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De lo global a lo local y viceversa

Suele decirse que  la época en la que nos ha tocado vivir, el tiempo se ha acelerado y las distancias se han reducido. Hoy en día, a través de internet, tenemos información al instante de lo que sucede en el rincón más recóndito del planeta y los objetos que adquirimos al diario proceden también de lugares muy alejados de nuestro lugar de residencia. La mayor parte de nuestra ropa lleva impreso el “made in china”; los alimentos han sido importados desde Australia, Ecuador o Brasil; el móvil ha sido montado en Singapur bajo patente americana, etc...Como resultado de este imparable proceso, nos surgen dudas y temores sobre el sentido local del lugar y nuestra propia identidad cultural. Precisamente para dar respuesta a esta cuestión se han desarrollado importantes trabajos teóricos dentro del campo de la geografía.  Uno de los más interesantes es la idea del “sentido global del lugar” expuesto por la geógrafa inglesa Doreen Massey, sobre cuya obra se acaba de publicar un libro a cargo de la editorial Icaria (junio, 2012).
La propuesta de Doreen Massey constituye un avance sustancial respecto a la tradicional visión de los lugares como espacios habitados por comunidades cerradas, cohesionadas y homogéneas, resultantes de su propio pasado idealizado. Por el contrario, en opinión de Massey, los lugares se conforman a partir de “de una constelación determinada de relaciones sociales, encontrándose y entretejiéndose en un sitio particular…Es, verdaderamente, un punto de encuentro”.  Cuando leí esta última expresión, la de punto de encuentro, no pude menos que acordarme del proyecto diseñado por nuestro apreciado amigo, el creador ceutí Diego Segura, cuyo proyecto de “punto de encuentro” ha caído en un injustificable olvido por parte de las autoridades locales, más interesadas en apoyar vacuos proyectos escultóricos de nula consistencia intelectual y reducida calidad estética.
Volviendo a las ideas de Massey, esta conocida geógrafa y activista nos invita a cambiar nuestro sentido de “los lugares  como áreas contenidas dentro de unos límites”, para pasar a imaginarlos “como momentos articulados en redes de relaciones e interpretaciones sociales en los que una gran parte de estas relaciones, experiencias e interpretaciones están construidas a una escala mucho mayor que la que define en aquel momento el sitio mismo, sea una calle, una región o incluso un continente. Y a su vez esto permite un sentido del lugar extrovertido, que incluye una conciencia de sus vínculos con todo el mundo y que integra de una manera positiva lo global y lo local”.  Desde nuestro punto de vista, la aplicación de concepto del “sentido global del lugar” de Massey es muy útil para abordar la realidad ceutí. Pensamos que es el antídoto perfecto al provincianismo y limitada perspectiva local  desde la que se suelen analizar los complejos problemas que afectan a Ceuta y a los ceutíes. Resulta patético y un insulto a la inteligencia de los ceutíes el continuo señalamiento del origen de los problemas que nos acucian y la búsqueda de sus soluciones en la estrecha franja de la realidad que abarca lo local.  Parece como si algunos entendieran a Ceuta como un ente aislado y desconectado de las complejas redes que mantienen interrelacionados a todos los seres humanos y a los lugares en los que habitan.
¿Cuál es la causa de esta parcial visión de la realidad de la que hacen gala la clase política ceutí?. Pueda que responda a una burda estrategia electoral cuya eficacia en este plano electoralista es dudosa, pero sin duda peligrosa desde el punto de vista de la cohesión social. Nuestros políticos no quieren reconocer que los principales problemas que afectan a Ceuta como el desempleo, la marginación social, la pobreza, las profundas desigualdades económicas que se observan en la sociedad ceutí no tienen un origen local, por lo que difícilmente pueden ser solucionados desde estrecho ámbito.  Nuestro ayuntamiento, como cualquier otro, debe centrarse en solucionar los problemas que son solubles con los medios que cuenta: la gestión de los residuos, el transporte público, la dotación de infraestructuras, la construcción de centros educativos, sanitarios, culturales, etc… Hay  un segundo grupo de problemas, como comentaba Mumford, que debemos acometer que requieren nuevo planteamiento, otros métodos y nuevos órganos de ejecución y control. Y finalmente, quedan los problemas que más nos preocupan (el desempleo, la pobreza, las desigualdades económicas, etc…), cuya solución depende de que se reorienten los ideales últimos y los propósitos de toda nuestra civilización.
De lo expuesto con anterioridad se puede desprender una serie de conclusiones. La primera de ellas es que nuestros políticos y buena parte de los agentes sociales huyen de una realidad que es incuestionable: los principales problemas de Ceuta no tiene solución a escala local. Si se mantienen en esta postura es simplemente por pereza intelectual, por miedo a las consecuencias de reconocer públicamente su incapacidad y por la falta de una estrategia política alternativa a la del continuo engaño a una población  confiada en que sus políticos locales tienen una respuesta adecuada a sus lógicas demandas de una vida plena y satisfactoria. Vivimos un perpetuo autoengaño en el que parece que nos sentimos a gusto. En vez de afrontar la verdad y emprender la renovación de la persona y de la sociedad que haría posible este cambio hacia una vida mejor para todos, cerramos los ojos confiados en que así evitaremos el fracaso.
En este tiempo de crisis, nuestros mejores planes fracasan, tal y como expresó Mumford en “La condición del hombre”, porque están en manos de personas que no han sufrido ninguna transformación. La mayoría de esta gente, -políticos, banqueros, grandes hombres de negocios-, han retrocedido ante la crisis mundial y no tiene noción de la manera que han contribuido a que se produzca. ¿Son éstos quienes nos sacarán de la crisis?.  No  parece que  la solución este en sus manos. Tampoco podemos esperar a la profundización de la crisis para ver si se producen rápidos cambios totales en nuestras instituciones. Ni debemos dejarnos llevar por la impaciencia o la desesperación para cargar el peso de nuestra obligada y personal regeneración en un salvador o líder carismático. Ya sabemos lo que pasó en Europa en la anterior grave recesión económica.
Una vez que nos hayamos reconstruido nosotros mismos estaremos en condiciones de emprender las grandes transformaciones que deben efectuarse en cada comunidad, en cada parte del mundo. Un mundo del que Ceuta forma parte no como un ente aislado, un fragmento perdido en el tiempo y el espacio, sino como una realidad producto de las interrelaciones e interacciones a todas las escalas, “un espacio que posibilita la existencia de la multiplicidad  y que no está cerrado ni acabado sino que está siempre en constante proceso de formación”. La interrelación con el resto de mundo no es sólo importante en el sentido de que lo global influye en lo local, sino que resulta muy importante tener en cuenta que lo local también incide en lo global. Queremos decir  con esto que lejos de dejarnos llevar por un sentimiento de frustración ante los fenómenos globales que nos afectan de manera decisiva, hemos de pensar que tenemos también la posibilidad de contribuir desde el plano local al planteamiento de vías de solución al aparente callejón sin salida al que nos ha conducido el pensamiento neoliberal y capitalista. Claro que esto será posible si somos capaces de afrontar la verdad sobre nuestra realidad,- un territorio desbordado por una excesiva carga poblacional-  y sobre el origen de los problemas que atenazan nuestro futuro y huimos de una vez por todas del provincialismo trasnochado en el que algunos se regodean.

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