Se nos anuncia la pronta puesta en marcha del parque de Santa Catalina. Una obra que no podrá inaugurarse como tal pero que se ‘paseará’ institucionalmente para que termine teniendo el mismo efecto mediático. Nadie duda que mejor es tener un parque que un vertedero. Nadie criticará la sustitución de senderos, parques y miradores por moles de basura. Pero bien es cierto que el inicio de una obra de esta envergadura ha nacido con parcheos.
Presionados por las sanciones europeas porque éramos de las pocas ciudades que estábamos incumpliendo la normativa en vigor, se tuvo que buscar una pronta salida a la sustitución de esa gran vergüenza mantenida durante años por una obra. Se terminó eligiendo el parque. Y ahora vienen las pegas. El lugar sigue siendo el menos idóneo. Frente a un cementerio choca la construcción de un parque en un entorno que no es el más adecuado por las consecuencias de una EDAR mal construida. Una EDAR que huele, una EDAR que se puso en marcha sin tener en cuenta los núcleos residenciales cercanos, una EDAR por cuyas cercanías es casi imposible caminar por el olor que despide... un proyecto que se tuvo que poner en marcha a la desesperada y que terminó llevándose a cabo de forma chapucera. Como siempre, los ecologistas de Septem Nostra lo advirtieron en sus escritos. Pero como siempre también, no se les hizo caso y se optó por atacarles en vez de sacar provecho de sus recomendaciones. Ahora sí, tenemos un gran parque con vistas maravillosas, con infraestructuras que facilitarán el deporte, con zonas de esparcimiento... pero ubicadas de forma nefasta, situadas en donde no deben, enfocadas dentro de un ordenamiento equivocado que no hace sino incrementar el caos que de por sí está caracterizando el desarrollo de esta ciudad. Una Ceuta que pierde sus barrios, que queda atrapada en construcciones ilegales que han deformado sus espacios y que se esparce buscando pequeños pulmones aunque lo haga de la forma más errónea.