cuadro le faltaba algún gramo de surrealismo, a cien metros los manifestantes del Primero de Mayo reclamaban medidas y políticas que dinamicen la economía y nos alejen al menos unos centímetros del desfiladero por el que nos despeña esta maldita crisis.
Por más que echo a volar mi pobre sesera no imagino a la delegada del Gobierno en Andalucía teniendo que implorar a los comerciantes de Jerez que abran sus comercios este fin de semana para atender a los miles de aficionados que se acercarán a la ciudad para oír rugir las motos del Gran Premio. Puede que no gasten e igual la recaudación no compensa siquiera el esfuerzo de pulsar el interruptor de la luz. Es posible, pero desde el burladero lo que se intuye es que por enésima vez, y van tropecientasmil, en ciertos sectores de esta ciudad se entona esa cancioncilla tan resultona de “esto está muy mal, pero que lo solucionen otros”. Como si los turistas en lugar de venir a soltar dinero hubieran sido un estorbo porque descuadraban el calendario laboral. Algo así como “De todos los puertos del mundo tuvo que elegir el mío...”.

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