De la Vega al Desierto

Campos que unen: De Sierra Nevada al alto Atlas”. Este es el título del Proyecto de Innovación Docente de los profesores de Historia Económica de la Universidad de Granada, Salvador Hernández Armenteros y Fernando García Quero, respaldado además por el Campus de Excelencia Internacional. También colaboraba Boutaina Hassani de la Universidad de Oujda. Pero más que un título, ha sido una intensa experiencia de una semana, junto a más de cincuenta alumnos y profesores de la Universidad de Granada, que quiero compartir con mis lectores del Diario decano de Ceuta.
Como reza en el programa que nos facilitó el profesor Armenteros, desde hace cinco años se inició esta experiencia de viajar a Marruecos, con la idea de profundizar en el conocimiento de su historia, cultura, paisajes y proceso de transformación. Efectivamente, tras haber realizado el viaje, estoy en condiciones de afirmar que se trata de un magnífico proyecto, en el que se combina de forma magistral la clase teórica con la experimentación real de su situación actual.  
El viaje ha sido largo e intenso. Más de tres mil kilómetros a lo largo de todo el país, en el que hemos atravesado sus tres grandes cordilleras. El Rif, el Medio Atlas y el Alto Atlas. También las tres grandes joyas de la civilización islámica de la historia de Marruecos. Las medinas de Fez, Mekines y Xauen. Por lo tanto, en tan solo una semana hemos experimentado sus diferentes climas y culturas. Hemos pasado del “verde intenso al rojo de la arcilla desnuda; de las altas y escarpadas montañas, a las frías y elevadas mesetas, o a los verdes y cultivados valles, para terminar en el desierto y en los magníficos oasis”. Y también hemos hecho una inmersión en lo que para los estudiosos de la historia andalusí de la Universidad de Granada era la forma de vida y costumbres de la Granada nazarí. Sin duda alguna, la medina de Fez conserva en la actualidad esta forma de vida (a pesar de los móviles y las parabólicas). Pero sobre todo, hemos ido recibiendo una clase práctica de historia económica que nos ha deleitado durante el largo trayecto. Nuestra primera visita fue a Mekines. Una de las ciudades imperiales de Marruecos. Su bonita medina es Patrimonio de la Humanidad. Fue fundada en el siglo VIII. Lo interesante de esta ciudad es el sistema defensivo de triple muralla construido por el Sultán Mulay Ismail. Cuenta la leyenda que era temible y sanguinario. Por ejemplo, sometió a Ceuta a un terrible asedio de treinta años (1694-1724). Quizás por ello estaba obsesionado por la seguridad. La verdad es que su ciudad nunca fue conquistada, posiblemente por ese sistema defensivo. Allí descansa en una tumba que pueden visitar los viajeros. Sus majestuosas puertas y adornos nos recuerdan la arquitectura andalusí. El vino de Mekines es muy conocido en Marruecos. Las rivalidades entre Mekines y Fez son históricas.  De paso hacia el desierto, los pequeños poblados de adobe nos recordaban el origen bereber de muchos pueblos de Granada. Porque fueron los bereberes las tribus que ayudaron a los árabes a la conquista de la Península Ibérica. Los hoteleen los que nos hemos alojado reproducían la arquitectura de las Kasbas, pequeños castillos de los “señores de la guerra” que intentaban controlar la ruta del comercio de productos y esclavos que se producía a través del desierto de Merzouga, atravesando Argelia, con el Sudán, el País de los Negros.
En el desierto de Merzouga hemos podido vivir una experiencia inolvidable y única. Una tormenta de arena inesperada que nos hizo quedar retenidos y refugiados entre dunas, tras los camellos, durante más de una hora. Allí pudimos comprender el auténtico sentido del pañuelo tuareg, gracias al cual pudimos evitar que la arena del desierto te invadiera ojos, oídos y mucosidades. También el calor y calidez de los cuerpos de los dromedarios en circunstancias extremas.  Tras esta intensa experiencia, y volviendo a atravesar los enormes bosques de cedros del Atlas (monos salvajes incluidos), pudimos contemplar las modernas construcciones del pueblo de Ifrane (“Cuevas del Tamazigh”). Se le conoce como la “suiza marroquí” y es donde se ubica la estación de esquí de Marruecos. También es sede de una de las más prestigiosas universidades privadas del país, en la que estudian las élites marroquíes.  Nos llamó la atención la limpieza y orden de la ciudad. Algo que contrasta especialmente con otras ciudades del mismo.  Por fin llegamos a Fez. Ciudad imperial. Allí visitamos la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas de la Universidad Sidi Mohamed Ben Abdellah. Una parte importante de sus 24.000 alumnos nos recibió con una manifestación y asamblea. Su petición al Decano era que no sólo nos enseñaran la parte nueva, sino también las antiguas construcciones y la tremenda masificación que sufrían. Efectivamente. La Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Granada tiene unos 400 profesores para 7.000 alumnos, mientras que la Facultad que visitábamos contaba con sólo 120 profesores para 24.000 alumnos. Una diferencia abismal que es la muestra del tremendo problema poblacional que sufre Marruecos, que hace imposible que el crecimiento económico llegue a la población. Respecto a la medina de Fez habría mucho que contar. Por ahora dejo escrito que perderse en la misma, y volver a encontrar la puerta de salida, es una experiencia única. Sobre todo para los que somos de Granada, pues es como viajar diez siglos atrás en nuestra ciudad.
De esta experiencia intensa saco varias enseñanzas. Desde el punto de vista académico, la clase de historia recibida me ha reconciliado con esta disciplina. En el aspecto turístico, me ha hecho comprender en toda su intensidad la tremenda utilidad del turismo sostenible para el desarrollo de los pueblos. Desde el punto de vista económico, he comprendido los esfuerzos que está haciendo este país vecino por salir del subdesarrollo, a pesar de las ataduras religiosas. Por último, he entendido por qué es necesario seguir ayudando a Marruecos. Incluso desde Ceuta.